Los ojos del mundo están puestos en la situación que se vive actualmente en Europa del Este, más exactamente en Ucrania, luego de que Rusia decidiera atacar militarmente a esa nación desde el pasado jueves 24 de febrero.
Los ucranianos han resistido a los ataque rusos, pero en los últimos días la nación invasora logró tomarse una de las ciudades más importantes de esa nación: Jersón.
Las Fuerzas Armadas de Rusia, por orden del presidente de ese país, Vladimir Putin, buscan sitiar y dominar algunos de los puntos más estratégicos del Gobierno ucraniano, como lo son las plantas de energía nuclear. Este objetivo fue evidente, luego de que un bombardeo ruso provocara un incendio en la noche del jueves 3 de marzo y comienzos del viernes en la central nuclear de Zaporiyia, la más grande de Europa, a orillas del río Dniéper, aunque por el momento “no se han registrado cambios en los niveles de radiación”, según la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA).
Tras el ataque se generó un gran incendio que se mantuvo activo durante varios horas; luego de controlar las llamas, las tropas de Rusia tomaron la central y el personal garantizó “su correcto funcionamiento” con los niveles de radiación “estables”. Cabe mencionar que el incendio ocurrió en una oficina administrativa.
La planta nuclear de Zaporiyia es la más grande de toda Europa y alberga seis de los 15 reactores que suministran energía a toda Ucrania. En esta nación hay cuatro centrales nucleares activas, que suplen cerca de la mitad de la electricidad que consume el país, y varios depósitos de residuos radiactivos, como el de Chernóbil, donde tuvo lugar la peor catástrofe nuclear de la historia, en 1986.
Los 15 reactores se reparten en cuatro centrales nucleares: Jmelnitski (2), Rivne (4), Ucrania Sur (3) y Zaporiyia (6), según los últimos datos del operador ucraniano Energoatom.
Es importante mencionar que Rusia, en su primer día de invasión a Ucrania, ya se apoderó de la central nuclear de Chernóbil, lo que hace que hasta el momento el Kremlin tenga en su poder dos centrales nucleares.
Según informó la OIEA (Organismo Internacional para la Energía Atómica) en un comunicado, de las seis unidades de la central atacada en Zaporiyia, la Unidad 1 estaba apagada por mantenimiento, las Unidades 2 y 3 han sido apagadas de manera controlada, la Unidad 4 está operando al 60 % de potencia y las Unidades 5 y 6 se mantienen “en reserva” en modo de baja potencia.
Sin embargo, el director general de la agencia nuclear de la ONU, Rafael Grossi, indicó en la tarde de este viernes que aún no se ha podido tener acceso a toda la planta y que “la situación sigue siendo muy difícil” de supervisar.
Algunos expertos alertan del riesgo que implica la antigüedad de este tipo de reactores. Según la Asociación Nuclear Mundial, todos los reactores son del tipo VVER ruso, modelo que fue desarrollado por la antigua URSS en la década de los 80. Doce de ellos fueron diseñados para tener una vida útil de 30 años, es decir, hasta el año 2020. Sin embargo, la empresa estatal ucraniana Energoatom alargó su vida útil por 10 años más y se extendieron licencias para su actividad.
Bob Rosner, físico de la Universidad de Chicago, explicaba a la revista Wired que la mayoría de las plantas nucleares en Ucrania comenzaron a construirse en la década de los 80. El acero es su componente principal, pero cuando es bombardeado con neutrones durante muchos años “se vuelve quebradizo y puede romperse” por lo que necesitan una “vigilancia constante”.
Expertos recalcan que los mantenimientos y la supervisión de estas plantas nucleares pueden verse afectadas por los constantes enfrentamientos entre militares rusos y ucranianos, además de los ataques que se pueden registrar hacia estas zonas.
Otro riesgo, mencionado por los expertos, es que falle el suministro eléctrico que necesitan para funcionar. Si hay cortes en los suministros y fallan los generadores de reserva, podría fallar el sistema de refrigeración, hecho que podría provocar un accidente que pueda liberal material radiactivo.
Sin embargo, un análisis de la organización ecologista Greenpeace alerta que “cuando falla la red eléctrica y el reactor se encuentra en un apagón de central, hay generadores diésel y baterías de respaldo, pero no se puede garantizar su confiabilidad durante un período de tiempo más prolongado. Hay problemas en curso sin resolver con los generadores diésel de emergencia de Zaporiyia, que tienen un stock de combustible estimado en el sitio solo para siete días”.
Además, los ecologistas, activamente contrarios a la energía nuclear, advierten que “si la contención fuera destruida por explosiones y el sistema de enfriamiento fallara, la radiactividad tanto del reactor como de la piscina de combustible podría escapar libremente a la atmósfera.
Esto supondría el riesgo de hacer que toda la planta resultara inaccesible debido a los altos niveles de radiación, lo que luego podría conducir a una cascada adicional de los otros reactores y piscinas de combustible, cada uno de los cuales esparciría grandes cantidades de radiactividad en diferentes direcciones del viento durante varias semanas.
Podría hacer que una gran parte de Europa, incluida Rusia, fuera inhabitable durante al menos muchas décadas y en una distancia de cientos de kilómetros, un escenario de pesadilla y potencialmente mucho peor que el desastre de Fukushima de 2011″.
Por otra parte, James Acton, codirector del programa de política nuclear del Fondo Carnegie para la Paz Internacional, explica por medio de su cuenta de Twitter que las centrales nucleares tienen mecanismos de seguridad en “capas”, por lo que es difícil que todas ellas fallen. Sin embargo, menciona que la situación en una zona de guerra es impredecible y “lo inimaginable se vuelve completamente concebible”.
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