Ucrania pidió el viernes a la Unión Europea (UE) que cierre sus fronteras con Rusia y Bielorrusia.

El ministerio de Infraestructuras “propone a la UE que bloquee totalmente las conexiones terrestres y marítimas con Rusia y Bielorrusia”, dijo en un comunicado en Telegram.

Las autoridades ucranianas indicaron que estas medidas son “necesarias” para “detener el suministro al país agresor de bienes de doble uso que pueden ser utilizados con fines militares.

El ministerio también instó al bloque de los 27 a “bloquear el transporte de bienes y de personas” hacia Rusia y Bielorrusia por el territorio de la UE y por sus fronteras, precisando que envió una “petición oficial” a la Comisión Europea.

El cierre de las fronteras representaría un endurecimiento de las restricciones impuestas por los países occidentales y sus aliados desde el inicio de la invasión lanzada por Rusia contra Ucrania hace un mes.

Según Kiev, esto permitiría “aumentar la presión económica” contra estos países, ya que “las empresas rusas encuentran formas de eludir” las múltiples sanciones económicas impuestas por la UE.

Bielorrusia, títere de Putin y cooperador en la agresión contra Ucrania

En la agresión que Vladimir Putin –no Rusia– está perpetrando contra Ucrania en estas horas está pasando desapercibido el papel representado, por lo que, en Derecho Penal, se califica como el cooperador necesario en la comisión de un delito.

En el ilícito internacional de suma gravedad que viola principios estructurales recogidos en la Carta de Naciones Unidas (integridad territorial y soberanía, no injerencia en asuntos internos, prohibición de la amenaza o del uso de la fuerza, igualdad soberana de los Estados, entre otros), Ucrania está sufriendo igualmente la participación de Aleksandr Lukashenko –no de Bielorrusia– como sujeto que participa en la comisión del delito (ilícito internacional) sin ser el ejecutor directo.

Sin embargo, desempeña un papel esencial en el conflicto, sin que la atribución de la responsabilidad internacional pueda realizarse de forma sencilla, pero sin cuya inestimable ayuda la realización del mismo hubiese sido muy improbable.

Autócrata de la última República soviética, Lukashenko se aferró al poder después de perpetrar el enésimo fraude electoral en las últimas elecciones presidenciales celebradas en el mes de agosto del año 2020.

Las masivas e inéditas protestas sociales contra Lukashenko fueron objeto de una feroz y generalizada represión. La comunidad internacional sancionó y aisló al régimen, que contó con el rescate del Kremlin como único aval para consolidar una presidencia que se prolonga desde el año 1994.

A partir de ese momento, su papel como líder títere de Putin convirtió a Bielorrusia, a su pesar, en un Estado marioneta en manos de los objetivos en materia de política exterior de Moscú. En particular, en su proyecto de largo recorrido de reconfiguración del antiguo espacio soviético.

La comunidad internacional ha ignorado el papel de Bielorrusia

La “fusión por absorción” de esta república ha sido absolutamente ignorada por buena parte de la opinión pública internacional y, además de constituir una auténtica ignominia, forma parte del diseño trazado desde el Kremlin en el que las fichas parecen irse encajando de conformidad con un estrategia de amplio alcance.

En este caso, el uso de la fuerza armada no se ha realizado externamente, sino desde el interior del régimen. Lukashenko ha hipotecado el destino de un Estado que no ha llegado a recuperar su identidad nacional desde su independencia con el único objetivo de mantenerse en el poder.

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Con información de AFP