Mohsen Fakhrizadeh, el científico iraní asesinado en un atentado que Irán atribuye a Israel, es uno de esos hombres prácticamente desconocidos que adquieren notoriedad póstuma. A diferencia del prominente general Qasem Soleimani, dado de baja en un ataque de Estados Unidos en Irak a comienzos de este año, el perfil de Fakhrizadeh era discreto, aunque representaba una pieza clave en la disputa en la región. En abril de 2018, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, lo señaló como jefe del programa nuclear secreto iraní, y los medios estadounidenses lo calificaron en su momento como el “objetivo número uno del Mosad”, el servicio de inteligencia exterior israelí. En Irán era, en términos prácticos, viceministro y jefe de la Organización de Investigación e Innovación Defensiva, un experto en la “defensa antiatómica”. Su muerte causó conmoción nacional y multitudinarias movilizaciones. Es considerado desde ahora un mártir de la República Islámica. Para muchos observadores de Medio Oriente, su muerte podría traer consecuencias realmente catastróficas.
En Irán están convencidos de que Israel es culpable del atentado. El almirante Alí Shamkhani, secretario del Consejo Supremo de Seguridad Nacional de aquel país, implicó a Israel y a los Muyahidines del Pueblo en el asesinato, ocurrido cerca de Teherán: “Fue una operación compleja con recursos de material electrónico”. Agregó que los Muyahidines, grupo considerado terrorista por Irán, “estuvieron necesariamente implicados”, pero enfatizó en que el “elemento criminal formó parte del régimen sionista y el Mosad”. Por su parte, durante los funerales de Fakhrizadeh en Teherán, el general y ministro de Defensa, Amir Hatami, lamentó, en medio de lágrimas, que “si nuestros enemigos no hubieran cometido este vil crimen y derramado la sangre de nuestro querido mártir, habría permanecido desconocido”.
El discurso iraní tras el atentado ha sido fulminante. Acusando a Israel de querer sembrar el “caos”, el presidente Hasán Rohaní prometió una respuesta al asesinato de Fakhrizadeh “a su debido tiempo”.
Muchos temen que la amenaza se extienda al terreno del terrorismo nuclear. Desde la victoria de Joe Biden en las elecciones estadounidenses, Rohaní ha mostrado su voluntad de salvar lo que se pueda del acuerdo nuclear. Pero con la muerte de Fakhrizadeh las intenciones podrían irse al suelo. Sobre todo porque buena parte del país le exige venganza.
El Parlamento iraní, aprovechando el momento de conmoción, aprobó una ley que acelera el programa de enriquecimiento de uranio, el cual instiga a los miembros del acuerdo nuclear a mitigar las sanciones sobre Irán de una vez por todas. También están dispuestos a detener las inspecciones internacionales en los emplazamientos nucleares, señal de otro posible retroceso en los compromisos adoptados en el acuerdo firmado en 2015 con las grandes potencias. El presidente del Parlamento, Mohamad Bagher Ghalibaf, pidió el domingo “una fuerte reacción” que asegure “disuasión” y “venganza”. Y en un comunicado firmado por todos los diputados, aseguran que “la mejor respuesta” a los actos de “terrorismo y sabotaje” de Israel, Estados Unidos y sus aliados es “revivir la gloriosa industria nuclear de Irán” al dejar de aplicar el protocolo adicional del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA). Rohaní se opone a las decisiones del Parlamento, pero en un clima tan caldeado podría verse con las manos atadas.
Con la puesta en marcha de estas leyes, la alarma ante una nueva amenaza nuclear es inminente, y desde Irán han concebido razones para sentirse atacados y dispuestos a devolver el golpe. Las sanciones impuestas por Washington durante el periodo de Donald Trump sumieron a la economía iraní en una dura recesión, llevándolo a suspender el cumplimiento de la mayoría de sus compromisos, excepto el acceso a los inspectores del OIEA. Para el director general de este organismo, Rafael Grossi, Irán no tiene nada que ganar con la detención de las inspecciones de sus sitios nucleares, ya que es “esencial dar al mundo las garantías necesarias y creíbles de que no hay ninguna desviación del programa nuclear para usos militares”. Y agrega: “Comprendemos la angustia, pero al mismo tiempo está claro que nadie, empezando por Irán, tendría nada que ganar con una disminución, limitación o interrupción del trabajo que hacemos juntos”.
Hasta ahora, el OIEA no ha recibido ninguna señal por parte de las autoridades iraníes respecto a un cambio en las inspecciones de los sitios nucleares, pero el margen de maniobra para impedir la restricción y una arremetida seria por parte de Irán parece cada vez más limitado. El presidente electo Joe Biden dijo que quiere que Estados Unidos vuelva al acuerdo de Viena, uno de los logros del expresidente Barack Obama. En su momento, el acuerdo le ofreció a Teherán una flexibilización de las sanciones internacionales a cambio de garantías, verificadas por el OIEA, que daban crédito del carácter exclusivamente pacífico de su programa nuclear. Pero Trump retiró unilateralmente a su país del acuerdo en 2018 y devolvió las duras sanciones económicas. Como apuntaba un editorial de The Guardian, “El atentado parece tener menos que ver con la actualidad en Irán que con la política en Estados Unidos y, sobre todo, Israel, donde Netanyahu está tanteando sus posibilidades electorales. El daño real no es solo para el programa nuclear iraní, sino para la diplomacia”.
En cualquier caso, Biden tendrá poco tiempo entre su toma de posesión (20 de enero) y las elecciones presidenciales iraníes (18 de junio) para inclinar la balanza a favor de Rohaní y calmar las aguas, sobre todo en medio de la tensión tras la muerte de Fakhrizadeh. Además, los conservadores son favoritos en esos comicios tras su victoria en las elecciones legislativas de febrero, a expensas de la alianza de moderados y reformistas que apoyan a Rohaní. Su victoria podría dar un vuelco a los planes de Biden de traer la calma.
Adicionalmente, tampoco cayó bien la supuesta reunión secreta que sostuvo hace unas semanas Netanyahu con el príncipe heredero saudí, Mohamed bin Salmán, una fuerte declaración de intenciones por parte de Israel, Estados Unidos y los árabes del golfo en su disputa contra Irán. Tras las intensas emociones despertadas por el atentado contra Fakhrizadeh, el ministro de Exteriores iraní, Mohamad Javad Zarif, aseguró que su país cumplirá con el acuerdo nuclear si Estados Unidos retira todas sus sanciones, pero “necesitamos una muestra de buena fe por parte de Biden”.
Por su parte, la Unión Europea (UE) prepara una reunión extraordinaria de los ministros de relaciones exteriores de los firmantes del acuerdo. Según Josep Borrell, alto representante para la Política Exterior de la UE, buscarán reactivar el acuerdo, pues es “la única forma de evitar que Irán se convierta en una potencia nuclear”.
En todo caso, el atentado abrió de nuevo una herida que no había sanado por completo desde la operación militar contra Soleimani. Si la Unión Europea no logra aliviar la tensión, tendrá que rezar para que la disputa se mantenga en tregua, al menos hasta que Biden llegue en enero a la Casa Blanca e intente persuadir a Irán del error que cometería si juega a intimidar al mundo con su arsenal nuclear.