Solo horas después del tiroteo que acaba de estremecer a Dallas, un senador demócrata que llevaba meses insistiendo en la necesidad de más medidas de regulación de tenencia de armas, recibió una orden tajante de sus colegas: o dejaba de hablar del tema en el recinto del Senado estatal, en Austin, o no le volvían a dar la palabra.
“En la sede del Senado los miembros republicanos hablan y hacen bromas, mientras que otros, como el representante demócrata Jarvis Johnson se levanta para discutir sobre el control de armas: ‘Esto no es una broma, esto es real. Niños están muriendo todos los días”, relató The New York Times.
El ataque de Dallas, cometido por un hombre de 33 años, y que dejó ocho muertos y al menor siete heridos, entre ellos menores, es solo el último de una racha de estas muestras de violencia que se han vuelto cada vez más comunes en Estados Unidos, pero especialmente en Texas.
Una semana antes, en el condado de San Jacinto, cinco personas perdieron la vida a manos de un vecino que les disparó porque le pidieron que dejara de detornar su arma frente a su patio. Poco antes, 19 niños habían muerto a causa de otra arremetida en la población de Uvalde.
La crisis ha despertado en la ciudadanía la necesidad de mayor regulación, en un estado tradicionalmente renuente a cualquier tipo de limitación sobre las armas. Pero las dos cámaras del poder legislativo están en manos de Partido Republicano, una de cuyas consignas es la defensa del derecho a portar estos objetos.
Para colmo, explicó el Times, hasta los representantes del Partido Demócrata, cuya filosofía es oponerse al armamentismo, hablan orgullosamente de los revólveres y escopetas que guardan en sus casas.
La frustración de la gente preocupada por la situación, prosiguió el diario, se incrementa al comprobar que, a tiempo con la oleada de ataques masivos, el estado no ha hecho, sino incrementar el acceso a las armas. Por un lado, bajó la edad legal para tenerlas, de 21 a 18 años, y por el otro, eliminó los permisos para portarlas.
Por el lado del poder ejecutivo, las cosas no pintan mejor, de acuerdo con el informe. Durante una vigilia por las víctimas del ataque en Dallas, el gobernador del estado, Greg Abbott, declaró que su administración no hará ningún esfuerzo por limitar el acceso a las armas de fuego porque eso no funciona.
En entrevista para Fox News, Abbott señaló: “Hemos visto un incremento en los tiroteos en estados con leyes blandas, lo mismo que en aquellos con legislaciones muy estrictas”. Y concluyó que Texas estaba respondiendo “al dramático crecimiento de la rabia” por esta situación atacando su raíz, es decir, atendiendo los problemas de salud mental que se esconden detrás de esta problemática.
En Washington, el presidente Joe Biden no piensa lo mismo y, en reacción al reciente incidente en Dallas, expresó: “Los miembros republicanos del Congreso no pueden continuar respondiendo a esta polémica encogiéndose de hombros”, y pidió que se introdujera un proyecto de ley que prohíba armas de asalto y cargadores de alta capacidad.
Otro motivo de frustración para los texanos antiarmas, es que un proyecto que busca bajar la edad legal para comprar rifles AR-15, de 18 a 21 años, no pasará en el senado estatal por cuestiones de tiempo. Si esa norma existiera, informó el Times, se habría podido evitar la masacre de Uvalde.
De todos modos, hay quienes divisan alguna esperanza, si se tiene en cuenta que los votantes republicanos, que llevan la voz cantante en la política estatal, parecen estar moderando sus posiciones sobre este que es uno de sus temas bandera. En 2020, 67 por ciento de ellos creía que más armas hacían al país más seguro. Al año siguiente, luego del ataque de Uvalde, esa percepción bajó a 57 por ciento.