Un video que se difundió en redes sociales dejó ver el momento exacto en que un avión ruso de combate es derribado por fuerzas ucranianas y posteriormente los dos pilotos se eyectan para salvar sus vidas.

Claramente se ve en las imágenes cómo el avión cae sin control alguno a tierra y luego explota. Se desconoce la suerte de los pilotos, quienes también son grabados mientras descienden en sus paracaídas blancos en territorio ucraniano.

A pesar de ese pequeño triunfo para el Ejército de Ucrania, la moral entre los militares de ese país está muy baja. Y es que después de dos meses en el frente este, donde la guerra está más caliente, y de dos duras semanas tratando contener la ofensiva ordenada por el Kremlin en esta región ahora prioritaria, las cosas no van tan bien.

“En el plano de la moral, la situación es complicada. No es todo rosa”, confirma Irina Ribakova, oficial de prensa de la 93ª brigada. “Por supuesto, estábamos preparados para esta guerra, sobre todo para el ejército profesional, pero para los reclutas es más complicado”, explica la militar, mientras se oye el estruendo de un ataque de represalia ruso.

En la entrada a Barvinkove, a unos 5 km de las líneas rusas, seis movilizados que vigilan un punto de control están preparados para lanzarse en cualquier momento a su trinchera, que cavan a diario con la pala. “Si no, estamos muertos”, resume Vasil, de 51 años, alistado con su hijo Denis, de 22.

Un fuego de leña calienta una marmita hecha con chatarra militar, donde flotan algunas zanahorias sin pelar, patatas y cebollas. Los suministros, con el respaldo de la población local, han ido bien “a excepción de los cigarrillos”.

Oficialmente, en el frente no se bebe ni una gota de alcohol. En el búnker, cavado bajo un relieve, los seis soldados duermen apretados en jergones entre dos turnos de guardia. En el frente del Donbás, la noche es todavía peor que el día. “Para la guerra psicológica”, el ejército ruso escoge la oscuridad para disparar sus armas de mayor calibre, afirma la portavoz de la brigada haciendo de guía por una carretera cercana a esta pequeña localidad.

Plantado en medio del campo se ve un cilindro de tres metros de altura. Es el propulsor de un Tochka, un inmenso misil balístico de corto alcance de fabricación soviética. Su carga estalló en la noche del viernes al sábado cerca de una escuela abandonada que sirve de base a los soldados donde dejó un cráter de 15 metros de diámetro.

Moscú anunció el pasado viernes que quería establecer un control total sobre el Donbás y el sur de Ucrania para “garantizar un corredor terrestre hacia Crimea”, anexionada con Rusia en marzo de 2014. Varias localidades como Izium o Kreminna cayeron estas dos últimas semanas y Rusia sigue arañando nuevas posiciones mientras que los ucranianos se limitan desde hace días a contener.

“Tenemos una línea de frente muy fragmentada, que no sigue un río, una carretera o una autopista. Ahora es un pueblo para nosotros, uno para ellos, uno para nosotros, como un ajedrez”, dice la militar de la 93ª brigada.

La región por completa se ha remodelado para frenar la llegada del enemigo: hueco en las vías ferroviarias, kilómetros de trincheras, puentes volados, cuadrados de hormigón retirados de las carreteras, preparados para acoger minas que exploten cuando pasen los blindados rusos.

*Con información de AFP.

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