Sergiy salió de su casa gris de ladrillos con dos grandes bolsas plásticas y cerró la puerta mientras su perro ladraba. Luego, el hombre de 71 años abordó un vehículo de evacuación.
Su pueblo de Boguslavka en el este de Ucrania parece idílico, con gansos en estanques y vacas pastando, pero Sergiy finalmente decidió irse ante los intensos ataques.
Esta zona cercana a la frontera rusa se volvió muy peligrosa para los civiles ante el intento ruso de recuperar el poblado de Kupiansk, a menos de 10 km de la línea de combate.
El pequeño poblado histórico en la región de Járkov tiene una colina estratégica que los rusos quieren recapturar. Aunque han logrado avances, Ucrania dice que la situación está bajo control.
Recapturar la aldea sería un aliciente para Moscú. Pero los pobladores, que vivieron bajo la ocupación rusa por más de la mitad del año pasado, siguen rodeados por ruinas.
En respuesta a los ataques con misiles aéreos guiados, las autoridades ucranianas ordenaron la evacuación obligatoria de partes de Kupiansk y aldeas vecinas.
Pese a ser obligatoria, nadie las hace cumplir, aunque para quienes desean salir, la Cruz Roja evacua a los habitantes hacia la ciudad vecina de Járkov, que también es bombardeada frecuentemente por Rusia.
“Estoy temblando”
Sergiy, quien no reveló su apellido, se había negado a dejar su casa, preocupado por sus animales y gallinas, que un vecino alimentará. Estará con su esposa en Járkov y verá a su nieto de 18 años, quien recientemente entró a la universidad.
Pero los ojos se le llenaron de lágrimas cuando habló de su pequeña propiedad. “Quiero tanto volver a casa (...) Ya no quiero seguir viviendo”, expresó.
En Kupiansk, dos mujeres del poblado esperan a Sergiy en el bus de la Cruz Roja.
Tatiana, una mujer de 72 años de cabello rubio platinado y lápiz labial brillante, dijo no poder soportar más la artillería y el miedo. “Me asusto tanto, estoy temblando”, contó la mujer, quien pidió que los rusos “caigan muertos”.
La otra mujer, Liudmila, de 60 años, sonríe al dirigirse a las afueras de Kiev, donde se quedará con una amistad. Ella huyó de Kupiansk durante la ocupación rusa, y permaneció en varias ciudades antes de regresar.
Ahora “da bastante miedo”, dice. Se considera afortunada de que la mayoría de los vidrios de su apartamento están intactos.
“Yo siempre digo que la gente debe irse”, comenta Klim, comandante de la unidad de respuesta rápida de la Cruz Roja Ucraniana para la región de Járkov, quien dirige la evacuación voluntaria.
Los cohetes Grad rusos “no hacen distinción. No se quede allí sentado porque mañana podría ser muy tarde”, advirtió.
Klim y su colega visten chalecos antibalas para ir a Kupiansk, cruzando un puente flotante resguardado por soldados.
En el centro del pueblo hay comercios destruidos y edificios de apartamentos con las ventanas rotas. Alguien dejó un mensaje escrito a mano en la puerta abierta de una tienda: “Está vacío, alguien ya se robó todo”. El silencio es roto por los tiros de artillería del otro lado del río, donde están posicionados los rusos.
Pueblo vacío
Horas antes, el puente fue golpeado y los soldados levantaron una barrera para detener los vehículos.
Desde las zonas altas de Kupiansk se observa el humo que asciende desde las zonas bajas al otro lado del río.
“El pueblo está vacío, es un pueblo fantasma”, dice Marina, de 54 años, recostada en el mostrador de la tienda de su hija, donde ayuda.
Dice que se le eriza la piel cuando recuerda la ocupación rusa e insiste en que eso no debe repetirse.
“Aquí nos sentimos libres, pero allí caminábamos como si estuviéramos bajo un látigo”, cuenta.
Los soldados son de los pocos clientes en las tiendas y un pequeño mercado, donde los comerciantes cierran antes del toque de queda de las 18H00.
*Con información de AFP