Nueva York es mundialmente conocida. Cada día es visitada por turistas de todos lados, quienes se enamoran de los rascacielos, el Empire State, la Estatua de la Libertad, Central Park o por los museos que hay en las calles. Sin embargo, hay un sitio no tan común, pero que guarda en sí una esencia sacada de un libro de fantasía; logra recoger la armonía de la naturaleza con la innovación de la tecnología.
La ciudad que nunca duerme es uno de los destinos de los viajeros alrededor del mundo. NYC & Company, organización promotora del turismo allí, informó que durante los doce meses del 2022, recibieron a 56.4 millones de viajeros, siendo un aumento de visitantes del 71,4 % frente a 2021. Entre estos, 8,9 millones fueron a conocer los cinco distritos más populares: Manhattan, Brooklyn, Queens, Staten Island y el Bronx. Los cálculos este año son la recepción de más de 61 millones de personas provenientes de todo el mundo.
“Después de ser la ciudad más golpeada que cualquier otra del país durante la pandemia de covid-19, casi 57 millones de viajeros la visitaron en 2022, y eso se debe a que cada día mostramos más energía creativa y éxito” expresó tiempo atrás el alcalde Eric Adams.
Este repunte ha logrado que en la ciudad se impulse la recuperación económica luego de dos años de pandemia. Se han generado aproximadamente 410.000 puestos de empleo en las industrias de comercio, con ingresos que superan los 40 mil millones de dólares.
El lugar que mezcla la naturaleza con los rascacielos
La Gran Manzana es el lugar más concurrido de la ciudad, por el hecho que alberga los más importantes edificios, como lo son el Empire State, la Torre Trump, el Rockefeller Center y el homenaje a las Torres Gemelas. Hay otra construcción que, aunque no goza de la misma fama que las otras, tiene un toque único. Se trata de la sede de la Ford Foundation, ubicado en la 320 East 43rd Street, entre la primera y segunda avenida.
La particularidad de esta edificación es que es la imagen de la resignificación que ha tenido la ciudad, debido a que mezcla el ambiente biodiverso con la imponencia de las construcciones; es una convergencia de dos mundos en uno solo. Al interior, hay un bosque real, algo no visto con frecuencia y que ha llamado la atención de viajeros y empresarios.
En 1963, la Ford Foundation le destinó a Kevin Roche y John Dinkeloo, arquitecto e ingeniero, respectivamente, ideas los planos para la nueva sede en Nueva York. El propósito de esta obra era que reflejara a la compañía, la cual se encargaba de recibir y manejas fondos destinados a proyectos científicos, educativos y caritativos.
La organización era sin ánimo de lucro, por lo que sus programas estaban dirigidos a luchar contra la pobreza, fomentar la educación, hacer valer los derechos humanos y fortalecer las artes. Fue entonces que los dos hombres se ingeniaron la novedosa idea de colocar un bosque natural dentro de la construcción, para reflejar ese sentido humano que tenía la fundación.
Para 1967, se culminó la construcción de más de 40 metros de altura, la cual mezcla los elementos de la naturaleza, característicos de Central Park, ubicado a pocas cuadras. En medio de los cimientos de cemento, concreto y metal, hay una red de ramas y tierra fértil. Asimismo, está conectada con ventanas que permiten que el sol ingrese todo el día y que, en la noche, el bosque parezca sacado de una película de ciencia ficción. Actualmente, el edificio sigue operando para funciones corporativas, pero también está abierto para el público y se ha transformado en un sitio que los turistas no se pueden perder al visitar a la ciudad que nunca duerme.