Me voy sin mala voluntad y con la firme gratitud de haber tenido la oportunidad de servir al país que amo”. Con esas palabras y en medio de lágrimas, Theresa May, primera ministra del Reino Unido, confirmó lo que era un secreto a voces: su renuncia al mandato que recibió en 2016. El 7 de junio dimitirá, pero prometió estar interinamente en el cargo hasta que el Partido Conservador escoja a su nuevo líder entre el 10 de junio y el 20 de julio. Le puede interesar: Theresa May anuncia su dimisión, derrotada por un Brexit imposible Todo el mundo la quería fuera del número 10 de Downing Street: ciudadanos ansiosos por la incertidumbre que vive el país desde hace tres años, sus opositores del Partido Laborista (encabezados por Jeremy Corbyn) y los periodistas de varios medios frustrados por su incapacidad de llevar a buen término las negociaciones del enredado brexit. Pero, por encima de ellos, la presión vino de las entrañas de su partido. Los conservadores (también conocidos como tories) hicieron todo lo posible para humillar a May. En los encuentros nacionales del partido le gritaban “¡Renuncie!”, sin que ella tuviera otra respuesta que sonrojarse y dejar que las risas pasaran para retomar su discurso. ¿De dónde venía tanto enojo? A grandes rasgos, los miembros del Partido Conservador nunca le perdonaron dos errores en estos tres turbulentos años de gobierno.
Los ciudadanos a favor de quedarse en la Unión Europea exigen otro referendo. Argumentan que, ahora que se saben las consecuencias del brexit, el voto podría cambiar. El primero ocurrió en 2017. May llevaba menos de un año en el cargo y decidió, confiada por las encuestas que aseguraban poco apoyo para los laboristas, disolver el Parlamento y llamar a nuevas elecciones. La Lady Brexit quería tener una mayoría absoluta en Westminster, pero la jugada le salió al revés: al contrario de todas las predicciones, los laboristas ganaron más asientos y los tories perdieron gran parte de los suyos. Esto obligó a que May pactara con los unionistas de Irlanda del Norte para poder formar gobierno. Enfurecidos, los conservadores señalaron a May como la gran culpable. Si bien la primera ministra había demostrado ser una líder comprometida y responsable, exhibió torpeza y frialdad en tiempos de campaña. No asistió a los debates televisados y no conectó con los ciudadanos en la calle. Le sugerimos: ¿El caos del Brexit tumbará a Theresa May? Con las mayorías perdidas, y después de haber negociado el brexit con los delegados de la Unión Europea (UE) en Bruselas, lograr la aprobación de su plan en el Parlamento se convirtió en un calvario político con pocos precedentes en la historia inglesa. Así llegó la segunda derrota: en enero de 2018 su propuesta para el brexit fracasó por un total de 230 votos en contra. De nuevo, sus verdugos fueron sus compañeros de partido: 118 tories rebeldes hundieron la iniciativa. Luego, en una segunda y tercera vez, el Parlamento volvió a rechazar el plan. En esas dos ocasiones, muchos conservadores volvieron a apoyar a May, pero un creciente número de ellos radicalizaron su postura y pasaron a formar parte de los brexiters duros. Estos sostienen que May le dio muchas concesiones a Europa en las negociaciones. Por eso, apoyan una de dos soluciones: o Reino Unido se sale sin perder sus privilegios con la UE, o sencillamente sale del bloque de los 28 sin acuerdo pactado. Estos brexiters duros le guardan rencor a May por haber cambiado de orilla en estos años. Medios como el diario The Guardian recuerdan que entre 2016 y 2017 la primera ministra afirmó en repetidas ocasiones que “no tener acuerdo siempre será mejor a tener un mal acuerdo”. Sin embargo, sus asesores cercanos le advirtieron que las consecuencias económicas de salirse de la UE sin un arreglo serían nefastas. Entre ellas, una reducción del 9,3 por ciento de la economía del país en los siguientes 15 años. Por eso, a partir de 2018 y ante la imposibilidad de aprobar su plan en Westminster, May insistió en la importancia de una salida acordada. La estocada final llegó esta semana, cuando la primera ministra insinuó que, ante un nuevo rechazo de su plan, consideraría hacer un segundo referendo, propuesta que Jeremy Corbyn impulsó insistentemente en los últimos meses. Los tories vieron esto como la gota que rebosó la copa. Como protesta, la líder de la Cámara de los Comunes, Andrea Leadsom, renunció a su puesto el miércoles. Además, figuras importantes del partido se reunieron con May para decirle que adelantara su renuncia, la cual de todas formas estaba programada para junio.
Jeremy Corbyn fracasó en acordar puntos en común con May para desenredar el brexit. Ahora, pide convocar elecciones generales. Sin recordar las estocadas que recibió de su propio partido, en su discurso del viernes May aceptó su responsabilidad: “Siempre me va a pesar el remordimiento de no haber podido cumplir con el ‘brexit’”. ¿Quién podría hacerlo? Al parecer, una buena parte de los tories le apuestan al histriónico e imprudente Boris Johnson. Alcalde de Londres durante dos periodos (2008-2016) y exministro de Relaciones Exteriores de May, este euroescéptico de vieja data es uno de los responsables de las mentiras que facilitaron el triunfo del brexit.
Boris Johnson criticó fuertemente a May siempre que pudo. Sus columnas en The Telegraph la pintan como una líder inepta y débil. Asegura que solo él puede resolver el brexit. Aunque hay otros opcionados como Andrea Leadsom o el exnegociador para el brexit Dominic Raab, solamente Johnson puntea en una reciente encuesta del partido: tiene el 39 por ciento de aprobación entre los tories (Raab alcanza el segundo puesto con solo el 13 por ciento). En contexto: Miles de manifestantes en Londres piden un segundo referéndum por el Brexit Muchos temen que Johnson llegue al poder. Ya ha dicho que “una salida sin acuerdo es la mejor solución para cumplir el voto de la gente”, lo que significaría alinearse con las ideas de brexiters duros como el nacionalista Nigel Farage. Además, como dice la analista política Polly Toynbee, “Jonhson no tiene un plan para gobernar: solo quiere el premio de Downing Street”. Una postura irresponsable ante la gravedad de la situación no solo para el Reino Unido sino para Europa y, en últimas, el mundo. Los tories lo lograron: sacaron a May. Pero la gran pregunta queda: ¿cómo resolver la tormenta del brexit?