Este viernes (3 de noviembre), el Servicio Geológico de ese país (USGS) reportó un temblor de 3,4, localizado 76 kilómetros al norte de Charlotte Amalie en las Islas Vírgenes. En cuanto a las zonas más cercanas al epicentro se encuentran Cruz Bay, Fajardo, Río Grande y Carolina (en Puerto Rico).
A la 1:47 a. m., el sismógrafo detectó un temblor con magnitud 5,0 en Andrean of Islands (Alaska) a 10,7 kilómetros de profundidad. Parte de las zonas más cercanas a ese evento natural fueron Anchorage, Eagle River y Knik-Fairview.
En cuanto a la jornada anterior, 2 de noviembre, uno de los últimos movimientos telúricos (2,7) se presentó 16 kilómetros al oeste de Searles Valley (California) sobre las 9:25 p. m. tiempo local. Más temprano, a las 2:39 p. m., otra sacudida se ubicó al sureste de Ackerly en el estado de Texas. Su fuerza correspondió a 3,3.
A este lo antecedió uno más de 3,1 y se localizó a 58 kilómetros de Whites City, Nuevo México, mientras que en el mediodía fue el sur texano donde se percibió un movimiento de 2,6 a 22 kilómetros de Pleasanton (California). San Antonio, Converse, Universal City y Austin se resaltan como las áreas próximas al foco.
¿Por qué se originan los sismos?
Los temblores, independientemente de su magnitud, son el resultado de una liberación repentina de energía que se traduce en la propagación de ondas desde el interior de la Tierra hasta la superficie. Es ahí cuando el ser humano puede percibir la actividad, aunque mayoritariamente los eventos son ‘leves’ y solo detectados por sistemas especializados.
En concreto, son los sismógrafos los que permiten conocer tanto la fuerza como tiempo de una sacudida, pero no tienen la capacidad de predecirlos. Eso es lo que lleva a emitir constantes recomendaciones para prepararse con acciones básicas antes, durante y después de un fenómeno natural.
El Departamento para Gestión del Riesgo de Emergencias en Chile explica que “dependiendo de su intensidad y origen, un terremoto puede causar desplazamientos de la corteza terrestre, aluviones, tsunamis o actividad volcánica”. Sus consecuencias se miden tanto en las afectaciones materiales como heridos y pérdida de vidas.
Uno de los países más propensos a seísmos es Chile donde, además, se registró hace seis décadas el mayor terremoto en la historia. La fuerza fue igual a 9,5 y, desde entonces, no ha tenido lugar un movimiento con el mismo grado, pero sí otros cuyas consecuencias han sido demoledoras con miles de víctimas mortales.
Destrucción en Turquía y Siria
Cuenta de lo anterior se vivió hace casi nueve meses en Turquía y Siria cuando un terremoto de 7,8 y posterior réplica de 7,5 causaron total devastación. En febrero fueron varios días en los que equipos de emergencia multiplicaron sus esfuerzos para evitar, en la medida de lo posible, más fallecidos.
Durante semanas la atención estuvo puesta en Medio Oriente y numerosos países se movilizaron para ayudar en las tareas de rescate y asistencia a quienes resultaron damnificados. Las historias de algunos sobrevivientes, más allá de las 72 horas que normalmente se puede estar sin agua y comida, también llenaron planas de múltiples medios internacionales.
Mientras se aproxima un año de esa tragedia, buena parte de la población tanto en Turquía como Siria sigue intentando reconstruir su vida, tras haber perdido lo que conocían hasta entonces.
Un panorama similar se registró hace algunos meses en Marruecos cuando también miles de personas murieron, terminaron heridas y desaparecidas tras un terremoto a comienzos de septiembre.