Suecia y Finlandia son dos países históricamente neutrales. A pesar de los intensos conflictos geopolíticos sucedidos durante la Guerra Fría, ninguna de las dos naciones se había inclinado por un alineamiento directo ni con Occidente ni con Rusia.
Sin embargo, la invasión a Ucrania cambió este panorama. Ambos países anunciaron, el pasado lunes, su intención de unirse a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan) y, el pasado miércoles, entregaron un documento pidiendo su ingreso formal a esta asociación, liderada por Estados Unidos.
El secretario general de la Otan, Jens Stoltenberg, dijo que se trataba de “un paso histórico”, según informó la cadena de noticias BBC. El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también celebró la decisión. “Los integraremos rápidamente a la alianza más sólida de la historia”, fueron las palabras del mandatario.
Si bien Suecia y Finlandia cumplen los requisitos de ingreso a la Otan, entre ellos destinar al menos el 2 por ciento del producto interno bruto a gastos de defensa, aún se necesita la aprobación de todos los miembros de la organización (30) para oficializar la admisión.
Turquía, que se unió a la Otan en 1952, se ha opuesto al ingreso de estos países a la alianza, argumentando que ambos han apoyado grupos considerados terroristas por Ankara y quejándose del poco respaldo recibido en la lucha contra militantes kurdos.
Este veto de Turquía ha trastocado profundamente los planes de ingreso exprés de las dos naciones, que esperaban tener el proceso muy adelantado, y casi concretado, para finales de mayo.
¿Qué cambia?
Tanto Suecia como Finlandia ya eran importantes aliados estratégicos de la Otan. Ambos, con cercanía geográfica a Rusia e históricamente pertenecientes a su zona de influencia, mantenían una estrecha relación de seguridad con Occidente.
Los dos Gobiernos realizaban continuos ejercicios militares y daban y recibían cooperación estratégica de la alianza. Es decir, percibían muchos de sus beneficios sin necesariamente pertenecer a ella.
Lo que cambia ahora es que, en caso de una agresión –sea de Rusia o de otro país–, Suecia y Finlandia podrían invocar el artículo 5 de la Otan. Según este artículo, de la defensa colectiva, si un país de la organización es atacado, los otros Estados miembro pueden –y deben– intervenir de manera colectiva en su defensa.
A pesar de que al inicio de la invasión a Ucrania el presidente de Rusia, Vladímir Putin, había advertido a ambos países sobre posibles consecuencias si entraban a la Otan por amenazas a su seguridad, esta semana cambió de posición: afirmó que su ingreso no supondría ningún problema para su tranquilidad.
La posibilidad de una escalada debido a esta entrada o, en el peor de los casos, una nueva invasión argumentada en motivos de seguridad por parte de Rusia es bastante baja.
Dimitri Peskov, secretario de prensa del Kremlin, afirmó que, en comparación con Ucrania, Rusia no tiene disputas territoriales con Finlandia y Suecia.
Lo que sí podría resultar de esta unión es que Rusia quedaría más aislada de la seguridad global. La entrada de estos países podría ser la primera victoria de Occidente en este conflicto: su alianza de seguridad ha terminado por imponerse en casi toda Europa.