Pese a que era una consagrada escritora del este de Europa —autora de dos novelas y un libro infantil, ganadora del Premio Literario Joseph Conrad, además de finalista del Premio de Literatura de la Unión Europea— la invasión de Rusia a Ucrania, su país, torció para siempre el destino de Victoria Amelia.
Pocos meses después de que comenzara esta guerra que completa más de año y medio, y que aún no parece tener cerca el final, Amelia, de 37 años, decidió convertirse en investigadora de crímenes contra la humanidad.
Así la sorprendió la muerte este domingo, luego de que el martes 27 de junio resultara gravemente herida tras el ataque con un misil Iskander ruso al restaurante donde se encontraba cenando con unos amigos, compartiendo sus amargas experiencias de la guerra.
Así se lo contaron al mundo dos colombianos, el excomisionado de Paz Sergio Jaramillo y el escritor Héctor Abad Faciolince, quienes narraron las horas de horror que vivieron junto a Amelia y su compatriota, la periodista Catalina Gómez. “Oren por Amelia”, aseguró Jaramillo en ese momento debido a la gravedad de las heridas.
La periodista Olga Tokariuk, amiga de Amelina, fue una de las personas que dio a conocer la trágica muerte de la escritora el pasado domingo. ”Mi querida amiga, la escritora ucraniana Victoria Amelina, ha muerto (...) Muchos libros sin escribir, historias sin contar, días no vividos”, escribió en su cuenta de Twitter.
Con visible dolor describió a su colega como “una persona increíblemente valiente, franca, elocuente y comprometida con Ucrania. Hizo mucho por otros. Mi modelo a seguir. Su pérdida es inmensamente dolorosa y deja un gran vacío interior”.
De las letras al campo de batalla
Tras el inicio de la guerra, la autora, madre de un hijo, dejó de lado los libros para colocarse el chaleco antibalas y así documentarle al mundo lo que estaba sucediendo en Ucrania. Se convirtió en cronista de guerra para recorrer los campos de batalla buscando testimonios y juntando las pruebas que, espera, lleven a los criminales de guerra ante tribunales internacionales. “Es imposible escribir de otra cosa que no sea la guerra y ya hay demasiados periodistas más capacitados que yo para contar lo que sucede. Decidí hacer algo por los que ya no se puede entrevistar”, contó Amelina al medio ‘Kyiv Independent’ desde Kharkiv.
Ese cambio en su vida comenzó con la desaparición de su colega y amigo, Volodímir Vakulenko, célebre escritor de literatura infantil que había permanecido en el pueblo de Kapitolivka, para cuidar de su hijo discapacitado. La zona estaba ocupada por los rusos en ese momento. Los asesinatos, las violaciones y las torturas que se comenzaron a conocer apenas las tropas invasoras se veían obligadas a retirar, la hicieron temer lo peor.
“La compañía de Amelina fue fundamental para conocer los horrores de la guerra y las atrocidades cometidas por el ejército ruso, tanto en las primeras semanas de la invasión como en el año transcurrido después. Nos llevó a ver la casa de donde los rusos se llevaron al poeta Volodymyr Vakulenko, para después torturarlo, pegarle dos tiros y enterrarlo en una fosa común como a cualquier judío del año 40. Con mi obsesión por el Holocausto yo aporté lo mío. Hice que paráramos en las afueras de Járkiv a ver un monumento en honor a más de 15.000 víctimas judías asesinadas y enterradas en fosas comunes. En su campaña por “desnazificar” a Ucrania, el presidente más parecido a Hitler que se conozca desde 1945, Putin, destruyó la menoráh que señalaba el sitio del crimen de los nazis”, escribió precisamente Héctor Abad en El País de España.
Decidió entonces que apenas fuera liberado Kapitolivka, iría a investigar lo que le había sucedido a su colega. Se contactó con la organización Truth Hounds (Sabuesos de la verdad), especializada en la recopilación de pruebas para presentar los cargos en casos de crímenes de lesa humanidad. Asistió a clases virtuales y presenciales de fiscales, antropólogos y policías. Repasó minuciosamente los estatutos de la Convención de Ginebra y los Tratados de Roma.
En septiembre pasado, apenas las fuerzas ucranianas liberaron Kapitolivka, viajó junto a un equipo de expertos para comenzar la investigación sobre la desaparición de Vakulenko y otros cientos de personas. “Sabía que habría miles de crímenes de guerra, incluso sin este caso concreto”, relata Amelina.
Así se enteró por la Policía de Kharkiv que agentes de las fuerzas especiales rusas se llevaron al escritor en la noche del 24 de marzo de 2022, en un auto que estaba identificado por la clásica “Z” de los invasores. Dos días después encontraron tres cámaras de tortura en la cercana localidad de Balakliia. En el bosque, a las afueras de Izium, apareció una fosa común con cientos de cadáveres. Amelina estuvo ahí preparando los cuerpos para la identificación y tomando fotos de los rasgos distintivos y las ropas de las víctimas.
El 28 de noviembre, cuando llegaron los análisis de ADN, se confirmó que el cadáver de Volodímir Vakulenko se encontraba en la fosa número 319 del infame cementerio colectivo del bosque.
Amelina siguió investigando, fue a ver a los padres de Vakulenko y logró hallar el diario que su amigo estaba escribiendo sobre la guerra y había enterrado bajo un cerezo del patio minutos antes de que fuera secuestrado. Se sumó a las pruebas para cuando llegara el momento del juicio.
Pero la de su amigo escritor no ha sido la única historia que marcó a Amelina. Hay otra que se relaciona con su ciudad natal, Lviv, donde nació en 1986. Ella lo explica así en un ensayo que escribió para Arrowsmith Press: “El historiador Timothy Snyder tituló su libro sobre estas tierras entre el Báltico y el mar Negro ‘Bloodlands: Europa entre Hitler y Stalin’”.
En él relata el modo en que ambos regímenes persiguieron su proyecto utópico en su Ucrania natal, “asesinando en el proceso a millones de personas. El Terror Rojo y el genocidio ucraniano conocido como Holodomor, la matanza masiva de oficiales polacos y el llamado Renacimiento Ucraniano Ejecutado, que implicó la desaparición y matanza sistemática de cientos de escritores del país, el Holocausto y otros asesinatos masivos nazis ocurrieron aquí, en el territorio que yo llamo hogar. Estos acontecimientos convirtieron a la región en el lugar más mortífero del planeta durante las décadas de 1930 y 1940″.