Lorena Ortiz siempre quiso volar. El día antes de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declara al brote de covid-19 como pandemia, cumplió su sueño.  “Así que cuando llegué a Santo Domingo y luego de haber escuchado tantas noticias del coronavirus decidí hacerlo, decidí volar. Ese día llegué tan feliz a mi casa, como nunca”, cuenta. Lo que no se imaginó Ortiz es que al día siguiente, la situación mundial por el virus tomaría otra cara.  Como muchos connacionales, Ortiz está viviendo la pandemia y las medidas de aislamiento en un país del exterior. De acuerdo con su testimonio, en República Dominicana, se implantó el toque de queda desde el 20 de marzo como medida para hacerle frente a la expansión del coronavirus. Esto generó pánico colectivo, lo que llevó a la escasez de productos como el papel higiénico, las verduras, las carnes y los granos. 

El toque de queda entra en funcionamiento de cinco de la tarde a seis de la mañana del día siguiente. Durante el resto del día, las personas pueden desplazarse para hacer sus actividades diarias y/ o compras básicas. “Mi recorrido más largo es de mi casa al supermercado”, cuenta. Al igual que muchos países del mundo, República Dominicana se encuentra en modalidad de teletrabajo. “El 85% de las empresas ha optado por el teletrabajo”, cuenta Ortiz.  Con una voz profunda y pausada, Ortiz también reflexiona sobre el cambio que ha supuesto el virus en la vida de las personas. “En este país es muy común que los edificios tengan azotea. Entonces entre las 6 de la tarde y las 7 de la noche, cuando empieza a bajar el sol, he contado como unas 10 personas haciendo ejercicios en su azotea. Los viernes todo es más callado, se escuchan más los pájaros y es curioso que ellos vuelan más pegados al asfalto, ahora el espacio es de ellos”, dice. 

Sin embargo, también siente indignación porque hay personas que  se toman las medidas del gobierno y el virus como “una cosa folclórica”. Pues, como describe, las personas en los supermercados y en lugares de esparcimiento se reúnen para hablar, sin respetar el distanciamiento social y, en ocasiones, sin mascarillas de protección. “Me da miedo que contraigamos el virus, porque no sabemos si nuestro cuerpo lo va a poder contener o no”, manifiesta.  A modo personal, sin embargo, ha intentado tomarse la situación en serio. En medio del confinamiento, según describe, ha intentado organizar su tiempo para trabajar, leer y conectarse con la actualidad, informándose de lo que sucede en el mundo.  Para ella es importante que las personas “vean esta época como un momento positivo para reflexionar y aprender desde el interior” y les aconseja que “hagan un alto en el camino, que se escuchen y planteen la posibilidad de hacer nuevas cosas en su vida”.