Vladimir Putin tiene la impresionante capacidad para salir bien librado de todos los conflictos en los que está involucrado. Se mueve en el Gobierno con sigilo, pero siempre logra lo que quiere. La semana pasada lo demostró con la reforma a la Constitución que presentó el miércoles en una rueda de prensa, en la cual, seguramente, busca perpetuarse en el poder.
Es estratégico. Todavía faltan cuatro años para que termine su periodo, pero desde ya está acomodando todo para permanecer en el poder más allá de 2024. Con el reciente anuncio del presidente pasó algo sin precedentes: renunció todo su gabinete. Aún no se sabe si se trató de una decisión protocolaria o si renunciaron en protesta por las reformas de Putin. Lo que sí es claro es que el presidente no toma decisiones a la ligera, sino que tiene todo fríamente calculado a su favor.
Sorprendió, sobre todo, la salida del primer ministro y hombre de confianza del mandatario, Dimitri Medvédev. Este ha sido una pieza clave para el mandatario y su obsesión por el poder. Cuando este se posesionó, en 1999, Rusia estaba en ruinas. Su proyecto trajo estabilidad en un momento de caos y restableció los valores nacionales. No obstante, después de nueve años, Putin debía hacerse a un lado porque la Constitución no permite que un presidente dure más de dos periodos consecutivos.
Medvédev y Putin, cuando su gabinete renunció. Posteriormente, el presidente nombró primer ministro a Mijaíl Mishustin (centro) y a Medvédev vicepresidente del Consejo de Seguridad. Para seguir en el poder, Putin propulsó la candidatura de Medvédev, quien se posesionó en la presidencia en 2008 y lo nombró primer ministro, con lo que Putin siguió manejando las palancas del poder. Al finalizar su periodo presidencial en 2012, Medvédev se hizo a un lado para darle paso a Putin, con el fin de que este se convirtiera nuevamente en el presidente de Rusia. Sin embargo, Putin ya no quiere volver a alternarse en el poder, sino permanecer indefinidamente sin violar la carta política. Por eso anunció la reforma. El presidente busca, entre otros cambios, darle mayor poder a la Duma (Cámara Baja) para elegir al primer ministro y el resto del gabinete, a quienes anteriormente el mandatario nombraba y el Legislativo ratificaba. Además, le quiere dar más protagonismo al Consejo de Estado, el cual también preside.
Ahora, en la lista de reformas hay tres que ratifican el deseo de Putin. En primer lugar, quiere “limitar” la supremacía del derecho internacional. Esto con el fin de evitar sanciones cuando no acate las disposiciones de ese nivel. En segundo lugar, pidió “corregir” las normas que prohíben a un presidente permanecer en el poder por más de dos periodos consecutivos. Evidentemente, para reelegirse en 2024. Una última reforma que anunció fue la impedir de manera contundente, que una persona nacida en el extranjero pueda postularse a presidente de la Nación. Tras la renuncia del gabinete los nombramientos no se hicieron esperar. Como primer ministro, Putin nombró primer ministro a Mijaíl Mishustin, hasta el jueves jefe de servicios fiscales. Un hombre desconocido en la política rusa, logró uno de los mejores sistemas de recaudación de impuestos. Sin embargo, hasta el momento se conoce muy poco sobre los planes que tenga Putin para su nuevo primer ministro, aunque jugará un papel clave para las reformas. Luego, en cuestión de horas, nombró al propio Medvedev nada menos que en la vicepresidencia del Consejo de Seguridad, uno de los organismos más importantes del país. Este tiene una gran responsabilidad en cuanto a la toma de decisiones referentes a la política tanto interna, como externa. Además, Putin decide las funciones de ese cargo, por lo que es una figura estratégica para el presidente. Putin se lanzó a hacer su enroque en un momento en el que está proyectando la influencia rusa por el mundo entero. Justamente la semana pasada se reunió con su colega turco Recep Tayyip Erdogan para buscar un alto al fuego en Libia. Esta vez lo hizo en apoyo del mariscal Jalifa Haftar, quien desde hace nueve meses emprendió una acción militar en Trípoli para consolidar el poder en sus manos. Erdogan apoya al bando de Fayez al Sarraj, primer ministro del país africano, y único reconocido por la ONU como jefe del gobierno. Estos enfrentamientos han cobrado la vida de 1.500 personas,10.000 heridos y cerca de 100.000 desplazados.
La presencia de Putin en un conflicto como ese subraya su éxito en llenar los espacios que ha dejado libre el relativo aislacionismo del norteamericano Donald Trump. “Estados Unidos optó por dar un paso atrás en Oriente Medio durante la administración Obama y perdió parte de su influencia, pero no toda. Jamás abandonará a quien es su único verdadero aliado y al que prometió proteger, que es el Estado de Israel. Ahora, necesita retomar esa influencia pero no le va a ser fácil debido a la presencia de Rusia”, le dijo a SEMANA Javier Martín, jefe de la oficina de Libia, Túnez y Algeria de la agencia EFE.
El presidente ruso y su homólogo Recep Tayyip Erdogan, en su reunión de Estambul. En el encuentro, trataron temas como el conflicto en Medio Oriente y Libia. El presidente ruso busca garantizar su presencia en la Libia del futuro. Esto le proporcionaría grandes beneficios a nivel económico: petróleo, inversiones en infraestructuras, venta de armas. “Y a nivel estratégico: un aliado y una base avanzada en el Mediterráneo”, explicó Martín.
Por otro lado en los últimos meses Putin ha consolidado su cercanía con la China de Xi Jinping, un personaje tan poco amigo como él de las limitaciones al poder. Esta alianza representa una seria amenaza para Estados Unidos, sobre todo si se tiene en cuenta que en diciembre pasado, los ejércitos de ambos países llevaron a cabo unos enormes ejercicios militares junto con las fuerzas armadas de Irán. El hombre más poderoso del mundo Para muchos, desde la sombra Putin es el hombre más poderoso del mundo. No solo logró anexar Crimea, en una jugada sin precedentes en el sistema internacional, sino que su ayuda le permitió sobrevivir al régimen sirio de Bashar al Assad. Todo esto mientras tiene en Trump a un no disimulado admirador, que entre otras cosas le debe la presidencia a los hackers rusos, que con sus campañas de desinformación inclinaron la balanza en contra de su adversaria demócrata Hilary Clinton. En efecto, la Rusia de Putin desarrolló el ejército cibernético más efectivo del mundo, acusado de desestabilizar a otros países (en especial del oeste) para consolidar su creciente poder. Lo acusan, además de su intervención en las elecciones, de robar información clasificada del Pentágono, de bloquear el internet de su país vecino, Georgia, mientras lo invadía, y de burlar procesos electorales de otros países. No obstante, a nivel local no las tiene todas consigo. Después de las cuestionadas elecciones presidenciales de 2018, en las que arrasó con el 77 por ciento de los votos, su popularidad ha decaído notablemente. En una encuesta estatal publicada este año, solo 32 por ciento de los rusos dijo confiar en Putin. Luego, inexplicablemente, el Kremlin cambió la metodología, y la popularidad subió a 60 por ciento. Eso demuestra que para Putin las cifras son apenas un detalle. Aunque es un líder elegido democráticamente, cada vez adquiere más características dictatoriales, como con su anuncio de las nuevas reformas. ¿Cómo puede un solo hombre tener tanta influencia? Diseñó un sistema para que la nación dependa de su figura. Como dijo el economista Andy Aslund en su libro Russia’s Crony Capitalism, el país se ha desarrollado en una “forma extrema de plutocracia que requiere del autoritarismo para persistir”.