El nombre del médico ruso Vladimir Demikhov continúa escuchándose hoy en día pues fue uno de los pioneros en experimentos de trasplantes, en medio de la controversia suscitada en la década de los 50 con sus ensayos con animales, que sin embargo sentaron un precedente sobre el alcance de la ciencia y su efecto en los seres humanos.
La mayoría de sus pruebas las realizó en perros y durante su participación en hospitales, en plena Segunda Guerra Mundial, fue cuando empezó a gestar la idea de que órganos como los pulmones pudieran ser trasplantados de una persona a otra. Una concepción que en su momento fue considerada por algunos como ‘impensable’, pero que hoy son vistos como los primeros pasos para que esos procedimientos sean una realidad.
Algunos lo empezaron a llamar como el Dr. Frankenstein de los perros cuando hizo posible el trasplante de un órgano de un perro a otro. Historia Hoy señala que uno de los animales sometidos a esa práctica logró incluso sobrevivir por casi una década. Un primer paso para que esos experimentos empezaran a escalar de nivel.
Para este portal, el ingenio y osadía del doctor ruso lo llevó a emplear una técnica para “revascularizar el tejido miocárdico” y ser el primero en posibilitar un bypass de la arteria coronaria. Es un procedimiento que, según explica el servicio médico estadounidense MedlinePlus, permite que la sangre encuentre otra ruta para llegar al corazón.
“Los resultados de la cirugía son a menudo excelentes. Muchas personas se mantienen sin síntomas por muchos años. Es posible que necesite una cirugía de nuevo si bloqueos posteriores se forman en las arterias o venas injertadas o en las arterias que no estaban bloqueadas en el pasado. Cambios en el estilo de vida y medicamentos pueden ayudar a que las arterias no se bloqueen de nuevo”, detalla MedlinePlus.
Cirugía, al estilo Frankenstein
El experimento más recordado y que catapultó a Demikhov en la esfera científica incluyó a un pastor alemán y a un canino más pequeño. El médico soviético tomó el cuello y cabeza del segundo (que puso por nombre Shavka) y lo adhirió al cuerpo del primero de ellos que tomó el papel de anfitrión. Es decir, creó un perro de dos cabezas.
De acuerdo con History of Yesterday, el objetivo era buscar que los pulmones y corazón estuvieran vivos hasta último momento, mientras el pastor alemán era sometido a una incisión en su cuello (parte en la que se conectaría la otra cabeza y patas delanteras). Lo siguiente fue una “reconstrucción vascular”.
En 1959 la revista Life publicó un reportaje con detalles de un experimento que difícilmente se hubiera podido contemplar décadas atrás: ‘El perro de dos cabezas de Rusia’, difundido en la edición del 20 de julio de ese año.
Edmund Stevens, corresponsal de la revista en Moscú (para la época) describió cómo fue el procedimiento, la parte más crítica y los resultados. “Comenzó la tercera y más crítica fase del trasplante. Los vasos sanguíneos principales de la cabeza de Shavka tenían que estar perfectamente conectados con los vasos correspondientes del perro anfitrión. Demikhov cortó las arterias del pequeño perro y, con una grapadora quirúrgica que es un invento especial del ruso, las empalmó rápidamente en los vasos expuestos en el cuello de Brodyaga (el pastor alemán)”.
History of Yesterday informa que se trató del experimento número 24 y que un día después de la cirugía (de poco más de 3 horas), ambos caninos o el perro con dos cabezas estaban en buen estado, en comparación con los intentos anteriores. Las dos cabezas tenían sus cinco sentidos. Sin embargo, los animales murieron días después.
Laika, la perrita que fue enviada a morir al espacio
El 3 de noviembre se cumplió otro aniversario desde que la perrita Laika se convirtiera en el primer ser vivo en toda la historia en ser enviado al espacio como parte de un experimento. Su retorno al planeta Tierra no fue con vida, pero a pesar del trágico final sentó un precedente que, de alguna manera, ayudó a que el hombre pisara la Luna.
Su nombre figura con mayor reconocimiento, incluso, que el de decenas de astronautas que desde el siglo pasado empezaron a formar parte de diferentes exploraciones. Hoy, más de medio siglo después, sigue siendo recordada como “mártir” para algunos un mal necesario en los avances científicos (otros terminaron incluso con arrepentimiento).
“Cuanto más tiempo pasa, más lamento lo sucedido. No deberíamos haberlo hecho... lo que aprendimos de esa misión no fue suficiente como para justificar la muerte de la perra”, recoge National Geographic de las palabras de Oleg Gazenko, uno de los investigadores, quien hizo referencia al hecho 30 años después.
La canina estuvo a bordo del satélite soviético Sputnik 2 y se convirtió oficialmente en la primera astronauta, aunque para ello tuvo que pagar con su vida.
En la década de los años cincuenta la URSS estaba ad portas de celebrar la Revolución Bolchevique, cuando el 4 de octubre de 1957 fue posible poner en órbita Sputnik 1 (el primer satélite artificial). Sin embargo, estaba la presión por mostrar un avance lo suficiente novedoso como para captar la atención global. La llegada de un ser vivo al espacio se convirtió en una meta contrarreloj, pero intentar con un ser humano era aún peligroso.
En ese momento la alternativa fue encontrar sobre quién “designar” esas pruebas, fue ahí cuando apareció Laika. La perrita estaba vagando en las calles de la capital rusa. Los científicos optaron por experimentar con animales sin hogar al creer que ya estaban preparados para soportar condiciones de hambre y frío extremo.
Un viaje sin “pase” de retorno
Un 3 de noviembre, pero de 1957, una cápsula cónica de 4 metros se convirtió en la que abarcaría un viaje sin posibilidad de regreso: la muerte era segura. La nave tenía espacio para algunos transmisores de radio, instrumental científico, así como un sistema para el control de temperatura.
Laika, de unos seis kilos, fue dispuesta en una cabina separada con la alternativa de estar de pie o acostada, gelatina era la forma en que podía proveerse de alimento y un sistema regenerador de aire le proporcionaba oxígeno. Una vez lanzada, los primeros informes telemétricos indicaban que estaba comiendo, pese a mostrarse agitada.
Inicialmente, la URSS informó que, ante la imposibilidad de que el animal regresara a la Tierra, los investigadores optaron por sacrificarla. Sin embargo, tiempo después (en octubre de 2002) se reveló que, en realidad, el estrés y el sobrecalentamiento fueron los que llevaron a que la perrita muriera a solo horas de ser enviada al espacio.
De acuerdo con BBC, a finales de la década de los cuarenta y 1961, dos conejos, 48 perros y 15 monos siguieron la lista de experimentos y nuevos hallazgos en el espacio. Casi 30 de ellos murieron en incidentes que surgieron de repente, más no como en el caso de Laika, cuya muerte estaba anunciada desde un comienzo.
Según medios internacionales, de aquella odisea no terminaron por encontrarse n i los restos de la canina, pues la nave terminó desintegrándose al entrar en contacto con la atmósfera terrestre y tras casi seis meses de orbitar el planeta Tierra.
*Con información de Europa Press.