Con el reloj en contra (tiene hasta marzo de 2019), Theresa May y su plan para salir de la Unión Europea ha enfrentado durante todo el año a los escépticos de ese bloque y a los del Partido Conservador. Tal ha sido la crisis que este miércoles, 48 de los 315 parlamentarios que hacen parte de su partido aunaron esfuerzos para  llamar a una votación que buscaba destituirla. Puede leer: La semana decisiva del ‘brexit‘ May salió indemne, pero eso no evitó que durante todo el día la libra esterlina cayera a su nivel más bajo frente al dólar desde abril de 2017. Superada la moción, ahora May no podrá ser desafiada nuevamente sino hasta dentro de un año, lo que le permitirá seguir trabajando para aprobar una salida ordenada del Reino Unido de Europa. Le sugerimos: 10 cosas que pasarían si fracasa la negociación del ‘brexit’ Dos años después del referendo en el que los británicos decretaron esa salida, los representantes del bloque comunitario y los del gobierno de la primera ministra no han podido ponerse de acuerdo sobre cómo llevar a buen puerto una separación ideal sin daños para ambas partes.   Le recomendamos: Los efectos del ‘brexit‘ La agenda sobre el divorcio entre Europa y el Reino Unido siempre ha dejado un mal sabor de boca porque el tiempo apremia y no se descarta el fracaso de las negociaciones. Aunque los europeos ya llegaron a un acuerdo con Theresa May, las tormentas que ahora enfrenta la primera ministra son de orden interno. Sobre todo por dos razones principales: la frontera de Irlanda y la industria.  En cuanto a la industria analistas consideran que es un tire y afloje esencial porque todos los estados miembros de la Unión Europea deben estar de acuerdo y todos tienen sus propias visiones sobre el camino a tomar. Para la propia Unión es vital que un estado que abandona el bloque no obtenga un mejor trato que cualquier otro estado que siga siendo miembro. Con cualquier otro mensaje Europa se arriesgaría a envalentonar las protestas antieuropeas a lo largo del bloque. Sobre la frontera irlandesa pesa un factor más relevante y a la vez explosivo: los problemas de identidad entre las comunidades protestante y católica. El Acuerdo del Viernes Santo en 1998 puso fin a las hostilidades en Irlanda del Norte, pero uno de los elementos fundamentales de este acuerdo fue el hecho de que no habría una frontera visible ya que tanto el Reino Unido como la República de Irlanda estaban en la Unión Europea. Así que ese acuerdo de paz está potencialmente amenazado por el Brexit y es la razón principal por la que Theresa May no ha obtenido el consenso que necesita para someter el acuerdo a votación en el Parlamento. Allí, los diputados se niegan a respaldar cualquier acuerdo que cause una división entre Irlanda del Norte y el resto del Reino Unido. Por esas y otras razones muchos de los que apoyan el Brexit están en contra de la idea de que el Reino Unido aún esté sujeto a cualquier tipo de reglas de Europa. De llegar a un acuerdo en ambos factores, la tarea de Theresa May no afrontaría tantas tormentas políticas. Puede que ahora la victoria que obtuvo sobre la moción de confianza la deje fortalecida, pero aún debe enfrentarse a un Parlamento que, con una oposición en auge, sabe ponerla contra las cuerdas. Sobre todo cuando habla del Brexit.