Sin importar que su presencia causara más estragos en Kenosha, el presidente Donald Trump se presentó en la capital de Wisconsin para hablar con las autoridades locales sobre las manifestaciones antirraciales que se han presentado desde que un policía disparó siete veces por la espalda a Jacob Blake, en presencia de sus tres hijos.
La visita se da horas después de que la Policía matara a tiros a un afroestadounidense en Los Ángeles, generando temores de nuevos disturbios. Aunque el gobernador demócrata Tony Evers le pidió a Trump no ir a la ciudad para no encender los ánimos a favor y en contra de su llegada, el mandatario hizo caso omiso en pro de instaurar su mantra de "ley y orden" en el estado. Como lo temía Evers, uno de los primeros comentarios del presidente fue decir que se estaba presentando "terrorismo doméstico" en Wisconsin, aludiendo a los enfrentamientos de manifestantes contra la policía. “Multitudes violentas dañaron o demolieron al menos 25 negocios, quemaron edificios públicos y lanzaron ladrillos a oficiales de policía, lo cual no será tolerado por ellos. Estos no son actos de protesta pacífica sino en realidad de terrorismo doméstico”, dijo. En su intervención también resaltó la "admiración" por las autoridades del estado al deplegar la Guardia Nacional para "frenar la violencia" e, incluso, habló de la experiencia ocurrida en Minneapolis, a finales de mayo que desató protestas en todo el país. El comentario se suma al que hizo en la noche del lunes cuando indicó que apoyaba a Kyle Rittenhouse, el joven que la semana pasada mató a tiros dos manifestantes en Kenosha.
"Ustedes vieron el mismo vídeo que yo y él estaba tratando de escaparse de ellos (los manifestantes), supongo, y se cayó y le atacaron muy violentamente. Creo que estaba en muchos aprietos y probablemente le habrían matado", dijo.