La suerte está echada. El presidente Donald Trump y el candidato demócrata Joe Biden se encontraron un mes después de su desastroso primer debate electoral. En el cara a cara de septiembre, Estados Unidos y el mundo presenciaron un espectáculo de improperios del mandatario, quien logró poner en segundo plano los temas en discusión. Esta vez hubo debate, en buena parte por las advertencias para evitar que el encuentro cayera en bajezas. Durante hora y media el magnate mantuvo en mayor medida la cordura y el país pudo escuchar finalmente a los candidatos en escena.
Sin embargo, la conclusión no fue del todo alentadora: las posturas de los dos candidatos en los temas trascendentales no pudieron ser más antagónicas, lo que reforzó la idea de que ni siquiera las elecciones del 3 de noviembre podrán reconciliar las dos visiones de país que polarizan profundamente a los estadounidenses.
Como sucedió en el debate de las fórmulas vicepresidenciales, el primer tema de la agenda fue la gestión de la pandemia, que ha dejado más de 220.000 muertes en ese país. En aquella ocasión, la demócrata Kamala Harris acusó a Trump de “encubrir la seriedad del coronavirus”. Biden se mantuvo en esta línea, y señaló que “cualquiera que sea responsable de tantas muertes no debería seguir siendo presidente de Estados Unidos”. Por su parte, Trump está convencido de que su presidencia ha evitado que la situación haya sido incluso peor al combatir “enérgicamente” la pandemia. El magnate aprovechó el hecho de haber contraído el virus para convencer a su electorado de que “saldremos de esto adelante”. El número de contagios en Estados Unidos no deja de subir y actualmente son 2,7 millones los infectados en aquel país.
Pero tras la esperable discusión sobre el manejo de la pandemia, los candidatos dejaron claras sus diferencias sobre el papel que Estados Unidos debe asumir ante el mundo. Durante su gestión, Trump ha distanciado al país de sus aliados en Occidente. En cambio, ha mantenido relaciones contradictorias con sus rivales como Rusia, Irán y China. Biden aprovechó para atacar a Trump por su vínculo con el líder norcoreano Kim Jong-un. Lo acusó de legitimar a Corea del Norte al decir que el magnate “habla de su buen amigo, que es en realidad un matón”. Trump le respondió que al reunirse con el líder norcoreano en tres ocasiones logró alejar la amenaza de una “guerra nuclear”, a lo que Biden respondió exasperado: “Es como decir que teníamos una buena relación con Hitler antes de que invadiera Europa, el resto de Europa. Por favor”.
Biden sabe que la imagen de Estados Unidos bajo Trump ha caído en el mundo y que la situación favorece a sus rivales como Rusia, China e Irán. Por ello, como señala el candidato demócrata y quedó demostrado en las elecciones de 2016, intentarán influir en los resultados de los próximos comicios. Biden advirtió: “Yo lo dije claramente, cualquier país que interfiera en las elecciones de Estados Unidos va a pagar el precio”. Según el exvicepresidente demócrata, está “meridianamente claro” que en esta elección están involucrados esos tres países. Pero Trump replicó que nadie ha sido más duro con Rusia, China e Irán que él.
Trump recibió otra ofensiva de Biden cuando lo acusó de llevar a cabo una política “criminal” al separar a familias migrantes en 2018 como parte de la política de “tolerancia cero”. El asunto salió a la luz cuando la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU, por sus siglas en inglés) indicó días antes del debate que todavía hay 545 menores que no encuentran a sus padres debido a la política de seis semanas impuesta por el magnate, que los alejó de sus familias y que tuvo que ser suspendida ante la ola de indignación. “Esos chicos están solos, sin ningún lugar a donde ir. Eso es criminal”, clamó Biden, mientras que Trump, sin asomo de empatía por el drama humano, defendió su política. Afirmó que a los niños los habían llevado a la frontera “coyotes y mala gente”, y agregó que permanecen en buenas condiciones en centros de detención “muy limpios”.
En todo caso, Biden asumió un riesgo político cuando defendió una política ambientalista vigorosa y admitió que iniciará una transición gradual para dejar de depender de la industria del petróleo. Trump reaccionó para instar a las personas de Texas, Ohio y Pensilvania a que recuerden esta afirmación, en un momento en que el demócrata parece liderar la carrera en estos estados claves. El mandatario, que no cree en el cambio climático, afirmó que Estados Unidos tiene el “aire y el agua más limpios” en años y desestimó promover el uso de energías renovables como las eólicas porque “matan a todos los pájaros”. El posicionamiento ante la industria petrolera era uno de los últimos territorios en los que no estaban separados Trump y Biden. Para el magnate fue “una declaración increíble”.
Trump también atacó la “hostilidad” de Biden contra el fracking, una industria de la que dependen muchos empleos en Pensilvania, un estado por el que los candidatos luchan ferozmente. Biden replicó que no tenía la intención de prohibir el gas de esquisto, sino de bloquear la emisión de nuevos permisos en tierras de propiedad estatal.
Para muchos, Biden ganó el debate. Como las encuestas lo presentan como claro favorito, podía limitarse a no cometer errores y su base demócrata aplaudió su posicionamiento sobre la industria petrolera. En cambio, como escribieron Alexander Burns y Jonathan Martin en The New York Times, el debate “representó quizás la última oportunidad para que Trump sacudiera la campaña presidencial y se abriera camino hacia una contienda más estrecha contra Biden”. Pero no lo logró, a pesar de que mantuvo la cordura y las formas durante el encuentro.
Es muy probable que el encuentro no cambie el destino de los comicios, en los que más de 50 millones de estadounidenses ya han votado ante la contingencia de unas votaciones complicadas por la pandemia. En todo caso, de mantenerse la tendencia, las encuestas señalan al demócrata como amplio favorito. Para él, ser estadounidense implica un conjunto de valores opuestos a los que ha exhibido Trump en la Casa Blanca, por lo que al país podría esperarle un cambio dramático de vuelta a la normalidad.
La preocupación viene por cuenta de las visiones de país tan opuestas que el debate puso en evidencia. No hay punto medio ante diferencias radicales en temas como la salud, el medioambiente, la economía o la crisis racial. Concepciones tan irreconciliables configuran un ambiente en el que los extremos luchan por todo o nada. Lo cual hace temer que los grupos extremistas, sobre todo de derecha, consideren imposible aceptar una derrota que, por lo demás, Trump no se ha querido comprometer a aceptar. Los seguidores más recalcitrantes de Trump se preparan para generar el caos tras los comicios.