Durante años, el principal portavoz de los talibanes, el misterioso Zabihullah Mujahid, se mantenía lejos de los focos mientras aumentaban sus seguidores en redes sociales, donde narró en directo las etapas del regreso al poder de los “estudiantes de religión”. Dos días después de la entrada de los islamistas en Kabul el 15 de agosto, Mujahid se presentó por primera vez en público, en una improvisada rueda de prensa en la capital.

A primera vista, nada diferenciaba a este vocero talibán de los otros responsables del movimiento: Un hombre adulto con barba y turbante negro, que hace gala de una tranquilidad forjada tras décadas de guerra. “Echamos a los extranjeros”, destacó ese día entre sus primeras declaraciones.

Unos días antes había anunciado, ufano, en sus redes sociales el asesinato del jefe del servicio de comunicación del gobierno, Dawa Khan Menapal, “en un ataque especial llevado a cabo por los muyahidines”.

Y desde el antiguo puesto de Menapal, se dedicó en los últimos días a tranquilizar a la opinión pública sobre las intenciones de los talibanes, afirmando que habían cambiado con respecto a su anterior periodo en el gobierno, entre 1996 y 2001.

En aquella época impusieron su visión ultraortodoxa de la ley islámica. Las mujeres no podían ni trabajar ni estudiar y los asesinos y ladrones se arriesgaban a terribles castigos. “Todos los que están en el bando contrario son perdonados de la A a la Z. No buscaremos venganza”, afirmó antes los medios afganos que se quedaron en Kabul.

El portavoz talibán Zabihullah Mujahid poniendo una bandera del emirato talibán. (Photo by Hoshang Hashimi / AFP) | Foto: AFP or licensors

Maquinaria mediática bien engrasada

Muchos periodistas afganos dejaron el país en los vuelos de evacuación o siguen escondidos después de la toma del poder de los talibanes ante el temor de represalias.

Los medios se preguntaron durante mucho tiempo si Zabihullah Mujahid era realmente una sola persona, ya que su apellido “mujahid” (“muyahidín” en español) quiere decir “combatiente de la fe”, un término que los talibanes utilizan para designar a sus tropas.

Mujahid, omnipresente desde hace 15 años en la bien engrasada maquinaria mediática de los talibanes, se presentó distendido y seguro de sí mismo en su primera aparición pública en rueda de prensa, difundida en directo por televisión.

Hace veinte años, el régimen talibán prohibió la televisión, el cine, la música y otras formas de ocio por considerarlas inmorales. Preguntado sobre si esperaban que los afganos olvidasen dos décadas de violencia y atentados talibanes, y les perdonaran, Mujahid no eludió la respuesta.

Las pérdidas humanas, por muy dolorosas que sean, valieron la pena, argumentó. “Se venció a una fuerza enorme de ocupación”. En 20 años, los talibanes evolucionaron, adaptándose a los modos de comunicación modernos para ponerlos al servicio de la propaganda.

Después de la toma del poder de parte de los talibanes, muchos líderes han salido a la luz como también pasó con el Mulá Baradar. (AP Foto/Rahmat Gul) | Foto: Copyright 2021 The Associated Press. All rights reserved.

“Tranquilizar a nuestros hermanos”

“Los talibanes entienden que la guerra moderna es la guerra de la información”, escribió Richard Stengel, antiguo subsecretario de Estado con la administración de Barack Obama, en un editorial del New York Times. “No buscan construir una nueva plataforma (de comunicación); intentan integrarse y dominar el paisaje ya existente”, añadió.

En los últimos años, Mujahid y sus asistentes fueron incluso más reactivos que los equipos de comunicación gubernamentales: publicando comunicados, respondiendo a los periodistas, o creando grupos de WhatsApp para responder en directo a sus preguntas.

Aunque sus actividades pasadas en el movimiento son poco conocidas, Mujahid se impuso como el principal portavoz de los talibanes. No obstante, otras figuras como Suhail Shaheen, instalado en el gabinete político talibán en Catar, tienen un rol más público.

Durante el avance de los islamistas en los últimos meses, Mujahid logró ganarle la batalla de la comunicación al gobierno, explicando minuciosamente las ofensivas relámpago de sus tropas, un poco como si fuera el ministro de Información.

Sus declaraciones, a menudo rápidamente confirmadas por los hechos, contribuyeron a propagar la idea (tanto en la población local como en el extranjero) de que la victoria final de los talibanes era inevitable, lo que sin duda provocó la caída de algunas ciudades en las que no hubo resistencia.

En el poder, Mujahid se enfrente a un nuevo desafío: convencer a los afganos, y al mundo, de que los talibanes son capaces de gobernar el país. “Todos los problemas se pueden resolver hablando”, dijo el martes a los periodistas en su segunda rueda de prensa. “Queremos tranquilizar a nuestros hermanos. Tenemos el mismo país y los mismos objetivos”.

Con información de AFP.