Luego que un adolescente de 18 años abrió fuego el martes en una escuela primaria de Texas, las autoridades informaron que subió a 21 el número de muertos por este tiroteo en Estados Unidos: 18 niños y 3 adultos son las víctimas confirmadas.
El ataque en Uvalde, Texas, una pequeña localidad a una hora de la frontera con México, es el último de una ola de tiroteos mortales en Estados Unidos, donde el horror por la violencia armada no ha logrado impulsar suficientes acciones para ponerle fin.
El gobernador de Texas, el republicano Greg Abbott, dijo que se creía que el atacante, identificado como Salvador Ramos, le disparó a su abuela antes de dirigirse a la Escuela Primaria Robb alrededor del mediodía, abandonar su vehículo e ingresar con una pistola y posiblemente también un rifle.
“Disparó y mató, de manera atroz y sin sentido”, dijo Abbott en una conferencia de prensa.
El gobernador dijo que el sospechoso, a quien describió como un adolescente local y ciudadano estadounidense, también había “fallecido”, y agregó que “se cree que los policías que respondieron lo mataron”.
El tiroteo fue el más mortífero desde que 14 adolescentes y tres adultos fueran asesinados en una escuela secundaria en Parkland, Florida, en 2018, y el peor en una escuela primaria desde el tiroteo de Sandy Hook en Connecticut en 2012, en el que murieron 20 niños y seis empleados. La vicepresidenta de Estados Unidos Kamala Harris pidió “actuar” para el control de armas.
“Nuestros corazones se siguen rompiendo”, dijo, refiriéndose a los tiroteos en escuelas. “Tenemos que tener el coraje de actuar”.
La Casa Blanca ordenó que ondearan banderas a media asta por las víctimas, cuyas muertes provocaron una gran conmoción.
“El presidente Biden ha sido informado”, tuiteó su portavoz, Karine Jean-Pierre. “Sus oraciones están con las familias afectadas por este terrible evento, y hablará esta noche cuando regrese a la Casa Blanca” de su viaje a Asia.
El hecho ha generado la reacción de varios políticos estadounidenses. El senador Ted Cruz, un republicano de Texas, tuiteó que él y su esposa estaban orando por los niños y las familias “en el horrible tiroteo en Uvalde”.
Pero el senador Chris Murphy, un demócrata de Connecticut, donde fue el tiroteo en Sandy Hook, hizo un apasionado llamado a sus colegas a tomar medidas concretas para evitar más violencia.
“Esto no es inevitable, estos niños no tuvieron mala suerte. Esto solo sucede en este país y en ningún otro lugar. En ningún otro lugar los niños pequeños van a la escuela pensando que podrían recibir un disparo ese día”, dijo Murphy, rogando “encontrar una manera de aprobar leyes que hagan que esto sea menos probable”.
Este mes hubo otros tiroteos masivos en Estados Unidos.
El 14 de mayo, un joven de 18 años, autoproclamado supremacista blanco, asesinó a tiros a 10 personas en una tienda en Búfalo, Nueva York, en una zona de gran población afroestadounidense.
Al día siguiente, un hombre que dijo estar “molesto por las tensiones políticas entre China y Taiwán” disparó contra la congregación taiwanesa-estadounidense en una iglesia en Laguna Woods, California, matando a una persona e hiriendo a cinco.
Pero a pesar de que se repiten los tiroteos masivos, múltiples iniciativas para reformar las regulaciones sobre armas han fracasado en el Congreso de Estados Unidos, dejando que los estados y los consejos locales promulguen sus propias restricciones.
La Asociación Nacional del Rifle (NRA) ha sido fundamental en la lucha contra la aprobación de leyes más estrictas sobre armas. Abbott y Cruz figuran como oradores en un foro organizado por ese poderoso grupo de presión en Houston, Texas, a finales de esta semana.
*Con información de la AFP.