Guillotinar a los monarcas de la política. Esa parece ser la consigna de los franceses en los comicios presidenciales. Esta vez llegó el turno de Manuel Valls, pues los galos de izquierda prefirieron investir al rebelde Benoît Hamon, que confiar en el que fue el primer ministro del presidente socialista François Hollande durante más de dos años.Solo los militantes del Partido Socialista (PS) estaban familiarizados con el rostro de Hamon, aunque milita en el movimiento desde los 19 años. Él supo cautivar a sus copartidarios al prometer reducir el tiempo de trabajo semanal, cancelar la deuda de los países europeos y salir de la lógica de austeridad impuesta desde 2008. Pero la base de su proyecto político reside en una proposición social novedosa: el ingreso universal. Todos los franceses, ricos y pobres, desde los 18 años hasta la muerte, recibirían alrededor de 700 euros al mes para vivir dignamente. Quimérica y populista para el ala derechista del PS, esta promesa movilizó a las urnas a quienes criticaban a Hollande por haber abandonado sus proyectos sociales.Sin embargo, varios responsables políticos del PS han hecho público su desacuerdo con la línea ideológica del elegido y han anunciado que no harán campaña por él, lo que disminuye fuertemente sus posibilidades. “Las divisiones en el partido se acentuaron en el quinquenio de Hollande por su política económica neoliberal. La elección de Hamon en las primarias se inscribe en esa secuencia y acentúa aún más las diferencias”, explicó a SEMANA Julie Benetti, profesora de la Universidad de la Sorbona.El desafío de Hamon es grande pues solo un PS unido podría contemplar la posibilidad de ganarles a tres pesos pesados: la ultraderechista Marine Le Pen, del partido Frente Nacional; el ultraconservador François Fillon, de Los Republicanos; y el joven centrista Emmanuel Macron, del movimiento En Marcha. Estos tres políticos lideran en ese orden, de 27 a 19 por ciento de intención de voto cada uno, las encuestas realizadas hasta hoy. Hamon, por su parte, aún está lejos del podio con alrededor del 10 al 16 por ciento de las intenciones de voto.Mientras Hamon intenta salvar su partido, Fillon y Le Pen se debaten para salvar su reputación. El ex primer ministro de Sarkozy, escogido como el candidato de la derecha en las primarias de noviembre, era hasta hace poco el favorito para reemplazar a Hollande. Pero la prensa, liderada por el periódico satírico Le Canard Enchainé, ha revelado varios escándalos: empleos ficticios de su esposa, hijos con sueldos estrambóticos y malversación de fondos. Esta semana, en los cafés de París solo se hablaba de la caída del candidato, hasta ahora considerado como uno de los más íntegros de la política francesa.Por su parte, Le Pen enfrenta tres líos de corte similar. La Oficina Europea de Lucha contra el Fraude (OLAF) de la Unión Europea acusa a la abogada de haber contratado dos asistentes en su rol de diputada, cuando en realidad solo trabajan para el Frente Nacional. También la señalan de evadir impuestos y, por último, las autoridades investigan a su partido por corrupción en el financiamiento de sus campañas electorales desde 2011.La paradoja es que mientras, según las encuestas, la imagen de Fillon se deteriora, la de Le Pen ha salido intacta e, incluso, ha ganado adeptos. Esto se explica porque el primero ha construido su reputación sobre su probidad y su honestidad. La frontista, por su parte, siempre se ha presentado como una perseguida por la elite mediática y política que, según ella, haría todo para detener su proyecto antisistema. Como Donald Trump en Estados Unidos, los escándalos no lograrán afectarla y siempre será culpa de la prensa y de los partidos tradicionales a los ojos de sus seguidores, que creen ciegamente en esa versión.En parte por esta causa, al cierre, el más reciente sondeo, realizado por la firma Elabe, registra a Le Pen con 27 por ciento de intención de voto en la primera vuelta, seguida por primera vez de Macron con 23 por ciento. Fillon sería eliminado con 20 por ciento de los sufragios y Hamon lograría apenas 17 por ciento.El único que parece hoy en capacidad de salvar a Francia de Le Pen es Emmanuel Macron, exministro de Economía de Hollande. En el sondeo de Elabe, este político de 39 años vencería en la segunda vuelta a la ultraderechista con un 65 por ciento de los votos. Pero el independiente no ha presentado su proyecto. Por ahora, su popularidad está basada en una voluntad y en unas ideas de cambio y de progreso, pero no en un programa concreto. Por lo cual este caos electoral deja muchas preguntas y pocas certidumbres.