Hay veces que la política es una actividad muy desagradecida. Eso lo puede contar en primera persona el gobernador de Chocó, Luis Gilberto Murillo, quien acaba de ser destituido por el Consejo de Estado. La historia se remonta a 1993 cuando Murillo, como director de la Corporación Autónoma, destinó 5 millones de pesos para construir una escuela en Andagoya, Chocó. Seis meses después, cuando ya había sido elegido gobernador, fue condenado por destinación oficial diferente, un delito que tras la reforma al Código Penal hoy en día ni existe. En ese momento también fue destituido. Tras ese episodio, Murillo se fue del país y se preparó en Washington, donde tuvo la oportunidad de trabajar con Luis Alberto Moreno en el BID. En 2010 volvió al país y tras consultas legales con el Consejo de Estado, decidió lanzarse otra vez a la Gobernación de su departamento avalado por una coalición de varios partidos, encabezados por Cambio Radical. Después de nueve meses de trabajo en conjunto con Zulia Mena, la alcaldesa de Chocó, Murillo fue reconocido en varias encuestas como el mejor gobernador del país con una imagen favorable que superaba el 80 por ciento. Sin embargo, su elección fue demandada y esta semana el Consejo de Estado falló en su contra. Murillo dice, sin dar nombres, que es muy difícil trabajar en un departamento tan politizado como el Chocó, donde los enemigos y los políticos tradicionales y clientelistas hacen hasta lo imposible por sacar del camino a personas honestas que tratan de cambiarle la cara al Chocó. “Es muy difícil en Colombia hacer lo correcto. Pareciera que hay más incentivos para hacer lo incorrecto que lo correcto” dijo a SEMANA.