Por primera vez en medio siglo, Suecia ha decidido imponer la presentación de un documento de identidad a todas las personas procedentes de Dinamarca, país vecino que replicó a su vez instaurando controles en la frontera alemana. Alemania, que en 2015 acogió a más de un millón de migrantes, recordó que “la libre circulación es un bien precioso” en el seno de la Unión Europea (UE). “Schengen es muy importante, pero está en peligro” dijo Martin Schäfer, portavoz del ministerio de Relaciones Exteriores dirigido por Frank-Walter Steinmeier, en un momento en que una decena de países comunitarios ha establecido diversos grados de control en sus fronteras incluyendo, como en el caso de Hungría y Eslovenia, vallas para evitar el paso de migrantes. Ante el flujo inédito de refugiados desde los Balcanes, Suecia tomó en otoño diversas medidas destinadas a disuadir a los migrantes de elegir su territorio como destino final tras un largo periplo por Europa. El 12 de noviembre restableció los controles aleatorios en sus fronteras, concentrados en el puente de Öresund y en los ferris procedentes de los puertos daneses y alemanes del mar Báltico. Desde la medianoche de este lunes, en la estación danesa de Kastrup, en el aeropuerto de Copenhague, de donde salen los trenes hacia Suecia, se han establecido registros sistemáticos y 34 controles fronterizos. Se trata de una decisión histórica: los nacionales de los países nórdicos podían circular libremente de un país a otro de la región desde los años 50. Controles en la frontera alemana Estocolmo ha impuesto hasta nueva orden a las compañías de transportes que verifiquen la identidad de los ocupantes de sus vehículos. De no hacerlo, se exponen a multas de hasta 50.000 coronas suecas (5.400 euros) por pasajero. La ola de refugiados, que tomó dimensiones inesperadas entre agosto y noviembre, disparó las tensiones entre Suecia, país que en 2015 recibió 163.000 demandas de asilo (la mayor proporción por habitante de toda la Unión Europea) y Dinamarca, que apenas recibe 18.000 al año. La respuesta de Copenhague ante el temor de que que los migrantes rechazados por Suecia se queden en su territorio no se ha hecho esperar: en una rueda de prensa el lunes, el primer ministro Lars Løkke Rasmussen, anunció el establecimiento de controles, en su caso aleatorios, en la frontera con Alemania, por donde más migrantes transitan de camino a los Estados nórdicos. “Que otros países nórdicos cierren sus fronteras puede tener grandes consecuencias para Dinamarca. Esto puede provocar más demandas de asilo”, dijo en una rueda de prensa Rasmussen, al frente de un gobierno liberal que quiere limitar las llegadas de migrantes al país. Los controles estarán en vigor por un periodo de diez días extensibles. 'Muro de Berlín' La situación en la estación de Kastrup era de calma el lunes por la mañana y los controles se efectuaban con relativa rapidez, pese a la irritación de quienes deben abordar diariamente la lanzadera Copenhague-Malmö, tercera ciudad sueca -unas 8.600 personas diarias. “Necesitamos controles (en nuestras fronteras) pero deben ser fluidos”, afirmaba Marten Jegenstam, consultor danés de 41 años que trabaja en Suecia. Alrededor de la estación se ha construido una valla de dos metros de alto y varios cientos de metros de largo para impedir que los migrantes rechazados intenten subirse a los trenes con destino a Suecia. “Es como si construyéramos un muro de Berlín”, lamentó Michael Randropp, portavoz de la asociación de usuarios del puente de Öresund, citado el domingo por el diario sueco Dagens Nyheter. Con información de AFP.