SEMANA: ¿Qué hay detrás de este libro ‘¿Cómo salir del pozo?’?
Andrés Oppenheimer: Todos mis libros anteriores han sido sobre política, economía, innovación, educación. Y este libro surge de lo que pasó hace seis años, más o menos, con las revueltas sociales en Chile, Perú y Colombia, que me hicieron preguntarme qué está pasando en los países más estables de América Latina que hay tanta gente inconforme. Por ejemplo, Chile es como el modelo a seguir en la región. Y de repente, la gente se abrió en la calle a protestar masivamente. Lo mismo después en Perú y en Colombia. Lo que hice en esta investigación fue ir a los países más felices del mundo y a los que están haciendo las cosas más interesantes para mejorar la situación de vida, y ver qué están haciendo los gobiernos, las empresas y las escuelas para aumentar la felicidad de la gente.
SEMANA: ¿Qué cosas vio durante esos viajes alrededor del mundo?
A.O.: Hay cosas fabulosas que podemos copiar de otros países. En Inglaterra, el gobierno mide la felicidad de la gente de una manera muy barata y muy efectiva: incluyen una pregunta en el censo, y es cuán satisfecho estás con tu vida en una escala de uno a 10. Y con base en eso, ubican qué zonas están menos felices. En India, dan clases diarias de felicidad a todos los niños una hora por día, en las que les enseñan a meditar, a tolerar los fracasos de la vida y a luchar contra la corrupción.
SEMANA: ¿Cómo está Colombia en temas de felicidad?
A.O.: Los colombianos son mucho menos felices de lo que creen. Porque en el ranking mundial de satisfacción de vida que saca todos los años el World Happiness Report está de 72 entre 143 países evaluados. Hace cuatro años estaba en el puesto 44. Esto rompe con lo que muchos piensan desde acá. Y el motivo por el que hay esa creencia errónea es que las encuestas que muestran a Colombia como un país feliz no son encuestas de satisfacción de vida sino de alegría. La sensación de felicidad es un fenómeno permanente que tiene que ver con tus condiciones de vida, que incluyen si tienes un buen salario que cubre tus necesidades básicas, si tienes un seguro de salud y si tus necesidades básicas están satisfechas.
SEMANA: Teniendo en cuenta el caso de Chile, ¿cómo pasa de ser ese ejemplo en la región a ser parte de las revoluciones de hace unos años?
A.O.: Muchos políticos le dijeron a la gente que Chile ya estaba en las puertas del primer mundo. Y la gente que no llegaba a fin de mes o que vio que su jubilación no alcanzaba salió a la calle a protestar. Entonces, yo creo que fue un choque de expectativas incumplidas, más que nada. Pero no es un fracaso como lo de Venezuela, que está hasta el final de los rankings de felicidad, junto con Zimbabwe. Una prueba más de que la miseria económica conduce a una mayor infelicidad.
SEMANA: ¿Cómo ve el caso colombiano con Gustavo Petro y esa cercanía a Venezuela?
A.O.: Vamos a ver, porque yo creo que Lula en Brasil se ha dado cuenta de que su alianza con Maduro no le conviene tanto a su proyecto político de que la izquierda se quede en el poder. Creo que por lo menos se dio cuenta de que Maduro y el desastre venezolano son deductivos, políticamente radiactivos, y Petro, que creo que es un hombre inteligente, se va a tener que dar cuenta tarde o temprano de que su alianza con Maduro le va a explotar en la cara.
SEMANA: ¿Cómo interpreta la llegada de Javier Milei y la candidatura de Donald Trump?
A.O.: Es producto de un momento histórico en que están ganando los extremos y están perdiendo quienes postulan la moderación y el sentido común. Esto porque estamos viviendo en una época en que gana el que tiene más clicks, el que dice la cosa más atrevida, aunque sea falsa. Entonces Trump es una fábrica de mentiras que lanza constantemente, todos los días, y eso lo mantiene en el centro de las agendas mediáticas. Y eso está pasando en la izquierda con Petro, como en la derecha con Trump y con Milei. Yo espero, ojalá, que las aguas vuelvan a su curso y retornemos al mundo en que la gente se dé cuenta de que estamos siendo bombardeados por buscadores de clicks y empecemos a usar más la cabeza.