El próximo primero de mayo se cumplen diez años de la muerte de Osama Bin Laden, deceso que se dio durante una operación clandestina de los Navy Seals, una unidad de élite de las fuerzas especiales estadounidenses, realizada en la noche en la ciudad paquistaní de Abbottabad (norte), en las laderas del Himalaya.

Su repercusión fue mundial y afectó la imagen internacional de Pakistán, dejando a la luz del día las contradicciones de un país que durante mucho tiempo ha servido como retaguardia de Al Qaeda y sus aliados talibanes. Y eso, a pesar de ser víctima del terrorismo.

La Operación “Jerónimo” puso fin a diez años de búsqueda del cerebro de los atentados del 11 de septiembre, quien huyó de los estadounidenses en 2001 en las grutas de Tora Bora, en el este de Afganistán.

Sin embargo, esto no impidió que el extremismo siguiera propagándose después de 2011 en Pakistán, donde los movimientos religiosos conservadores han ganado influencia.

De hecho, durante los tres años siguientes, los grupos terroristas, entre los que destacan Tehreek-e-Taliban Pakistan (TTP, los talibanes paquistaníes), cometieron atentados sangrientos y establecieron bastiones en las zonas tribales del noroeste. Aunque fueron desalojados mediante una campaña militar lanzada en 2014 en la región fronteriza con Afganistán, lo que permitió reducir la violencia, una serie de ataques recientes hace temer un resurgimiento de estos grupos.

De este modo, el fundador de Al-Qaeda, aun después de una década de su muerte, sigue conservando la capacidad de movilizar a los extremistas incluso en una escena yihadista polarizada que ha cambiado radicalmente en los últimos años.

Bin Laden sigue siendo un ejemplo y símbolo para muchos islamistas radicales, que entendieron la importancia de la propaganda que ha ayudado a proyectar su imagen carismática mucho después de su muerte.

“Osama Bin Laden seleccionó cuidadosamente su personalidad pública para cultivar un público dedicado”, le dijo Katherine Zimmerman, asesora del Proyecto de amenazas críticas en el American Enterprise Institute a AFP.

“Su imagen, la de un musulmán devoto con vestimenta más tradicional, pero siempre con su AK-74 al alcance de la mano y, a menudo, con su chaqueta de camuflaje, fue diseñada para retratarse a sí mismo como un líder en la yihad, tanto espiritual como militarmente” añadió.

Al respecto, Colin Clarke, director de investigación del Soufan Center, una consultora de riesgos con sede en Estados Unidos, señaló que esa proyección de imagen calculada fue un total éxito, sobre todo para lograr el reclutamiento de combatientes.

“A pesar de que fue criticado en ocasiones por su amor por los medios, fue lo suficientemente inteligente como para comprender la importancia de hacer avanzar el mensaje de Al-Qaeda en las principales plataformas”, le comentó Clarke a la AFP.

Bin Laden convirtió las zonas de guerra en arenas de entrenamiento para yihadistas, con conflictos desde Bosnia hasta Chechenia y Somalia, demostrando ser un terreno fértil para los extremistas que causarían estragos fuera de sus países de origen.

“No solo amenazó con atacar a Occidente, sino que tuvo éxito y fue capaz de arrastrar a Estados Unidos a una guerra de desgaste imposible de ganar en Afganistán, tal como lo había planeado”, añadió Clarke, al referirse al esfuerzo de Occidente por derrotar a los extremistas islamistas radicales, después de los ataques contra Estados Unidos perpetrados el 11 de septiembre de 2001.

Según reseña AFP, el extremismo islámico mutó a raíz de la muerte de Bin Laden y Al-Qaeda perdió su estatus como la red yihadista más importante del mundo ante el grupo Estado Islámico, que en su apogeo controlaba franjas de Irak y Siria.

Los dos grupos, a pesar de una brutalidad compartida y un celo ideológico extremista, nunca unieron sus fuerzas y en cambio se han convertido en enemigos jurados, luchando en particular en el campo de batalla en Siria y en la vasta región africana del Sahel.

Sin embargo, Bin Laden murió antes de que ocurriera este cisma, lo que significa que su legado entre los extremistas islamistas no está manchado por la desunión que siguió.

“Dado que fue asesinado antes de 2014 y la división entre IS y AQ, todavía se lo ve favorablemente entre el cuadro de IS”, dijo Aaron Zelin, un investigador que dirige el sitio web Jihadology, especializado en analizar videos extremistas además de otro contenido.

“En cierto modo, el Estado Islámico se ve a sí mismo como el verdadero sucesor del estilo de Bin Laden”, señaló Zelin, en contraste con su sucesor Ayman al-Zawahiri, un egipcio con un perfil global mucho más bajo.

La cara de Bin Laden todavía aparece estampada en las camisetas, su nombre aparece pintado en la parte trasera de los automóviles y su efigie suele ser blandida durante las manifestaciones.

“Osama bin Laden ha sido elogiado en los medios yihadistas y todavía aparece en la propaganda”, expresó Zimmerman, quien señaló un video de militantes de Al-Shabaab en Somalia después de un ataque en diciembre pasado, que los muestra viendo un video de Bin Laden.

Esta fue “la colocación de imágenes con la intención de demostrar su conexión con su legado”, indicó.

Pese a esto y más allá de esta corriente, persiste una cierta ambivalencia. En 2019, el primer ministro pakistaní, Imran Khan, provocó un escándalo al declarar ante la Asamblea Nacional que Bin Laden murió como “mártir”, un término elogioso en la religión islámica.

“No hay unanimidad sobre Bin Laden en Pakistán. La opinión pública está dividida”, constata Hamid Mir, el último periodista en haber entrevistado cara a cara a Bin Laden a finales de 2001.

Según él, mientras algunos siguen viendo al líder de Al Qaeda como un “combatiente por la libertad”, otros lo visualizan como “una mala persona, que mató a inocentes y causó destrucción, no solo en Pakistán sino en muchos países, violando las enseñanzas del islam”.

Incluso en Abbottabad, una ciudad mediana más bien próspera y tolerante, existe una cierta ambigüedad sobre Bin Laden, cuya casa fue arrasada en 2012 por las autoridades para que no se convirtiera en un monumento.

“En esta calle hay opiniones diferentes. Algunos dicen que era bueno, otros que era malo”, cuenta otro vecino, Numan Hattak, un adolescente.

Asimismo, dentro de los círculos yihadistas, su estrategia también es controvertida, en particular su decisión de atacar a Estados Unidos, que para algunos extremistas fue una medida contraproducente.

“Todavía se lo considera un error estratégico significativo. Parte de la evidencia de esto es que muy pocos yihadistas siguen esta estrategia, y la mayoría nunca lo hizo”, dijo Glenn Robinson, autor de Jihad global: una breve historia.

Sobre todo, Al-Qaeda es ahora una marca y una franquicia, en lugar de una organización coherente con un centro de toma de decisiones. Sus sucursales están activas en el Sahel, Somalia, Yemen y Siria, pero mucho menos en Occidente, señala AFP.

* Con información de AFP