En la ciudad libia de Derna la brisa marina se mezcla con el olor nauseabundo de cuerpos enterrados bajo los escombros. Diez días después de las inundaciones, familiares de desaparecidos esperan ansiosamente conocer su suerte, sin hacerse ilusiones. Los supervivientes relatan que los cadáveres están “por todas partes”, bajo los escombros y bajo una gruesa capa de barro que el agua dejó atrás tras arrasar con todo.
Según un balance oficial, todavía provisional, el drama causó más de 3.300 víctimas fatales, pero las autoridades y las organizaciones humanitarias internacionales temen una cifra mucho mayor debido al número de desaparecidos, que se cuentan por millares.
Mohamad Badr limpia su casa de barro en uno de los barrios afectados de Derna al mismo tiempo que habla sobre sus vecinos. “De la familia Buzid, la familia Fachiani y la familia Al Khalidi no queda nadie”, cuenta a la AFP este hombre de 23 años, con las manos y la ropa manchadas de barro.
Regresó a su casa con seis trabajadores para tratar de salvar lo que queda de muebles y pertenencias. En el techo se observan sofás, cojines, ropa, sillas, cortinas y equipos eléctricos. “Solo Dios sabe si todavía funcionan”, dice.
Relata con emoción cómo sobrevivió milagrosamente en la noche del 10 de septiembre después de estar rodeado por el agua durante horas. “Mis vecinos gritaron hasta que murieron. Estaba oscuro y no había nadie. Era una pesadilla”, detalla.
“Mi hermano murió después de sangrar durante horas debido a una herida en el brazo causada por la caída de un objeto”, sin que nadie pudiera ayudarlo.
Rasgos irreconocibles
Cuando las olas invadieron la casa familiar, se aferró al equipo de climatización. El agua seguía subiendo, dejando solo un pequeño espacio bajo el techo para poder mantener la cabeza fuera del agua. Casi se ahoga cuando el aire acondicionado se desprendió, pero pudo aferrarse a un sofá flotante.
Esperó horas antes de que el nivel del agua, que dejó huellas aún visibles en las paredes, comenzara a bajar después de que se detuviera la fuerte inundación. Sus padres, su cuñada y sus tres hijos sobrevivieron, pero no tiene noticias de sus tíos ni de sus familias. Treinta y dos en total.
El edificio donde vivían se derrumbó y sus escombros son inaccesibles. “Sus cuerpos tal vez fueron encontrados, pero nadie pudo identificarlos. Con el tiempo, ya no se reconocen los rasgos”, confiesa.
Durante los primeros días, los equipos de rescate y los voluntarios enterraron precipitadamente cientos de cuerpos en fosas comunes sin identificarlos, lamentan las autoridades, afirmando haber empezado a recoger muestras de ADN de las víctimas con la esperanza de poder conocer su identidad más adelante.
En otro barrio de la ciudad, Mahmud Erqiq, de 50 años, ofrece agua potable y refrescos a los socorristas. Con los ojos empañados, enumera las familias vecinas de las que no tiene noticias. “La familia Karaz, la familia Bu Chatila, la familia Ghariani, la familia Snidel, la familia Tashani...”, lamenta. El día después de las inundaciones “recuperé 20 cuerpos en mi barrio”, afirma.
El departamento de Mahmud, situado en un piso superior, escapó a la catástrofe, pero perdí “mi fuente de subsistencia” explica, mostrando la ubicación del taller, totalmente destruido, en el que ejercía como tornero fresador.
A su lado, Milud Busertia, de 40 años, aparentemente todavía en estado de shock, dice haber perdido a 25 miembros de su familia. “Nuestro edificio se derrumbó. Había 25 personas dentro y todas murieron”, cuenta el hombre, que no estaba en casa cuando ocurrió el drama. Afirma haber perdido “hasta 70″ de sus familiares en otras partes de la ciudad.
*Con información de la AFP.