A poco de iniciada, la Segunda Guerra Mundial tocó a las puertas de la República Oriental del Uruguay, el primer país americano en experimentarla. A dos meses y medio de la invasión alemana a Polonia -que marca el comienzo de la guerra y dos años antes del bombardeo a Pearl Harbor-, se produjo frente a las costas del Uruguay la Batalla del Río de la Plata. Fue también la primera batalla naval entre Hitler y el Reino Unido.
Protagonista de la conflagración fue una unidad naval alemana, el acorazado de bolsillo Admiral Graf Spee. Se le llamó de bolsillo, porque el tratado de Versalles de 1919 que impuso a Alemania indemnizaciones a favor de los países vencedores en la Primera Guerra Mundial y prohibición de rearmarse, dispuso que los alemanes solamente podían construir acorazados hasta de 10.000 toneladas. El Admiral Graf Spee tenía un desplazamiento de 16.000 toneladas, una muestra de cómo ya desde los años treinta Alemania, violando el tratado, empezó su carrera armamentista, pero de todas formas era de tamaño inferior a los otros acorazados. Por eso se le llamó de bolsillo.
Desde septiembre de 1939, el Admiral Graf Spee, navegando en las rutas que surcaban los barcos mercantes en el Atlántico Sur, empezó a cobrar, no vidas, sino buques. Hundió nueve navíos mercantes británicos. Se daba a la tripulación la oportunidad de evacuar el barco enemigo en botes salvavidas o se tomaba prisioneros a los tripulantes. Una vez evacuado el mercante, el Admiral Graf Spee lo hundía con sus torpedos.
A finales de octubre el capitán del acorazado, Hans Langsdorff, navegó hacia el sur de Madagascar para esconderse por un tiempo. Cuando regresó a las costas suramericanas hundió un carguero cuya bitácora reveló rutas secretas de navegación. Siguiéndolas, Langsdorff se dirigió entonces frente a las costas de Uruguay. Al alba del 13 de diciembre de 1939, los vigías del acorazado de bolsillo divisaron tres barcos. No eran mercantes, sino barcos de guerra británicos: el Exeter, el Ajax y el Achilles. La Royal Navy estaba al acecho del Graf Spee para cobrarle el hundimiento de los nueves barcos mercantes que en total sumaban 50.000 toneladas de desplazamiento. El comodoro Henry Harwood, comandante del Exeter, tuvo la intuición de que el acorazado se dirigía al Río de la Plata, una de las rutas de navegación más congestionadas del Atlántico Sur, donde podría interceptar no uno, sino muchos de los barcos que transportaban hacia Gran Bretaña carne bovina congelada y trigo sembrado en la pampa.
El comodoro decidió que los otros dos barcos de guerra debían situarse a babor y a estribor del Admiral Graf Spee para que el acorazado tuviera que defenderse por ambos flancos y además defenderse de los cañones del Exeter. Es decir, obligó al barco alemán a dividir el fuego.
El intercambio de cañones dejó a los cuatro navíos con fuertes averías y causó muchos muertos. Langsdorff inició la retirada enfilando hacia el puerto de Montevideo para desembarcar los 36 marinos muertos y los heridos. Atracó a las 22:50. El Admiral Graf Spee se había quedado sin munición y tenía averiada la planta de desalinización y el equipo de refinación del combustible diesel. Necesitaba reparaciones urgentes y no podría regresar a Alemania por sus propios medios.
La inteligencia naval británica transmitió, en bandas de radio que interceptaban los alemanes, mensajes haciendo creer que otras naves de guerra se dirigían a la zona. Esas naves estaban realmente muy lejos, pero se logró el efecto buscado. Berlín ordenó a Langsdorff que el barco no debía caer en manos del gobierno uruguayo, que podría internarlo durante la duración de la guerra, ni en manos británicas. Como el gobierno uruguayo, que era neutral, solamente concedió a Langsdorff 72 horas de plazo para permanecer en puerto, el capitán decidió destruir el acorazado. El Admiral Graf Spee levó anclas ante la mirada de miles de montevideanos. Se colocaron cargas explosivas para que el barco se partiera en dos, la tripulación abandonó la nave y la orden se ejecutó el 17 de diciembre de 1939 a seis millas de Montevideo frente a la multitud atónita que no sabía que el capitán había decidido volar la embarcación.
Langsdorff viajó a Buenos Aires. Tiempo después viajarían los mil tripulantes. El 20 de diciembre, en el lugar donde se alojaba y vestido de uniforme, el capitán se acostó en el piso sobre la bandera del Admiral Graf Spee y con una pistola Mauser se suicidó de un disparo. “Soy feliz de pagar con mi vida cualquier reproche que pudiera formularse contra el honor de nuestra marina”, escribió en la carta que dejó.
Después de la guerra Winston Churchill, ministro de Marina en 1939, escribió sobre la batalla del Río de la Plata: “El espectáculo de tres barcos británicos más pequeños que sin vacilar atacaron y obligaron a darse a la fuga a un enemigo blindado y mejor armado, fue objeto de admiración por doquier.”
Las hostilidades en el río de La Plata no habrían ocurrido si los despachos de lana australiana no se hubieran demorado ese año de 1939. El Admiral Graf Spee se concentraba en atacar en el sur de África a mercantes que transportaban lana de Australia a Gran Bretaña. Pero como hubo una demora de dos semanas el capitán Langsdorff decidió merodear por las costas suramericanas. Lo relataron las tripulaciones británicas que el capitán había capturado en sus ataques a naves mercantes.
Un águila nazi de bronce de casi dos metros de altura que pesa 400 kilos, con una esvástica en sus garras, fue izada en 2006 del lugar en que se encuentran los restos del Admiral Graf Spee.