Trabajadores de una fábrica de jeans en la frontera de Venezuela con Colombia juegan cartas mientras esperan retomar la producción, detenida por más de dos horas por uno de los cortes eléctricos que desde hace años apagan la actividad industrial en la zona.
Con vistas a una inminente reapertura de la frontera, aún sin fecha, los apagones, la pobre vialidad y la falta de financiamiento son problemas que preocupan a los pequeños fabricantes de la fronteriza población de Ureña (estado Táchira, oeste), que han sobrevivido a duras penas al cierre de los cruces binacionales.
La llegada de Gustavo Petro a la presidencia colombiana generó condiciones para retomar las relaciones Bogotá-Caracas, rotas en 2019. Petro y Nicolás Maduro ya nombraron embajadores y ambos han expresado disposición para “restablecer la normalidad” en la frontera de 2.200 km, castigada por grupos armados y el contrabando.
“Tenemos que estar preparados”, dice Fernando Grajales, dueño de esta fábrica de pantalones, que pide soluciones para las fallas de servicios públicos y el deterioro de infraestructura en años de parálisis. “Necesitamos vías, necesitamos electricidad, necesitamos agua, necesitamos grandes inversiones”, agrega el empresario de 49 años, miembro de la cámara local de Industria y Comercio.
Esta frontera era una de las más activas de Latinoamérica, pero el tránsito de vehículos de carga se restringió en 2015, tras un ataque a una patrulla militar venezolana, y fue bloqueado por completo en medio de violentos disturbios en 2019, cuando el gobierno de Iván Duque reconoció al dirigente opositor Juan Guaidó como “presidente encargado” de Venezuela por cuestionamientos a la reelección de Maduro.
“Hemos estado ahí, como dicen, a la deriva, trabajando contra la corriente”, lamenta Juan Pimiento, de 52 años, otro fabricante de ropa en Ureña. El intercambio comercial entre Venezuela y Colombia, que rozaba los 7.200 millones de dólares en 2008, apenas llegó a 400 millones en 2021, según la Cámara de Integración Colombo-Venezolana (CAVECOL), que maneja proyecciones de 800 millones a 1.200 millones de dólares este año, tomando en cuenta el impacto que podría tener la reapertura de la frontera.
“Ya aguantamos lo malo”
La emigración, con la salida de seis millones de venezolanos en los años recientes, según la ONU (1,8 millones de los cuales eligieron Colombia como destino), es otro dolor de cabeza. “Se me fueron a Colombia varios trabajadores que tenían conmigo años (...), casi que yo mismo me pongo a coser”, cuenta Carlos Carrillo, de 51 años, socio de Pimiento.
Obreros haciendo labores manuales a oscuras, entre maquinaria apagada, y fábricas con rejas bajadas eran imagen común en la zona industrial de Ureña tras el apagón del miércoles. “Es el pan de cada día”, se queja Carrillo. Autoridades nacionales y regionales tuvieron una reunión con empresarios, industriales y comerciantes horas antes.
“Tenemos que adecuar la infraestructura y los servicios”, reconoció el gobernador de Táchira, el oficialista Freddy Bernal, quien cree que la apertura de la frontera traería a corto plazo un aumento de 4.000 millones de dólares en el comercio. Pidió, sin embargo, paciencia: “No lo vamos a hacer de un día para otro”
Los puentes limítrofes en Táchira siguen cerrados al paso de vehículos, limitados al cruce peatonal. Se mantienen en el puente de Tienditas, en Ureña, gigantescos contenedores que bloquean la vía, puestos por militares cuando Guaidó lideró en 2019 el fallido intento de pasar cargamentos de alimentos y medicinas enviados por Estados Unidos, que el gobierno de Maduro calificó como el pretexto para “una invasión”.
Pese a las dificultades, los productores tienen esperanza en la reactivación de la frontera. “Ya aguantamos lo malo (...), a ver qué nos llega en el futuro”, espera Pimiento.
**Con información de la AFP