Cuando Donald Trump logró salir indemne de su segundo proceso de destitución, parecía que la última esperanza de judicializar al exmandatario se había escapado. Gozando de tal impunidad, muchos prefirieron pasar la página, entre ellos Joe Biden, que pidió dejar el trago amargo de la presidencia convulsionada de Trump en el pasado. Pero ahora el magnate es más vulnerable que nunca. Dejar la Casa Blanca fue lo que sus detractores necesitaban para tomar cartas en el asunto e investigarlo por sus turbios comportamientos en su breve carrera política.
El panorama no es favorable para Trump. Según The Washington Post, tiene 29 demandas y seis investigaciones en su contra. Tres investigaciones están relacionadas con el asalto al Capitolio del 6 de enero. En Washington, el fiscal general demócrata Karl A. Racine aún investiga si Trump violó una ley del distrito relacionada con “incitar o provocar violencia”. Pero los mayores problemas del exmandatario no están relacionados con el aciago incidente del 6 de enero.
Las demandas e investigaciones que pesan sobre el magnate lo encuentran en un momento en que sus empresas están en horas bajas, por cuenta tanto del impacto de la pandemia como por su cuestionada administración. Sus hoteles y complejos turísticos han sufrido grandes caídas. En la Torre Trump, en Manhattan, Tiffany & Co. desocuparía el espacio, lo que se sumaría a que Marc Fisher Footwear no paga el alquiler desde noviembre, acumulando una deuda de 1,4 millones de dólares.
Por su parte, Letitia James, fiscal general de Nueva York, adelanta las investigaciones más complicadas para Trump. Desde 2019, James se ha centrado en dos propiedades por las que Trump reclamó 46 millones de dólares en deducciones fiscales, cediendo parte del valor de su tierra. El problema estaría en el valor que Trump habría dado a las exenciones fiscales federales, que podrían estar infladas.
El equipo de James sigue el caso del hotel de Trump en Chicago por un movimiento extraño con el que un prestamista le perdonó más de 100 millones de dólares en deuda. Y también podría haber engañado a prestamistas potenciales para la construcción de la Torre Trump en el número 40 de Wall Street, enviando “declaraciones de la condición financiera” que exageraban sus activos y minimizaban sus deudas. Para ello, James ha tomado declaraciones de Allen Weisselberg, director financiero de Trump desde hace mucho tiempo, y de Eric Trump, hijo del expresidente.
Por su parte, Cyrus R. Vance Jr., fiscal del distrito demócrata de Manhattan, también sigue los affaires de Nueva York y Chicago, así como inconsistencias en las propiedades del expresidente en Miami. Tras la salida de Trump de la presidencia, y luego de años de litigio, Vance ahora cuenta con las declaraciones de impuestos del magnate, que contienen información valiosa sobre sus negocios y que podrían sentenciarlo de una vez por todas, aunque el futuro de estas investigaciones promete ser de largo aliento.
A todo se suma que ahora Trump no cuenta con la impunidad que le otorgaba, tanto en la forma como en el fondo, ser presidente. El bufete de abogados Seyfarth Shaw, que lo representó en algunas de estas disputas, renunció tras los incidentes en el Capitolio. Y los abogados que lo defendían de una demanda por usar indebidamente el agua del río Chicago en uno de los hoteles Trump también renunciaron, aunque no dieron el motivo. En todo caso, queda claro que Trump, lejos de los reflectores que otrora le otorgaba su presidencia y tras haber hundido sus pies en el barro, es más vulnerable que nunca.