En el inicio de la invasión rusa a Ucrania, Vladimir Putin, presidente de Rusia, se mostraba como un emperador, fuerte e indoblegable. La ofensiva sobre Ucrania significaba el renacimiento de su sueño imperial. Putin fue enfático en el anuncio de la operación militar: “A cualquiera que considere interferir desde el exterior, si lo hace, enfrentará consecuencias mayores que cualquiera que haya enfrentado en la historia”.

Durante los primeros días de la ofensiva todos los movimientos de Putin parecían calculados. Ataques a ciudades clave, el despliegue de una maniobra de pinza que buscaba cercar Kiev, el uso de armas de alta precisión en objetivos estratégicos del Gobierno ucraniano; todo aparentaba ser parte de un plan previa y fríamente calculado por el líder ruso.

Putin contaba, en su estrategia, con la completa superioridad material de sus tropas sobre una “indefensa” Ucrania. El mandatario buscaba consolidar una rápida dominación aérea, inutilizando la infraestructura ucraniana, para luego lanzar un avance rápido y sin resistencias por tierra.

Sin embargo, las cosas hasta el momento no han sucedido así. Cuando las tropas rusas estaban más cerca de Kiev, estas se quedaron sin suministros, especialmente sin gasolina para mover las unidades terrestres. Este es un error logístico fatal, extraño en un mandatario que ya ha liderado varias ofensivas militares.

Putin tenía todas sus esperanzas puestas en los factores materiales, por lo que los inmateriales de una guerra empezaron a jugarle una mala pasada. Las fuerzas armadas ucranianas y los civiles del país han organizado una defensa formidable.

La destrucción de diferentes puentes y vías de acceso a Kiev fue el factor fundamental para efectuar el retraso de las tropas terrestres que avanzaban hacia la ciudad, obligándolas a separarse y a buscar rutas aledañas, más largas que las planteadas al inicio de la ofensiva.

La fuerza con la que los ucranianos han defendido su territorio no entraba en los cálculos de Putin, una capacidad que no se puede calcular, pero que debe ser tomada en cuenta al iniciar una guerra. Al fin y al cabo, los ucranianos están defendiendo a sus familias y hogares ante un invasor hostil.

Los ucranianos no entregaron las armas y su presidente, Volodímir Zelenski, no ha dejado Kiev desde que empezó la ofensiva. El presidente ha visitado a sus tropas y ha sido visto utilizando indumentaria militar, lo que lo ha posicionado como una figura líder de la resistencia y lo ha convertido en un héroe nacional.

Este ultimo factor es fundamental en las capacidades inmateriales. Contar con una figura de líder casi heroica ayuda a tener la moral de las tropas en un nivel alto, manteniéndolas dispuestas a combatir en todo momento.

El modelo de guerra rápida propuesto por Putin también dejó al descubierto un flanco frágil y deja entrever una forma distinta de hacer la guerra. Nuevamente Putin, confiado en su superioridad material, ignoró por completo las nefastas consecuencias que tendrían las sanciones sobre su economía.

El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha visitado a sus tropas en diferentes puntos de resistencia, lo que ha mantenido alta la moral del ejército. Foto de Handout / Servicio de prensa presidencial de Ucrania / AFP. | Foto: AFP

El arma más potente que ha esgrimido Occidente hasta este momento ha consistido en congelar los activos de oligarcas rusos, bloquear importaciones y, por último, la medida más fuerte, bloquear las cuentas Swift del país, haciendo imposible que el sector financiero realice transacciones internacionales.

Falta ver cómo tomaran el golpe los oligarcas rusos y cuánto piensan aguantarlo. Estos son uno de los pilares fundamentales del Gobierno ruso, que por años ha implementado políticas para beneficiarlos. Ambos tienen una relación simbiótica, Putin los beneficia económicamente y ellos se encargan de mantenerlo en el poder.

Occidente ha logrado, además, realizar un fuerte cerco diplomático. La resolución aprobada este miércoles 2 de marzo por la asamblea general de las Naciones Unidas, en las que se condena a Rusia por su ofensiva sobre Ucrania, tuvo un resultado casi histórico. 141 países de la organización votaron a favor de sancionar a Rusia.

El país liderado por Putin se encuentra ahora aislado de los mercados económicos y de la diplomacia mundial en una guerra que se pelea en varios frentes, sin necesidad de que los Estados Unidos y sus aliados hayan disparado de manera directa una bala.

El líder que se mostraba indoblegable ha dejado ver su cara más errática en sus ultimas acciones. La imagen del líder frío y calculador parece, por lo menos a ojos de Occidente, irse deshaciendo con el paso de los días. Putin jugó todas sus cartas en un movida que ahora parece ser no el inicio, sino el fin de su sueño imperial.

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