Una desatinada decisión le está costando a la enfermera inglesa Penelope Williams el chasco de su vida.
En octubre de 2019, ella comenzó a trabajar en el Betsi Cadwaladr University Health Board, en Wrexham, la organización de salud más grande de Gales, como enfermera certificada en hemodiálisis.
Allí solía asistir un individuo que solo se ha identificado como Paciente A, para someterse a frecuentes sesiones de diálisis, como se lo exigía una condición renal de la que padecía.
Como esa es la especialidad de Williams, ella empezó a atenderlo, pero traspasaron los límites y, en enero de 2021, empezaron a tener una relación.
Ello a pesar de que ella es casada y sabía muy bien que las normas le impedían tener con el paciente una cercanía de esa índole.
Los amantes siguieron con su romance prohibido, pero un año después la situación se les saldría de las manos con fatales consecuencias.
Una noche, pasadas las 10:30, tuvieron un nuevo encuentro clandestino en el parqueadero del hospital privado Spire, pero la suerte de otras veces no los acompañó.
En medio de su reunión dentro del auto de uno de ellos, pasados unos 40 minutos de haber llegado, el Paciente A empezó a sentirse muy mal hasta que se desmayó con los pantalones en los tobillos.
Williams concluyó que el hombre estaba sufriendo un ataque al corazón y, a pesar de sentirse muy angustiada, no llamó a una ambulancia, que era lo más indicado, sino que prefirió confiarle su truculenta situación a una amiga enfermera, llamada en los documentos oficiales Colega Uno.
La amiga trató de calmar a Williams y le dijo que primero llamara una ambulancia y que luego le aplicara los primeros auxilios al Paciente A, mientras ella llegaba para ayudarla.
La enfermera Williams, sin embargo, no pidió la ambulancia, sino que solo trató de reanimar a su amante semidesnudo.
Cuando la Colega Uno llegó al sitio, encontró al Paciente A inconsciente y decidió llamar a la ambulancia y a la Policía de inmediato. Así mismo, trató de reanimar al paciente con resucitación cardiopulmonar.
Finalmente, llegó la ambulancia y uno de los primeros detalles que notaron los paramédicos fue que, cuando lo sacaron del carro, el paciente tenía los pantalones abajo.
Luego de todos los intentos, el Paciente A murió, víctima de un ataque al corazón y enfermedad renal crónica.
La dudosa situación tendió un manto de duda sobre Williams y una de las consecuencias fue que el Nursing and Midwifery Council la sometiera a un proceso disciplinario que acaba de dar sus resultados.
Cuando le llegó el momento de dar su versión de los hechos, en principio ella no contó la verdad.
Interrogada sobre por qué se encontraba con el Paciente A en ese lugar y a esas horas de la noche, ella contestó que él se había comunicado con ella por Facebook para pedirle ayuda porque no se estaba sintiendo bien.
Contó, además, que como conocía su situación de salud, resolvió acudir a su llamado.
No obstante, Williams terminó por confesar que estaba sosteniendo una relación con el Paciente A y que esa noche habían quedado de verse en el parqueadero del hospital privado.
Explicó que cuando sucedieron los trágicos hechos, llevaban unos 40 minutos “solo hablando”, cuando el hombre empezó a quejarse y murió.
Ahora, el consejo de su especialidad la acaba de suspender por 18 meses, bajo graves señalamientos.
Específicamente, dijo la institución, Penelope Williams rompió tres reglas: involucrarse íntima y/o sexualmente con el Paciente A, comunicarse por Facebook o por teléfono con él y encontrarse para sostener un encuentro con él en un lugar distinto al punto de atención.
De igual modo, el consejo subrayó que ella puso al paciente en riesgo al no llamar a la ambulancia a tiempo.
“La señora Williams ha desacreditado la profesión de enfermería y ha violado uno de los principios fundamentales de la misma al participar en una relación íntima con un paciente que infringe las claras orientaciones sobre límites sexuales”, dijo el consejo.
En mayo del año pasado, el Betsi Cadwaladr University Health Board la había despedido luego de hacer las mismas consideraciones sobre el caso.
Pasado el año y medio de la sanción, Williams, quien tiene 42 años, deberá volver a iniciar la solicitud de su licencia como enfermera.
No es la primera vez que se oye este año de una enfermera con problemas con la justicia por irse a la cama con un paciente.
En mayo pasado, un tribunal federal de Tennessee, Estados Unidos, seguía adelante con un proceso en contra de una enfermera que no se acostaba con uno, sino con dos pacientes.
La mujer no fue identificada, pero sí se supo que su registro como profesional había sido expedido en Dyersbur y que trabajaba en un centro médico llamado Convenient Care Clinic.
Su caso se agrava porque ella no solo asumió una relación nada ética con su paciente, lo mismo que Penelope Williams, sino que además abusó de su capacidad para recetar medicinas.
En medio de la epidemia de los opiáceos que vive Estados Unidos, ella les suministró a sus amantes drogas controladas.
Específicamente, los favoreció recetándoles lo que se conoce entre los adictos a estas drogas como la “Santísima Trinidad”, una mezcla de benzodiacepinas catalogada por los expertos como “peligrosa” para quienes la consumen.
Las cifras de los ilícitos de la enfermera del sur de Estados Unidos resultan escalofriantes e indignantes, en medio de la crisis que vive el país con un número cada vez más creciente de adictos.
De 2017 a 2021, firmó más de 50.000 recetas de sustancias controladas, incluidas más de dos millones de pastillas de hidrocodona y unas 900.000 de benzodiacepinas.
En su respuesta a la acusación y en busca de un acuerdo con la fiscalía, la enfermera admitió que recetó ilegalmente 3.525 gramos de hidrocodona, 3.600 gramos de oxicodona, 1.800 gramos de anfetaminas y 120 unidades de alprazolam, todas, al parecer, para calmar las necesidades de adictos.
En cuanto a sus amantes, está por verse si las recetas para ellos fueron legales o ilegales.
En todo caso, a la enfermera sureña, lo mismo que a su colega de Gales, su conducta le costó, por un lado, el puesto de trabajo.
Así mismo, el Comité de Enfermería de Tennessee la acusó de no ser una profesional en su trabajo, por establecer relaciones inadecuadas con sus pacientes y llevar juguetes sexuales al sitio de trabajo, donde tenían lugar sus encuentros eróticos.
En 2021, esa entidad dijo que su conducta fue tan deplorable, que se necesitaba una acción urgente, lo que significó la suspensión fulminante de su licencia, en aras de proteger la salud pública, la seguridad y el bienestar.
Ahora, podría salir de juicio con una condena de hasta 20 años de cárcel por cada cargo de distribución de sustancias controladas.