Según un estudio reciente, dos de cada tres niños británicos tocan música, y la historia de Jungle es muestra viva de esa estadística. Unidos desde pequeños, luego separados por su ánimo de experimentar, Josh Lloyd-Watson y Tom McFarland tuvieron que fallar una y otra vez para encontrarse y dar con la fórmula que hoy los tiene dando vueltas por el mundo con su particular versión de fiesta funk-disco-siglo XXI galvanizada por una pegajosa armonía vocal doble. J y T, como se les conocía en un comienzo anónimo, son el grupo y el alma de un espectáculo que en sus conciertos suma cinco músicos más y lleva la experiencia a otro nivel. El 11 de mayo regresan a Colombia por tercera vez, luego de visitas exitosas en 2015 y 2016. Esto le dijo Lloyd-Watson a ARCADIA. Es horrible para un artista encasillar su música, pero, para aquellos que no han escuchado de ustedes, ¿qué es Jungle? Jungle es un colectivo que toca canciones divertidas, entretenidas y animadas. La verdad, no sé. Solo les digo, “entren a la Jungle, pero tengan cuidado”. ¿Qué los motivó a hacer música? Un amigo de la familia me regaló una guitarra y simplemente la tomé y comencé a tocarla, no sé por qué. Recuerdo que mi abuelo era pianista, y seguramente de él heredé algo. En conjunto, para Tom y para mí, Jungle empezó cuando teníamos 10 años. De niño me mudé al lado de su casa, crecimos juntos y pasábamos el tiempo tocando. Comenzamos a escribir canciones en una edad en la que pensábamos que todo era posible. Crecimos y el hastío de la vida nos hizo más cínicos. Pero cada uno por su lado integró bandas, tocó y ensayó cosas distintas. Cuando cumplimos 23 años volvimos a hacer música juntos y comenzamos a escribir las canciones que hicieron parte de nuestro primer álbum. Esa es la historia. Le sugerimos: Hablamos con Erlend Øye, una de las estrellas del ‘indie’ europeo Se presentaron al mundo desde el anonimato, ¿qué motivó esa decisión? La verdad, todo se dio muy rápidamente y no tuvimos mucho control. Hicimos un video para Platoon, y siempre habíamos tenido la idea de mostrar a un niño bailando la canción. De ahí partimos y fluyó con naturalidad. Y cuando lo subimos a la red, comenzó a tomar fuerza, y estalló en un punto en el que solo habíamos hecho esa canción y no pensábamos en nada más... Mira, apenas se acerca a la notoriedad, mucha gente quiere volverse marca y se enfoca en eso antes que en la música. Nosotros partimos de la música y luego reaccionamos a lo que sucedía. Fue interesante ver que el logo tomaba fuerza por su cuenta, un hecho inspirado en bandas como Gorillaz. Eso nos permitió, de alguna manera, crear lo que se nos ocurría bajo ese nombre, libres de egos. Jungle se volvió ese lugar al que podíamos escapar creativamente y darle vuelo a lo que queríamos. No tener limitaciones creativas es importante, no debería haber límites para crear. Se dice frecuentemente que los artistas componen su primer álbum toda su vida y luego, para el segundo, viven una presión para recrear todo ese recorrido. ¿Cómo lo vivieron ustedes? Empezamos a componer nuestro primer LP en enero 2013, con la pista Son of a Gun, y Platoon salió rápidamente después. El disco estuvo listo en julio de 2014, así que nos tomó poco más de un año hacerlo. Recuerdo que se sintió veloz, pero sí es cierto que, desde que nacimos hasta ese punto, tuvimos una vida para entrar en contacto con la música, experimentar, hacer parte de bandas... para fallar en varios intentos... El primer LP nos trajo buenas críticas y comentarios. Pensamos. “Wau, ¿a la gente le gusta esto?”. Para el segundo, ‘For Ever’,  tuvimos que controlar ese impulso de preguntarnos qué le había gustado a los seguidores pues sabíamos que las mejores canciones, las que funcionan en serio, nacen de no pensar en eso. El truco, la mayoría del tiempo, es no pensar de más.

Los vimos en vivo en Colombia, en Estéreo Picnic en 2016, y como banda su música estalla en esa experiencia en vivo. ¿Cómo compara la experiencia en estudio y en el escenario? El estudio es un proceso más solitario. Nosotros, como dúo, trabajamos de manera separada, luego nos encontramos y juntamos y producimos, casi a manera de un collage. Unas canciones salen muy rápidamente, casi de una toma -como (More and More) It Ain‘t Easy-, otras pueden tomar seis meses, como una gran pintura.En lo que respecta al escenario y al show en vivo, este integra más variables, más gente tocando. Puede ser muy gratificante pues se establece una relación causa-efecto viva. La forma en la que actúas y te entregas suscita reacciones del público y eso es estimulante, quizás tanto como montar en moto o saltar de un avión. Hacer un álbum se siente más como leer. Tienes más tiempo para pensar, y eso, como ya he dicho, puede ser algo negativo.Ya que menciona la lectura, ¿podría asociar un libro o película al Jungle del primer álbum y al Jungle de hoy? Durante el primer álbum teníamos a la mano un video juego, GTA V, que jugábamos mucho en el estudio. Y usamos ese juego como una especie de escape, pues te presenta este mundo en el que puedes hacer lo que quieras y vas creando la escena. Esa libertad nos inspiró.Este segundo es más un sentimiento, un lugar, antes que una película o libro. Me enamoré de alguien que vive en California y viví allá un rato. Como el juego, esa salida a California representó ese escape, se sentía como una vacación, y en vacaciones te sientes libre. Eso sirvió de inspiración creativa.

Le puede interesar: Los discos esenciales de rock lanzados en 1994: un recuento en videosSus rostros ya se conocen, Jungle va de gira, protagoniza festivales. Desde afuera se tiende a imaginar que todo es gozo. Pero ‘For Ever’ también expresa dolores. ¿Duele el éxito? O, simplemente, todos dolemos... Creo que todos estamos del mismo lado. Los escenarios son distintos, pero todo el mundo sobrelleva algún dolor a su manera, sobre amor, sobre dónde quisieran estar, sobre su progreso, sus cambios... temas con los que todos conectamos y nos podemos relacionar. ‘For Ever‘ confronta de frente estos sentimientos: el desamor, el cambio, y las emociones y los sentimientos que constituyen la experiencia de ser humano. Sus videos tienen una fuerte dosis de danza, de baile, ¿quieren comunicar algo o se trata de una decisión puramente estética? La danza representa muchas cosas. Refleja un colectivo, refleja la banda y esa energía grupal que también brota de las voces y de las armonías que van casi al unísono. También, representa el sentirse parte de algo, un hecho importante para nosotros. El elemento de la danza es algo natural a la música, es una alianza tan fácil... Siempre me gustaron los videos que mostraban rutinas coreografiadas.En cuanto a la naturaleza estilística de los trabajos, siempre me gustó cuando se presentaban en su forma más simple. No me gusta ver algo que denuncia trucos, me gusta que la audiencia pueda verlo todo, cada paso, con errores incluidos, pues se hace parte del viaje en ese momento. La idea de unir muchos momentos para hacer a alguien lucir perfecto le quita lo asombroso y parte de su debilidad, que la hace humana, reconocible y próxima. Han venido a Colombia dos veces ya, sumarán la tercera el 11 de mayo, ¿se puede decir que disfrutan regresar? ¿Hay algo que los atraiga del país? Colombia es fantástica y cada vez que la hemos visitado hemos sentido la reacción asombrosa del público, que además surgió inesperadamente. La primera vez que fuimos nos preguntamos si la gente tenía idea de quiénes éramos o de la música que hacíamos. Nos gusta explorar culturas distintas, pero Colombia es de esos lugares con los que hicimos clic, y la gente entiende la música, la disfruta. Para nosotros es fantástico, mejora los espectáculos, cuando la pasan bien, nosotroos la pasamos mejor.

En el estudio, Lloyd-Watson y McFarland trabajan a manera de ‘collage‘. En el escenario siete músicos llevan a otro nivel las canciones y la fiesta. Foto: Charlie Di Placido