Ángel Jiménez se mudó a Buenos Aires hace ocho años, en 2015, y desde que llegó a Argentina ha tenido que vivir con una inflación desbordada. Estudia Medicina en la Universidad de Buenos Aires, vive solo y aunque a veces trabaja, sus papás, desde Colombia, le envían una manutención. “Trabajaría si pudiera, pero la carrera no me da tiempo”, dice.

Confiesa que de los tres gobiernos que le han tocado en su estadía –el final del de Cristina Fernández de Kirchner, el de Mauricio Macri y el actual–, este, sin duda, ha sido el detonante de unos precios descontrolados. “Antes podía llegar a fin de mes con lo que mis papás me daban, ahora vivo de las ofertas y aun así se me complica bastante”, explica.

Este año, el país ha roto récords en cuanto a inflación se refiere. En marzo, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec), la inflación llegó al 104,5 por ciento, y en abril, la entidad la registró sobre el 108,8 por ciento, la cifra más alta desde 1991. Esta situación tiene a los argentinos en vilo y ha orillado al presidente Alberto Fernández a pedir auxilios económicos a varios países vecinos como Brasil.

Alberto Fernández se reunió con el presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, para pedir un auxilio económico urgente. | Foto: (c) Copyright 2023, dpa (www.dpa.de). Alle Rechte vorbehalten

La situación es tan grave que los precios pueden fluctuar drásticamente en cuestión de días. El aumento del costo de vida va tan acelerado, que cifras que registran otros países en un mes, en Argentina se alcanzan en una semana. Por ejemplo, en Colombia, la inflación mensual en abril fue de 0,78 por ciento y en el país austral fue de 8,40 por ciento, lo que implica que en tan solo 30 días Argentina registró un dato diez veces mayor al de Colombia. En el año completo la diferencia también es abismal, con 12,82 por ciento local y 108,8 por ciento en la nación albiceleste.

Mientras los gastos se disparan, los sueldos se mantienen en el mismo nivel. Argentina, de acuerdo con el diario chileno La Tercera, se convirtió en el país con el salario mínimo más bajo de la región: 80.342 pesos –cerca a 1.500.000 pesos colombianos–. Milagros Rojas, quien forma parte de la clase trabajadora argentina, habló con SEMANA al respecto, “Es horrible, cada día alcanza para menos. Tu sueldo no aumenta, pero el costo de vida sí. Ya no me alcanza para el alquiler, ni siquiera a veces para comprar cosas básicas”.

Ángel Jiménez, estudiante universitario.

Según explicó Rojas, “un paquete de galletas hoy te cuesta 17 pesos, mañana 25 y en una semana 50”. Ante esta situación, el Gobierno ha tomado varias medidas. Una de ellas son las paritarias, unos acuerdos entre sindicatos, gremios y el Gobierno para ajustar los sueldos de los trabajadores anualmente con base en el aumento de la inflación, lo que disminuye el impacto en el bolsillo de los argentinos. Pero parecen ser insuficientes.

Juliana Salazar, periodista colombiana que trabaja en ESPN Argentina, se beneficia de esta medida. “Por fortuna, a mí la empresa me ajusta el sueldo con base en la inflación, así que el impacto no es tan grande”. Sin embargo, este no es el caso de todos los argentinos. Según el Indec, al menos el 35 por ciento de la fuerza laboral no tiene un contrato fijo, sino que se dedica a hacer pequeñas “chambitas” o trabajos informales. Estas no cuentan con el beneficio de las paritarias, por lo que sus ingresos no se acomodan al incremento de precios.

Este sería el caso de Milagros, quien estudia y trabaja los fines de semana en algunos bares de la zona de la Recoleta de la capital. Ella debe ayudar a su madre con los gastos del hogar y su manutención, pero al tener empleos temporales e informales el sueldo verdaderamente no le alcanza. Sobre todo si se tiene en cuenta que se necesitan 191.000 pesos para cubrir toda la canasta básica familiar, o sea más de dos salarios mínimos, y Milagros no gana eso.

De acuerdo con la consultora Labor Capital Growth, el poder adquisitivo de los habitantes del país bajó en 20 por ciento, y cuatro de cada diez argentinos están bajo el límite de la pobreza. Valentina González, una colombiana que viajó hace un tiempo para estudiar en la UBA, cuenta lo que ha vivido. “Redujimos el consumo de carne al límite, el de huevos y no podemos comprar cosas de aseo personal con tanta frecuencia como antes”. González afirmó que para ella lo más sorprendente era el precio de los huevos: “A finales de abril, la cubeta costaba 900 pesos, hoy está en 1.700”.

Juliana Salazar, periodista deportiva.

Este es un sentimiento que comparte Ángel, quien en su camino a la universidad todos los días ve cómo este alimento sube de precio. “De camino a estudiar hay una tienda que pone en un cartel el precio de los huevos, cada semana es uno diferente, empezó en 900 pesos a mediados de abril, hoy va en 1.600”. A Ángel, al igual que a Valentina, le tocó reducir el consumo de carne y dejar de comprar embutidos como salchichas y mortadela. “Me tocó elegir, esos productos son ricos, pero no me llenan casi. Preferí comprar con esa plata algo que me quite más el hambre, no se pueden comprar ambos”.

En medio de la crisis, todos han encontrado una solución. Tanto Juliana como Ángel y Valentina coinciden en que es cuestión de aprender a moverse por las tiendas. “Al inicio impacta bastante, pero uno se acostumbra. Se aprende a moverse entre tiendas, saber dónde es más caro, dónde más barato, a buscar ofertas”, explica Juliana. Si bien a ella le ha tocado aumentar el presupuesto para varias cosas, dice que ya el pueblo argentino se acostumbra, y aunque no es fácil, viven con ello.

“A mis papás y a mí nos ha tocado aprender cómo gastar y, obvio, dejar de darnos algunos lujos, pero realmente es una situación a la que ya nos acostumbramos”, comentó González, quien compartió que su solución había sido reducir sus salidas con amigos. Sin embargo, Ángel afirma que lo mejor, y la solución a la que recurren la gran mayoría de argentinos, son los cotos.

Valentina González, estudiante universitaria.

“Son supermercados que han optado por hacer rebajas, vender productos al 2x1 semanalmente”. Así, Ángel compra cada semana hasta tres o cuatro paquetes de granos y cereales para tener guardados, lo mismo hace con alimentos no perecederos. “A veces encuentras cosas absurdas: tres paquetes de lentejas a 700 pesos, pero tres botellas de vino mucho más baratas. El vino siempre es más caro, pero la inflación a veces hace que los productos más básicos sean más caros que los que no lo son”.

Estos colombianos viven realidades diferentes, pero han tenido que hacerle frente a la inflación. Milagros, por el contrario, se entristece de ver la difícil situación de su país, pero guarda la esperanza de que todo cambie después de las elecciones de octubre y que Argentina pueda salir de la tormenta por la que pasa.