El arzobispo anglicano emérito Desmond Tutu contribuyó a derrocar el apartheid y puso después toda su energía al servicio de la reconciliación de su país, Sudáfrica, y de los derechos humanos.

Hasta su último aliento, el distinguido premio Nobel de la Paz de 1984 impuso su silueta exigua y franqueza para denunciar las injusticias y los excesos del poder, sin importar de quien se tratara el que lo detentara.

Jamás se privó de criticar al gobierno sudafricano, aun cuando se tratara del Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés), el principal movimiento que combatió al régimen racista del apartheid y que gobierna hoy el país.

Los grandes temas de política internacional tampoco escaparon a sus críticas, fustigando a su propia Iglesia para defender los derechos de los homosexuales, abogando por un Estado palestino o señalando en septiembre de 2012 que el expresidente estadounidense George Bush y el exlíder británico Tony Blair deberían ser juzgados por la Corte Penal Internacional de La Haya por la Guerra de Irak.

Pero fue en su propio país donde sus comentarios calaron más hondo. A fines de 2011, cuando Pretoria no le otorgó a tiempo una visa al Dalai Lama, a quien él había invitado cuando cumplió 80 años, acusó al poder de haber cedido a las presiones de China.

“Nuestro gobierno es peor que el gobierno del apartheid”, dijo. “Es escandaloso que aquellos que han sufrido bajo un régimen de opresión hagan ahora este tipo de cosas”, agregó.

También protestó por el mal estado de las escuelas sudafricanas, que siguen siendo deplorables para la mayoría de los alumnos negros después de años de gobiernos del ANC.

“Si Nelson Mandela viese esto lloraría”, deploró.

Este arzobispo emérito de El Cabo se caracterizó por su franqueza, humildad, energía desbordante y, sobre todo, humor.

Flores junto a un retrato del ícono sudafricano anti-apartheid Desmond Tutu afuera de la catedral de San Jorge en Ciudad del Cabo el 26 de diciembre de 2021, luego de la noticia del fallecimiento de Tutu. (Photo by Gianluigi GUERCIA / AFP) | Foto: AFP or licensors

Cuando se le interrogó sobre su papel como conciencia moral de la nación, sonrió y dijo: “¿Me ve usted frente a un espejo diciéndome: eh, muchacho eres un ícono, ¿lo sabes? Pienso que ningún hombre al que le otorgan este honor considera que él es verdaderamente lo que la gente ve en él. Simplemente usted sigue su camino y hace lo que piensa que es justo”.

Con el mismo humor, agradeció a su familia, que le ayudó a mantener los pies en la tierra.

“Recientemente mi mujer puso una pancarta en el cuarto que decía: tienes derecho a tener opiniones equivocadas. ¡Ya lo ve! Están ahí para desinflar la gran opinión que tengo de mí mismo!”, dijo con una carcajada.

La Nación del Arcoíris

Desmond Tutu adquirió notoriedad durante el apartheid, organizando varias marchas pacíficas para denunciar la segregación, y militó por la adopción de sanciones económicas internacionales contra el régimen blanco de Pretoria.

Con el advenimiento de la democracia en 1994, le dio a Sudáfrica el apelativo de la Nación del Arcoíris y presidió durante 30 meses la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, creada para ayudar a dejar atrás las atrocidades del apartheid.

“El resentimiento y la cólera son malos para la presión arterial y la digestión”, dijo en esa época.

Desmond Tutu fustigó las incoherencias de la Sudáfrica actual, criticando públicamente al expresidente Thabo Mbeki por su gestión de la lucha contra el sida o los problemas judiciales de Jacob Zuma.

También llamó la atención de sus compatriotas sobre la violencia de la sociedad, lamentando que hubiese “perdido el sentido del bien o del mal”, y defendió a los inmigrantes durante las violencias xenófobas de 2008 en Sudáfrica.

Nacido el 7 de octubre de 1931 en Klerksdorp, a dos horas de Johanesburgo, sufrió cuando niño de poliomielitis. Marcado por esta experiencia, quiso estudiar Medicina, pero su familia no le pudo pagar esos estudios.

Ordenado sacerdote de la Iglesia anglicana a los 30 años, estudió y fue profesor en el Reino Unido y en Lesoto antes de establecerse en Johannesburgo en 1975.

(ARCHIVO) En esta foto de archivo tomada el 20 de mayo de 1998, el arzobispo Desmond Tutu (derecha) recibe ayuda de la alcaldesa de Ciudad del Cabo, Theresa Solomon (izquierda), para desatar un pergamino que proclama su Libertad de Ciudad del Cabo en el Centro Cívico de Ciudad del Cabo, siete meses después de que los concejales conservadores votaran en contra de otorgarle el honor. Cientos de Capetonianos se unieron en una "Marcha por el Arco" por las calles de la ciudad, antes de la ceremonia. (Photo by Anna ZIEMINSKI / AFP) | Foto: AFP or licensors

Cada vez más visible en la lucha contra el apartheid, su actuación le valió el Premio Nobel de la Paz en 1984.

Nombrado arzobispo en 1986, fue la primera persona negra en dirigir la Iglesia anglicana sudafricana.

Un cáncer de próstata, diagnosticado en 1997, estuvo a punto de ponerle fin a su carrera, pero este hombre de gran vitalidad continuó siendo una de las grandes figuras de la sociedad civil sudafricana a pesar de que oficialmente se retiró de la vida pública.

Luchador incansable por los derechos humanos y la democracia, Desmond Tutu vivió desde 2010 prácticamente retirado de la vida pública y una de sus últimas apariciones fue en mayo de 2021 cuando acudió a vacunarse contra la covid-19.

*Con información de la AFP.