Cuando Donald Trump llegó a la Presidencia de Estados Unidos, supuestamente con ayuda de Rusia, los populistas en Europa se regocijaron con su victoria y tomaron impulso para hacer lo propio en las elecciones de sus países. El futuro de Europa (y de la democracia, de paso) parecía incierto. Pero no contaban con la reacción de los defensores de una Europa unida. La ola populista se estrelló hace una semana en Francia con el triunfo de Emmanuel Macron, en la última expresión de una tendencia comenzada en Austria en diciembre del año pasado con la derrota del neofascista Norbert Hofer, quien perdió la Presidencia ante el candidato del Partido Verde, Alexander van der Bellen. En efecto, el verde ganó gracias a la sombra de Trump y al recordarle a los austriacos los peligros del aislamiento económico.Puede leer: Macron inicia su mandato con el objetivo de relanzar el proyecto europeoDe otro lado, en Holanda, las medidas antipopulistas pasaron por abandonar el voto electrónico para prevenir la influencia de ataques cibernéticos en los comicios parlamentarios. Además, el primer ministro, Mark Rutte, optó por ‘derechizar’ su programa para contrarrestar al discurso incendiario del populista islamófobo Geert Wilders, apodado el “Trump holandés”. En efecto, poco antes de los comicios, Rutte le pidió a los inmigrantes “actuar normalmente o marcharse”, con la intención de seducir con mano dura a los seguidores de Wilders. Con ello, su Partido Popular por la Libertad y la Democracia lideró las elecciones al obtener 33 escaños, a lo que se sumó el buen desempeño del Partido Verde, uno de los más progresistas del país, y que triplicó sus sillas en el Parlamento.Igualmente, la canciller alemana, Angela Merkel, gran defensora del proyecto de la Unión Europea (UE), limitó su política de refugiados para contener los reclamos de los más conservadores, tras el ataque de terrorismo islámico que cobró la vida de 12 personas e hirió a otras 56 con un camión el año pasado. Así, mientras el país germano recibió a 890.000 refugiados en 2015, ese número se redujo a 280.000 en 2016. A este atenuante se añaden las divisiones internas del partido de extrema derecha Alternativa para Alemania, cuya exdirigente, Frauke Petry, decidió no asumir la candidatura de su movimiento en las elecciones parlamentarias de septiembre. Así, Merkel ha mantenido a los populistas al margen, pues su partido, la Unión Demócrata Cristiana, ganó las elecciones estatales en el Estado más poblado del país, con lo que la canciller tiene vía libre en los comicios en los que defenderá su cargo.Sugerimos: Macron, retos de un aprendizCon todo, la mayor conquista del proyecto europeísta fue la contundente victoria de Emmanuel Macron sobre la candidata de la extrema derecha, Marine Le Pen, en Francia. El centrista logró reunir a todas las fuerzas de su país contra ella y no perdió tiempo para empezar a tender puentes con sus colegas pro-Europa, ya que poco después de su posesión, el político se reunió con Merkel en Berlín. El encuentro sirvió para trazar conjuntamente el ‘mapa’ que Europa deberá seguir los próximos años, y le dio músculo a una alianza determinante para el futuro del Viejo Continente, pues se espera que Merkel y Macron conformen un eje de defensa del proyecto de la UE. Pero, como advirtió la mandataria en la reunión, “hay magia en cada comienzo, pero la magia solo dura cuando hay resultados”.Por ello, no vale cantar victoria. En efecto, los partidos austriacos llamaron a unas elecciones anticipadas ante el fracaso de la coalición de gobierno y en Holanda los movimientos que obtuvieron escaños en el Parlamento tampoco han logrado formar una mayoría sin Wilders. Y en Francia, mientras Le Pen se posiciona como la mayor fuerza opositora, el incipiente movimiento político de Macron deberá salir bien librado de las elecciones legislativas de junio para adelantar las reformas que prometió en campaña.Recomendamos: El cara a cara del impulsivo Trump con la pragmática MerkelComo le dijo a SEMANA Jonah Levy, del Instituto de Estudios Europeos de la Universidad de Berkeley, “este es un contexto político peligroso. Los partidos populistas en Europa, particularmente en Holanda y Francia, no se alejaron de posiciones ultraconservadoras, xenófobas o racistas y, aun así, su desempeño fue mucho mejor que en el pasado. Detrás de la victoria de Macron y otros candidatos hay un signo de victoria, pero también una advertencia”. Es que si bien las fuerzas europeístas han ganado batallas, no conviene dormirse en los laureles, pues la guerra contra el populismo está lejos de terminarse.