Es un todo o nada. A dos semanas de las elecciones, el presidente Donald Trump y su contraparte demócrata, Joe Biden, encaran una carrera contrarreloj para ganar los últimos votos en juego. El magnate, tras recuperarse del coronavirus, realizó visitas maratónicas a Pensilvania, Iowa y Florida, el estado que según la mayoría de los analistas definirá las elecciones. Biden hizo lo propio, consciente de las sorpresas que los demócratas se han llevado en varias elecciones allí. Ante las elecciones más atípicas de la historia reciente, no sorprendería que Trump, contra todo pronóstico, consiguiera ganar el estado de Florida como hizo en 2016.
Eso podría desnivelar la balanza y borrar de un tajo la ventaja en las encuestas que tiene Joe Biden. Hace cuatro años Hillary Clinton ganó el voto popular en el país, con casi 3 millones de votos más que Trump. Pero perdió por poco en Florida y de ese modo, el magnate consiguió los 29 votos que lo pusieron adelante de Clinton en el colegio electoral. No hay que olvidar que en Estados Unidos la gente no vota directamente por el candidato sino que elige un cuerpo colegiado integrado por delegados estatales.
Los demócratas tampoco olvidan el escándalo de las elecciones de 2000, cuando el reconteo de votos en Florida resultó un desastre. Aquella vez, por cuenta de unas máquinas defectuosas, la balanza se desequilibró a favor del republicano George W. Bush por encima del demócrata Al Gore. Este, a pesar de tener todos los argumentos legales para demandar el resultado, decidió reconocer la derrota para evitarle al país una larga crisis de gobernabilidad. Todo un contraste con los tiempos que corren, cuando Trump ni siquiera está dispuesto a aceptar los resultados si pierde.
En cualquier caso, los analistas creen que si Biden gana en Florida, Trump no podría remontar. Y a medida que se acerca el día de los comicios, las encuestas son cada vez más negativas para las posibilidades del magnate en este estado. Hay quienes se aventuran a decir que la carrera está sentenciada. En el promedio nacional de encuestas de opinión, Biden aventaja por casi 10 puntos porcentuales a Trump. De acuerdo con el sitio especializado RealClearPolitics, el demócrata lidera con 9,2 puntos de ventaja en el país, pero sobre todo encabeza estados claves, como Pensilvania y Wisconsin. Una encuesta nacional de NBC News/Wall Street Journal le da al demócrata incluso 11 puntos por encima de Trump.
Este hizo todo lo posible para volver al ruedo y organizar mítines lo antes posible, pero podría ser demasiado tarde. Su reacción poco seria al contraer el virus, al igual que el show que montó al volver a la Casa Blanca, no sentaron bien en quienes han visto cómo la pandemia amenaza su salud y ha cobrado la vida de sus familiares. Según varios analistas esta estrategia provocadora de Trump podría finalmente condenarlo en Florida, en donde más de 15.300 personas han fallecido por covid-19 desde el inicio de la epidemia.
Esta tendencia podría quitarle unos votos que hace cuatro años resultaron cruciales: los de los adultos mayores, los más susceptibles de morir por el virus. Las encuestas sugieren que este grupo electoral, una fortaleza republicana, se desplaza lenta pero consistentemente hacia Biden. Y Florida, con 14 millones de electores, desde hace tiempo ha tenido la mayor proporción de adultos mayores en Estados Unidos, un 20,5 por ciento, debido a que los jubilados suelen retirarse a este estado de clima subtropical. Allí, una encuesta de Quinnipiac University del 7 de octubre muestra una ventaja de Biden de 15 puntos entre los mayores de 65 años.
Trump tiene tal urgencia en Florida, que la política colombiana protagonizó un capítulo en las redes. En Twitter, el magnate publicó un video con imágenes de Gustavo Petro y de la visita de Iván Duque a la Casa Blanca, con el que acusa a Joe Biden de ser “el candidato del castrochavismo”. El video muestra a Biden junto a Bernie Sanders, su rival en las primarias demócratas y demonizado por los republicanos por sus propuestas progresistas. En el archivo también aparece Biden saludando a Nicolás Maduro, acompañado de las palabras: “Traicionó a los nicaragüenses, le dio millones a Castro, les dio la espalda a los venezolanos”, y concluye: “Con Trump derrotaremos a los castrochavistas”, un mensaje con el que el magnate corteja a los latinos en Florida.
Pero todo indica que Trump pierde terreno por su manejo de la pandemia, aunque parece vivir en un universo paralelo. Al entrar a la tarima en su mitin relámpago en Sandford, Florida, lanzó su tapabocas a la multitud, y refiriéndose a su contagio dijo: “Lo tuve y ahora dicen que estoy inmunizado. ¡Me siento poderoso!”. Luego les dijo a sus seguidores, en su mayoría sin tapabocas: “Voy a caminar en esta multitud, besaré a todo el mundo, besaré a los hombres y las magníficas mujeres”. Como le dijo a SEMANA Laurie Rice, docente de Ciencia Política en Southern Illinois University Edwardsville, “el comportamiento de Trump sigue reforzando la narrativa demócrata de que el presidente ha manejado la pandemia irresponsablemente y pone en riesgo a su público”. A los fanáticos del magnate esto parece tenerlos sin cuidado, pero es difícil que le permita ganar votos de indecisos.
Republicanos, contra las cuerdas
Con los candidatos en campaña, en el Senado se libraba otra disputa histórica. La jueza Amy Coney Barret, nominada por Trump para relevar a Ruth Bader Ginsburg, respondía los cuestionamientos de los senadores demócratas, para quienes la elección contrarreloj no es más que una jugada más del magnate para controlar los órganos del Estado.
La jurista esquivó las preguntas de los demócratas, preocupados por el futuro del Obamacare y de la famosa decisión Roe V. Wade, que permite el aborto en ciertas condiciones. Trump intentó galvanizar su base de votantes jactándose de haberla elegido por encima de las peticiones de los demócratas. La elección de la jueza está prácticamente garantizada, pero esta es la única noticia alentadora para los republicanos.
En efecto, todo indica que perderán su mayoría en el Senado. Actualmente ostentan la mayoría con 53 senadores contra 45 demócratas y dos independientes. Pero si los demócratas obtienen tres escaños y la Casa Blanca en las elecciones del 3 de noviembre, entonces este partido obtendrá el Senado, ya que eventualmente la vicepresidenta, Kamala Harris, inclinaría cualquier empate. Para el sitio web de análisis estadístico FiveThirtyEight.com, los demócratas tienen un 68 por ciento de posibilidades de recuperar el Senado.
Los republicanos están en una encrucijada. Su apoyo a Trump a tan poco tiempo de las elecciones los ha hecho tambalear en estados que tradicionalmente han sido bastiones republicanos. Las senadoras de Arizona, Martha McSally, y Cory Gardner, de Colorado, han dado respuestas esquivas sobre su apoyo a Trump. Susan Collins, de Maine, rompió recientemente con el presidente para oponerse a que presentara una candidatura a la Corte Suprema a tan poco de las elecciones. Y en Carolina del Norte, el titular republicano Thom Tillis, diagnosticado con coronavirus, pierde por unos 4,3 puntos en las encuestas frente al demócrata Cal Cunningham. Hoy, incluso estados como Iowa, Georgia, Carolina del Sur y Montana están a la deriva, algo extraordinario que podría ser la antesala de un papelón republicano en los próximos comicios. Varios más podrían estar en juego, incluidos Texas, Alaska, Kansas e incluso el escaño del líder de la mayoría republicana, Mitch McConnell, en Kentucky.
En todo caso, los sondeos también favorecían a Hillary Clinton hace cuatro años. El clima polarizado en el país podría darle una base electoral a Trump que le permita, contra todo pronóstico, mantener la esperanza de permanecer en la Casa Blanca por cuatro años más.
En la cuerda floja
Tras el incierto panorama de Trump en las encuestas, estos senadores republicanos corren el riesgo de perder su asiento en las elecciones del 3 de noviembre. Los demócratas podrían controlar las dos cámaras: