Yevgueni Prigozhin, su mano derecha Dmitri Utkin y el comandante operativo del grupo, Valeri Chekalov, murieron el miércoles cuando el avión en el que viajaban se estrelló cerca de Moscú.
Desde entonces, los movimientos rusos de extrema derecha, cercanos al sector militar, lamentan la desaparición del grupo, señaló el analista Lucas Webber, cofundador de la red de investigación Militant Wire.
“Describen una élite política y militar decadente, corrupta y desconectada de la realidad del frente. Prigozhin, en cambio, era considerado como un personaje valiente que no temía criticar a la jerarquía militar y visitaba con frecuencia a sus hombres en combate”, explicó a la AFP.
El 24 de junio, Prigozhin se sublevó contra el Estado Mayor y el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, apoderándose de cuarteles del sur de Rusia y emprendiendo una marcha de sus tropas hacia Moscú. Durante el levantamiento, el presidente ruso, Vladimir Putin, no ocultó su ira y acusó a su exaliado de “traición”.
La muerte de Prigozhin deja ahora la vía libre a Putin para repensar la estructura de este imperio paralelo (que probablemente pagó el precio de haberse creído más fuerte de lo que era) y del sector de las sociedades militares privadas rusas (SMP).
Un solo hombre
“Una lección que Putin probablemente aprendió del motín de junio es el peligro de dar tanto poder y responsabilidad (...) a un solo hombre”, escribió Catrina Doxsee, especialista en mercenarios del laboratorio de ideas CSIS de Washington.
“Aunque Rusia tratará de conservar el modelo de las SMP para su política exterior y su asistencia en materia de seguridad, es probable que el mercado se diversifique” para evitar la emergencia de un nuevo Prigozhin, añadió. Ya hay varios grupos en la lista, como Redut, Convoy o Patriot.
“Para que esto funcione, se requiere una serie de parámetros, entre ellos contar con el oído y la capacidad financiera de Putin, y disponer de una herramienta de influencia”, resume Lou Osborn, de la oenegé All Eyes on Wagner y coautora de un libro sobre el grupo. Estas sociedades “tienen mucha menos presencia y están menos formadas que Wagner, pero siguen la misma estructura”, precisa.
La investigadora ya ha notado la llegada a otros grupos de tránsfugos de Wagner y los estrechos vínculos que mantienen con el GRU los servicios de inteligencia militar rusa.
Al igual que con Wagner, el Kremlin podría jugar un doble juego. Por un lado controlar y apoyar estos grupos. Por el otro, mantener una distancia suficiente para no tener que responder ante cada una de sus acciones, sobre todo en África.
“Es probable que el Estado ruso ejerza un control más directo sobre las SMP en los países extranjeros, sin admitir totalmente que están bajo la autoridad directa del Kremlin”, analizó Aditya Pareek, del Instituto de Inteligencia Privada británica Janes.
Éxitos en Ucrania
El desmantelamiento de la milicia Wagner, de momento, se encuentra envuelto de incertidumbre. El procedimiento podría incluir “un nuevo nombre y las empresas en la órbita de Wagner podrían dividirse en entidades separadas”, según Catrina Doxsee.
También podrían ser nacionalizadas o mantenidas como organizaciones casi independientes, añadió. La lealtad del Kremlin ya no será negociable. El siniestro del miércoles en la noche “es un mensaje muy claro: ‘no me sobrepasen, es un asunto de supervivencia’”, destaca Lou Osborn.
Al mismo tiempo, Moscú no puede prescindir de una herramienta como esa, que demostró su valía a lo largo de los años en África, en Oriente Medio, y también en Ucrania, invadida por Moscú en febrero de 2022.
“Los últimos éxitos tácticos en Ucrania fueron obra de Wagner”, recuerda Maxime Audinet, del Instituto de Investigación de la Escuela Militar (Irsem) en París.
*Con información de AFP.