El ejército de Israel anunció hace unas horas que daba por terminada la operación de dos días en Yenín, en Cisjordania ocupada, que dejó 12 palestinos y un soldado israelí muertos y provocó hostilidades en la Franja de Gaza.
Este operativo, el más importante en años acometido en este territorio ocupado por Israel desde 1967, se había iniciado el lunes, con el despliegue de cientos de soldados, drones y excavadoras del ejército.
“La operación está oficialmente terminada y los soldados han dejado la zona de Yenín”, en el norte de Cisjordania, dijo a la AFP una portavoz militar, precisando que sus tropas empezaron la retirada el martes 4 de julio por la noche.
Doce palestinos y un soldado israelí fallecieron durante el asalto al campo de refugiados de Yenín. Además, cien palestinos resultaron heridos, según el ministerio palestino de Sanidad. Esta ciudad y su campo de refugiados, bastión de grupos armados palestinos donde viven 18.000 personas, son blanco recurrente de operaciones israelíes.
Los soldados israelíes se fueron de Yenín, en Cisjordania ocupada, pero dejaron las huellas de su mortífera operación militar: casas destrozadas, autos calcinados y calles cubiertas de escombros, cristales y casquillos de bala.
“No hay electricidad, ni agua, no hay nada”, dice Siham al Naaja, una mujer de 53 años, mientras muestra su apartamento. En el interior, las ventanas están rotas, los muebles tumbados, y el suelo está recubierto de objetos.
Naaja señala el azúcar esparcido en la cocina y un juguete de plástico roto en otra habitación. Esta mujer acusa a las fuerzas israelíes de haber robado dinero y oro que pertenecía a su familia. Contactado por AFP, el ejército no quiso hacer comentarios sobre estas acusaciones.
Muchos palestinos consideran que tienen el derecho de defenderse contra una potencia ocupante, y numerosos carteles en los muros de Yenín rinden homenaje a los “mártires” de la lucha armada.
El norte de Cisjordania, bastión de grupos armados palestinos, ha sido escenario en múltiples ocasiones de incursiones israelíes. Pero la operación en Yenín de esta semana es la más violenta en años, con cientos de soldados desplegados, drones y buldócers militares destrozando calles.
Israel afirma que la incursión era necesaria para combatir contra militantes palestinos, sus infraestructuras y depósitos de armas.
Según Mahdi Jalysa, de 18 años, la población fue tomada por sorpresa, “no teníamos comida”, dice, mientras fuma un cigarrillo entre restos de casquillos.
- Efectos psicológicos -
“El ejército entró en el campamento, lo primero que hicieron fue (lanzar) bombardeos”, recuerda este chico, que señala una bolsa de comida con inscripciones en hebrero, abandonada según él por los soldados.
En el barrio devastado, los escombros se acumulan en las carreteras, junto con cables eléctricos derribados y charcos de gasolina. Arrodillado cerca de una de los numerosos coches destrozados, un hombre intenta recuperar algunos objetos del maletero del auto que, según él, es de su hermano.
Unas calles más allá, una mujer apila escombros cerca de su casa, donde se produjo un bombardeo israelí, explica. Los muros del edificio de enfrente están ennegrecidos.
Muchos vecinos del campamento encontraron refugio en las casas de los habitantes de Yenín.
En las entradas de los hospitales de la ciudad, donde están ingresados decenas de heridos, se acumulan pañales y comida para ayudar a la población. En el interior del campamento, Khadar Masalhah organiza la distribución de víveres.
La incursión israelí tendrá, en su opinión, consecuencias físicas y psicológicas durante mucho tiempo. Sobre todo para las personas mayores y los niños, advierte. “Durante dos días”, cuenta, “se les negó poder sonreír”.
Con información de AFP*