Uno tiene 67 años e ingresó en varias ocasiones en el hospital por obstrucciones intestinales; el otro es un exfumador de 76 años que superó un cáncer de laringe. A pesar de sus problemas de salud, el mandatario ultraderechista Jair Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva están esforzándose al máximo para proyectar una imagen de vitalidad en la recta final de la extenuante campaña rumbo al balotaje de las presidenciales el 30 de octubre.
Lula, que cumple 77 justo antes de la votación, tiene su voz extremadamente ronca, y por momentos le cuesta hacerse oír ante la multitud. “Voy a tener que dejar de hablar un mes para recuperarme”, bromeó el exlíder sindical. Lula fumó durante 50 años y abandonó el cigarrillo en 2010, tras ser internado por hipertensión, a los 64. En 2011, cuando dejó el poder, fue diagnosticado con cáncer de laringe y se sometió a quimioterapia y radioterapia.
Los médicos anunciaron “una recuperación total” al año siguiente. Su voz cada vez más deteriorada hizo que algunos lo atacaran por su salud durante la actual campaña, en particular Ciro Gomes, su rival de centroizquierda en la primera vuelta.
“Lula está cada día más débil física y psicológicamente”, escribió Gomes en las redes sociales, donde cuestionó su capacidad para enfrentar a Bolsonaro. Pero Gomes luego retiró sus declaraciones y admitió haber sido “muy duro” con Lula.
También Bolsonaro aprovechó el domingo el primer debate cara a cara entre ambos para atacar a su rival en este sentido: “Lula, pare de mentir, es malo para un hombre de su edad”, le espetó el presidente. “¡Soy un joven comparado con Joe Biden!”, bromeó Lula el año pasado, en referencia al presidente estadounidense, que ingresó a la Casa Blanca a los 78 años.
Pero el líder de la izquierda es consciente de que su edad no es una ventaja. “Todo el mundo sabe que tengo cuatro años para hacerlo todo”, declaró durante la campaña, descartando inmediatamente un segundo mandato. “Un ciudadano no puede querer la reelección a los 81 años”, agregó. “La naturaleza es implacable”.
Lula: “Rejuvenecer mi imagen”
Figura clave de la política brasileña durante cuatro décadas, Lula ha hecho de todo para lucir rejuvenecido: aparece en redes sociales haciendo ejercicio, tocando la batería o enfrentando olas en el mar. También dijo sentirse “enamorado como si tuviera 20 años” de Rosangela “Janja” da Silva, una socióloga de 56 con la que se casó en mayo pasado.
En abril, cambió su foto de perfil por una en que aparece con gafas de sol con cristales violeta, muy populares entre los jóvenes de las favelas.
“Me pidieron rejuvenecer mi imagen en las redes sociales”, justificó. El exmandatario también se exhibió en Instagram levantando pesas, con una camiseta sin mangas que dejaba al descubierto sus bíceps contraídos: “Me levanto todas las mañanas a las 05:30 a.m. para hacer gimnasia. Quiero vivir hasta los 120 años”, rezaba el texto que acompañaba la foto.
Durante los 580 días que pasó en prisión en Curitiba (sur) tras ser condenado por corrupción en el caso Lava Jato, Lula se mantuvo en forma corriendo 9 km diarios en una cinta, según declaró. Además, recibía tratamiento para la hipertensión y era acompañado por un oncólogo.
Bolsonaro, secuelas de un atentado
Su rival Bolsonaro, aunque ya es abuelo de tres nietos, es casi una década más joven que Lula, y también ha intentado hacer gala de vitalidad. El excapitán del Ejército ha aparecido en público subido a un caballo, un toro, motos de agua y a menudo desfila en caravanas de motocicletas por el país.
Durante la pandemia, afirmó que el coronavirus no lo doblegaría dado su “historial de atleta”, en referencia a su destacado desempeño en educación física cuando cursaba la academia militar. Pero los brasileños lo han visto sufrir a lo largo de su mandato por las secuelas del apuñalamiento perpetrado por un hombre con trastorno delirante, que casi le cuesta la vida durante la campaña de septiembre de 2018, antes de su elección.
El ataque le alcanzó el intestino y lo condenó de por vida a sufrir obstrucciones digestivas y adherencias en los tejidos, que lo han llevado al hospital en varias ocasiones. La última fue en enero, cuando llamó a su médico y le dijo que estaba “llorando de dolor”. “Me estoy muriendo, la cosa está fea”, le dijo al cirujano Antonio Luiz Macedo, según confió el propio doctor a la prensa después de tratarle una obstrucción.
Bolsonaro pasó por seis cirugías desde 2018: cuatro por las secuelas del ataque, una vasectomía y un cálculo en la vejiga. Y ha publicado fotos desde la cama del hospital y con una sonda nasogástrica. Su hijo mayor, el senador Flávio Bolsonaro, dijo a CNN que su padre “tiene que renunciar a muchas cosas y seguir una restricción de dieta permanente”. Pero según la prensa, el presidente ignora con frecuencia estas recomendaciones.
Con información de AFP.