En su visita al país europeo, el presidente de Brasil, Luis Ignacio Lula da Silva, ha sido abucheado por gran parte del parlamento de ese país en medio de las protestas de los mismos diputados de ultraderecha a los que el presidente del Parlamento ha tenido que reprender por “avergonzar el nombre de Portugal”.
Lula fue invitado a hablar en el Parlamento portugués el día en que se conmemora el 49 aniversario de la Revolución de los claveles, que puso fin a 48 años de dictadura de derecha en Portugal y a 13 años de guerras coloniales en África.
“Condenamos la violación de la integridad territorial de Ucrania. Creemos en un orden basado en el respeto al Derecho Internacional y en la preservación de las soberanías nacionales”, ha dicho Lula en una sesión de bienvenida de la Asamblea, previa a la que conmemora el 49 aniversario de la Revolución de los Claveles.
“La guerra no puede continuar definitivamente. Las crisis alimentaria y energética son problemas globales. A todos nos afecta las consecuencias de la guerra, es preciso hablar de paz. Para llegar a ese objetivo es indispensable allanar el camino del diálogo y la diplomacia”, ha incidido.
El discurso fue aplaudido por las bancadas de izquierda, aunque una docena de diputados de derecha golpearon sus escritorios mientras ondeaban las banderas de Ucrania y lo acusaban de corrupto.
Ante esos desplantes, el presidente de la Asamblea, Augusto Santos Silva, interrumpió a Lula para reprochar su actitud a la ultraderecha a la que ha pedido, visiblemente enfadado que dejaran de insultar y “avergonzar” tanto a las instituciones como al “nombre de Portugal”.
“Uno se acostumbra a eso cuando hace política”, reaccionó Lula, y calificó de “escena ridícula” el gesto de los diputados del partido Chega (“Basta” en portugués) que mostraron carteles en los que proclamaban “Basta de corrupción”.
Para protestar contra el recibimiento que le dieron las autoridades portuguesas, unos cientos de simpatizantes del partido Chega e inmigrantes brasileños afines a Jair Bolsonaro se concentraron cerca del Parlamento.
“Bandido”, “Lula, ladrón, tu lugar está en prisión”, corearon, al tiempo que otros tantos manifestantes a favor de Lula eran agrupados por la Policía en otra calle adyacente y a buena distancia.
Antes de regresar al poder en enero, cuando derrotó a su predecesor de extrema derecha Jair Bolsonaro, Lula había pasado más de un año en prisión por una condena por corrupción que más tarde fue anulada por los tribunales.
“La democracia en Brasil ha vivido recientemente momentos de grave amenaza. (...) La noticia que les traigo es que las fuerzas democráticas brasileñas han demostrado su solidez y su resiliencia”, afirmó en su discurso el jefe de Estado, de 77 años, que ya había gobernado Brasil de 2003 a 2010.
En su primer viaje a Europa desde su regreso al poder en enero, Lula, quien había ejercido la presidencia entre 2003 y 2010, optó por realizar una visita de cuatro días a la antigua potencia colonial de la que Brasil se independizó en 1822. La segunda y última etapa de esta minigira será España, a partir de este martes 25 de abril.
En su búsqueda de mejorar la imagen de su país en temas ambientales tras la gestión de su predecesor Jair Bolsonaro (2019-2022) y de erigirse en posible mediador de paz, Lula viajó en febrero a Estados Unidos, donde se reunió con el presidente Joe Biden.
Pero pareció tropezar, cuando tras reunirse este mes con su par chino, Xi Jinping, instó a Estados Unidos a dejar de “alentar la guerra” en Ucrania, que resiste desde hace más de un año a una invasión rusa, y pidió a la UE “empezar a hablar de paz”.