Frente a un candidato tan incendiario y pintoresco como Donald Trump es apenas natural que su compañero de fórmula haya sido un personaje gris a lo largo de la campaña. La versión predominante es que Mike Pence es un vicepresidente con experiencia para compensar al novato magnate republicano. Pero detrás del gobernador del Indiana hay mucho más.Católico convertido al evangelismo, Pence es "un cristiano, un conservador y un republicano, en ese orden", según sus propias palabras. No hace ningún esfuerzo por esconder su apego a lo que considera los valores tradicionales de la familia ni su hostilidad hacia aborto y el matrimonio entre parejas del mismo sexo. Incluso ha abogado por gastar fondos públicos en su estado en lo que se conoce como terapia de conversión, dirigida a cambiar el comportamiento sexual de los gays. En otras palabras, cree que la homosexualidad es una enfermedad que puede curarse.El año pasado Pence capturó la atención en su país por cuenta de la ley estatal de Restauración de la Libertad Religiosa, que permitía que los comercios y restaurantes vetaran como clientes a las parejas gays invocando su fe. Las protestas lo obligaron a rectificar para aprobar una enmienda que prohibía la discriminación.También, entre otras perlas, firmó otra ley que prohíbe abortar en ciertos casos, ha votado en contra del salario igualitario y bloqueó fondo para los refugiados sirios que llegan a Indiana. No cree en la efectividad de los condones y está en contra de los centros de planificación familiar.Le puede interesar: El profesor que predijo el triunfo de Trump ahora dice que será destituidoHa llegado a decir que quisiera relegar a “la pila de cenizas de la historia el caso Roe contra Wade”, el fallo emblemático que estableció el derecho al aborto en Estados Unidos. De hecho, por cuenta de esas posturas numerosas mujeres, entre ellas celebridades como Katy Perry, están haciendo donaciones para Planned Parenthood (una organización que se dedica a la planificación familiar) a nombre de Pence en un gesto irónico.Aunque en su momento cayó en oídos sordos, pues muchos descartaron sus palabras como retórica de campaña, la derrotada Hillary Clinton lo advirtió con todas sus letras al calificarlo como "la opción más extrema de esta generación" y un hombre "profundamente divisivo".Un republicano ortodoxoAbogado de profesión, se desempeñó durante años como conductor de programas de radio gracias a su voz grave y pausada, sin nunca elevar el tono. Aunque hoy no es reconocido por su carisma y se considera más bien de bajo perfil, en el debate de vicepresidentes exhibió la habilidad oratoria que forjó en esos años.Estuvo durante más de una década en el Congreso, lo que le dejó buenas conexiones en Washington, donde abogó entre otras por restrictivas leyes migratorias y una agenda social ortodoxamente conservadora. Desde 2013 es el gobernador de su estado, un fortín republicano eminentemente agrícola en el Medio Oeste.Lo escogieron para lograr que la elite del partido, los evangélicos y los ultraconservadores se tragaran el sapo que representaba Trump. Estos grupos, con frecuencia entrelazados, nunca vieron al magnate neoyorquino como un candidato soñado, pues en el pasado apoyó a demócratas, fue abierto en temas como el aborto y carga demasiados divorcios y escándalos sexuales encima.Pence, por el contrario, lleva casado más de 30 años con su esposa, tiene tres hijos y no se le conocen escándalos personales. Le aporta al presidente electo sus credenciales conservadoras y una experiencia política clave para apoyarse en el Congreso, también de mayoría republicana.Puede leer: Trump no se aguanta, y recurre a Twitter para atacar al New York TimesA pesar de su papel de telonero en el espectáculo en que Trump convirtió la campaña, no le ha temblado esa voz grave y pausada para mostrarse en desacuerdo con el magnate. Incluso aseguró, en medio del escándalo por la grabación en la que decía que podía tocar las mujeres donde le diera la gana, que no lo podía defender.Además, otros puntos los separan, particularmente la política comercial. Como congresista votó a favor de todos los tratados de libre comercio que se propusieron, así como el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP), temas en los que la oposición de Trump es total. Pero eso no ha impedido su ascenso.El hombre fuerteDe entrada, Pence ha pasado a encabezar el equipo de transición. “Está emergiendo como una figura dominante en la administración que está tomando forma, así como el principal conducto entre el Capitolio y la Casa Blanca”, explica The New York Times.Como compañero de Trump cumplió su misión de construir puentes con la dirección del Partido Republicano, y se sabe que muchos en sus toldas preferirían tenerlo al mando. Sin siquiera haberse posesionado, varios analistas apuntan que, ante el desdén del magnate frente a muchos asuntos, será el vicepresidente más poderoso de la historia. Algunos lo asemejan a Dick Cheney, el influyente número dos de George W. Bush. Otros sostienen que son tantos los líos de Trump que bien podría no terminar su periodo, renunciar o ser impugnado incluso por su propio partido, y cederle su lugar.Por increíble que parezca, a pesar de su misoginia y racismo, la verdadera pesadilla de los liberales en Estados Unidos no es Trump sino su segundo a bordo, y podrían terminar haciendo fuerza para que el magnate no deje el puesto tirado por nada del mundo.