En el discurso que lo catapultó a la fama en la convención demócrata de 2004, el entonces desconocido senador de Illinois, Barack Obama, explicó el significado de su nombre. “Ellos me darían un nombre africano, Barack o bendecido, convencidos de que en unos Estados Unidos tolerantes el nombre no sería una barrera para el éxito”. Y si que ha sido bendecido. Hace un año nadie hubiera imaginado que un hombre negro, cuyo segundo nombre es Hussein y todavía en su primer periodo como senador, derrotaría a las dos poderosas dinastías políticas que han gobernado a los Estados Unidos durante los últimos 20 años -los Clinton y los Bush- y llegaría a la Casa Blanca. Inclusive, en las últimas semanas, cuando todas las encuestas le daban una amplia ventaja frente a John McCain, aún era difícil convencerse de que su victoria era posible. Los escépticos evocaban la posibilidad de que se repitiera el efecto Bradley, llamado así por un candidato a alcalde de Los Angeles en 1982, que ganaban en las encuestas pero a la hora de la elección muchos ciudadanos no votaron por él, por el color de su piel. Pero nada de esto pasó este 4 de noviembre. La proyecciones le dierona la victoria a Barack Obama sobre las 11 y 10 minutos de la noche, al conseguir una mayoría aplastante de 297 votos, más del doble que a la misma hora tenía McCain, quien sumaba 134 votos. Aún faltaban por escrutar estados grandes en electores como California donde en todo caso, estaba asegurada la victoria del demócrata. La clave estuvo en que Obama conquistó en varios de los estados que tradicionalmente habían votado republicano, incluida la última elección de Bush, entre ellos Nuevo México, Colorado, Ohio, Iowa y Virginia, este último un estado que no votaba demócrata desde 1964. Pero la gran sorpresa fue el triunfo del candidato demócrata en Florida, el estado que le dio la victoria  George Bush en las polémicas elecciones de 2000.Los demócratas no sólo ganaron la presidencia, sino que obtuvieron una amplia mayoría en el Congreso que le dará al nuevo presidente, un poder extraordinario para llevar a cabo los cambios que prometió. Los primeros retos, y los más difíciles, que va a tener que enfrentar el presidente Obama una vez asuma el poder el 20 de enero de 2009 son reordenar el sistema financiero y devolverle la confianza a los inversionistas; retirar las tropas estadounidenses de la larga, costos y sangrienta guerra en Irak; y cerrar las profundas desigualdades sociales que dejaron ocho años de políticas republicanas que favorecían a los grandes capitales privados. Para esto tiene en sus planes reformar el sistema de salud para hacerlo más universal, subirle los impuestos a los que ganan más para quitarle impuestos a los que ganan menos y acabar con las prácticas corruptas en la política de Washington. Obama es el presidente más universal que ha tenido Estados Unidos. No por sus estudios ni su experiencia en política exterior, sino porque es el primero que es hijo de un extranjero y cuyos medios hermanos son de Kenia e Indonesia. De niño se crió en Hawai y durante la primaria se fue a vivir con su mamá y su padrastro indonesio a Jakarta. Más grande regresó a Hawai a vivir con su abuela materna, quien no alcanzó a ver a su nieto convertido en presidente, pues murió dos días antes de la elección. Su abuela, que había empezado como secretaria, llegó a ser gerente de un banco y por eso pudo pagarle a su nieto un colegio privado en Hawai y luego la universidad, también privada, en California. Obama dice que todo lo bueno que pueda tener él, se lo heredó a su mamá, una intelectual de Kansas que lo educó orgulloso de la cultura negra y quien desafortunadamente murió a los 52 años, de un cáncer. Después de uno años livianos como cualquier universitario, Obama empezó a tomarse las cosas más en serio y se trasladó a la universidad de Columbia en Nueva York. Allí se volvió un ermitaño, dedicado a la lectura y al estudio y decidido a encontrarse con sus raíces en África y comprender la realidad de la comunidad negra en los Estados Unidos. En cuanto se graduó, trabajó por un tiempo en una empresa pero rápidamente se dio cuenta que eso no era lo que quería hacer en la vida: tener una carrera exitosa en el sector privado. Su familia le había inculcado que uno venía al mundo a transformar las cosas. Por eso se buscó una Ong con la cual trabajar en los barrios más pobres y segregados del sur de Chicago y se dedicó a trabajar por la comunidad durante tres años. Allí fue perfilando su vocación política y ganó sus primeros adeptos que luego lo elegirían como senador. Obama fue el tercer senador negro en la historia de Estados Unidos.