Lo primero que hicieron al encontrar al ex dictador iraquí Saddam Hussein el 14 de diciembre en la ratonera donde se escondía fue limpiarlo un poco. Las tropas de la coalición no querían que el mundo entero empezara a sentir lástima por ese anciano barbado y andrajoso. Después de todo, cuando se hizo evidente que no existían las armas de destrucción masiva por las que su país fue invadido, aplastar al malvado de Hussein se convirtió en la única excusa para la ocupación. En efecto, si la historia de las armas parece una invención, de la maldad de Hussein nunca ha habido duda. Cuando llegó al poder en 1979 reunió a los altos mandos de su partido Baath y les dijo que había desenmascarado una conspiración en su contra. Uno a uno fue llamando a los supuestos conspiradores. Acusó a 68 hombres y ejecutó a 21. Grabó todo el suceso y el video se usó por años para adoctrinar a los iraquíes sobre la fidelidad debida al líder. Pero sin duda su mayor crimen ocurrió en marzo de 1988 cuando ordenó atacar con un gas varias aldeas kurdas en el norte de Irak. El genocidio dejó un saldo de 5.000 muertos, la mayoría civiles, unas 3.000 viviendas destruidas y 900.000 desplazados. Hussein no es el único malvado que cayó en desgracia en 2003. Sus hijos y cercanos colaboradores Uday y Qusay murieron el 22 de julio en una operación de las tropas estadounidenses. Qusay, considerado el sucesor de Hussein, tenía a su cargo la Guardia Republicana y los temidos servicios de inteligencia desde los cuales dirigió una gran represión contra los chiítas. Por su parte, Uday, un playboy amante de la ropa de diseñador, utilizaba el castigo de la falaqa, que consiste en colgar de las piernas y golpear las plantas de los pies, para castigar a los jugadores de la selección nacional de fútbol cuando fallaban. Tras su muerte se revelaron otros datos escalofriantes. Por ejemplo, que tenían una especie de máquina de moler carne gigante para triturar prisioneros, y que acostumbraban a arrojar a los disidentes políticos a los leones. Otra famosa pareja de maleantes que cayó presa en la guerra de Irak fue la de la 'doctora Germen' y la 'señorita Antrax', las científicas que desarrollaron el antiguo programa de armas biológicas de Hussein. Se sabe que la doctora experimentaba en niños con dosis letales de gastroenteritis que los mataba de diarrea. A su compañera no le temblaba el pulso cuando cronometraba el tiempo que se demoraban sus 'pacientes' en morir al aplicarles sus combinaciones de ántrax. Por fuera de Irak otros grandes malvados fueron noticia. Falleció Idi Amín, el cruel presidente caníbal de Uganda. El ex presidente de Liberia, Charles Taylor, acusado de genocidio, aceptó un exilio voluntario. Kim Jong Il, el líder de Corea del Norte, lanzó misiles, advirtió una y mil veces que tenía armas nucleares y que seguiría violando los tratados de desarme. Pero no logró su objetivo de negociar el levantamiento de las sanciones económicas, y hoy en día es un firme candidato para convertirse en el siguiente blanco militar en la guerra contra el terrorismo. Hasta unos malos carismáticos terminaron 2003 en aprietos. Es el caso de Michael Jackson, a quien le gustaba hacer fiestas de piyamas y 'frotarse' con sus amigos menores de edad. Jackson será juzgado en enero por acoso sexual. Armin Meiwes, el 'caníbal online', logró la fantasía de comerse el pene de un voluntario que contactó en Internet, y ahora está siendo juzgado por un tribunal alemán.Por último, está el difícil caso del presidente George W. Bush. Unos lo consideran malvado por haber iniciado una guerra injustificada, llena de mentiras, que no fue ratificada por la ONU, ni se trató de un ataque defensivo. Una guerra en la que murieron incalculables inocentes y que benefició con contratos petroleros y de reconstrucción a varias de las multinacionales que financiaron su campaña presidencial. Pero para otros es un salvador, un presidente democrático que está librando la difícil batalla mundial contra el terrorismo y vengando la horrible tragedia del 11 de septiembre. En efecto, según la última encuesta publicada por el Washington Post, 7 de cada 9 estadounidenses sigue creyendo la falacia de que Hussein estuvo detrás de ese hecho. En todo caso Bush fue más fuerte y mejor mentiroso que los malvados que cayeron en desgracia este año. En Navidad podrá regalar copias del video en que le limpiaban los piojos a Hussein para adoctrinar a los estadounidenses sobre la fidelidad debida a la democracia.