Pedro Sánchez tiene todo a su favor para conservar el bastón de mando, otros cuatro años, con sus aliados comunistas. Después de la debacle de los comicios locales del 29 de mayo, el PSOE recupera oxígeno y consigue seguir atado a la Moncloa.
Aunque entre las dos formaciones no alcanzan los 176 escaños de la mayoría absoluta, puesto que entre ambos solo lograron 153 (122+31), Sánchez necesitará contar con partidos radicales que abogan por separarse de España y apoyan terroristas para llegar a esa cifra. Entre todos tendría 172.
Lo paradójico, es que las llaves para formar un nuevo Ejecutivo las tiene Puigdemont, un líder catalán exiliado en Bélgica, cuyo partido tiene como único objetivo la independencia de Cataluña. Sus siete congresistas serían imprescindibles para que Sánchez supere los 176. Por tanto, liderará un Ejecutivo débil, a merced de los más radicales.
Para su rival, Alberto Núñez Feijóo, supone un duro varapalo y podría tener que ceder su cargo al frente del PP más adelante. No parece suficiente el logro de sus 136 curules, que implica subir 47 escaños, comparado con el 2019, cuando Pablo Casado fue el candidato. Llevaba catorce años a la cabeza de la Junta de Galicia y su salto a la política nacional ahora la puede considerar un fracaso. Los sondeos de opinión pronosticaban que podría arrebatar la presidencia a Pedro Sánchez, pero no lo ha conseguido por errores de la campaña. Por tanto, será otro líder del PP chamuscado.
Otra posibilidad que apuntan analistas españoles, es que Puigdemont no ceda sus votos en la sesión de investidura y Sánchez deba volver a convocar elecciones en diciembre próximo. Seguiría haciendo campaña desde la presidencia, lo que le daría más ventajas.
En cuanto a los partidos extremistas, Vox mantiene la tercera posición, con 33 escaños, 19 menos que en 2019. Y el Sumar, de Yolanda Díaz, consiguió solo 31 curules, menos que el antiguo Podemos, aunque suficientes para salvar la cara.
En conclusión, Pedro Sánchez pierde claramente las elecciones, pero resiste porque no tiene reparos en aliarse con quien sea con tal de continuar en la Moncloa.
Y aunque Núñez Feijóo parece decidido a intentar formar gobierno como el partido más votado, no tiene ninguna posibilidad, puesto que nunca pactaría con partidos que no respetan la Constitución y los escaños de la extrema derecha no son suficientes.
Pensar en una coalición entre los dos grandes partidos, PP y PSOE, para eludir a los extremos y, sobre todo, a los independentistas, es una quimera. España no es Alemania y entre derecha e izquierda hay un abismo que Sánchez no está dispuesto a cerrar.