El día sumó a su carácter. Los estudiantes universitarios convocaron a una manifestación en las calles que, en el papel, pidió disfraces y calma. Pero, como siempre, terminó en actos violentos por parte y parte… más de una parte que de la otra, pero siempre con el mismo resultado: caos vial, comercio afectado, heridos, capturados y descontento general ante una situación que parece no tener fin. Esto no impidió que la celebración del Halloween, la noche de las brujas, la noche de los niños -o como quieran llamarle-, desbordara las calles. Estas se llenaron de una turba sedienta de dulces (los niños) y de alcohol (los niños grandes). Y esa sed de justicia y de dulces enmarcó perfectamente la toma al Royal Center por parte de dos de las grandes bandas del punk-rock, que subieron a los 2.600 metros en medio de su gira suramericana.
Bad Religion, con casi cuarenta años de carrera y 17 trabajos discográficos, visitaba Bogotá por segunda vez. Sus integrantes dejaron claro por qué conforman una de las bandas activas más respetadas del punk. "Bad Religion habla de la humanidad, de su comportamiento y de sus creencias", el bajista Jay Bentley habla con ARCADIA Verlos tocar y transmitir con la exquisitez poderosa que pocas bandas logran resulta mágico, así como seguir su sinfonía punk. Esta se ejecuta bajo la dirección de Greg Graffin, ese que lleva las riendas de los ‘Rolling Stones del punk rock’. Bad Religion no decepciona en vivo. Lejos. Pasadas las 11 de la noche, mientras sonaba el himno punk If The Kids Are United de ‘Sham 69, sus músicos se tomaron la escena y descargaron todo su poderío. Desgarraron así las gargantas de los asistentes, que además aplaudieron hasta el cansancio su característica majestuosidad.
Ver y escuchar a Graffin (arriba.foto de Esteban Vega) es una experiencia doble: es estar en la sala de la casa, poner ESA canción favorita que todos tenemos y subir el volumen al máximo; a la vez, es estar con miles de personas que corean junto a uno, mirarlos a los ojos, entender con una parsimonia especial el sentimiento que expresa una canción. Tras una hora ininterrumpida de concierto, los Bad Religion se despidieron del público bogotano con la misma cadencia con la cual lo saludaron. Pero antes de marcharse con tranquilidad del deber cumplido, presentaron a The Offspring para calentar (más) el ambiente... ** Muchas cosas han cambiado en el mundo desde la primera visita de la banda de Huntington Beach, California, a Bogotá, en 2004. Pero con The Offspring algo es seguro: un concierto lleno de éxitos radiales que a la vez es un repaso por toda su discografía desde el álbum Smash, el que los catapultó y que, desde 1994, los tiene girando por los principales festivales del planeta. Desde su último concierto en Colombia, en su segunda vista en 2016, su alineación ha tenido cambios. Esta vez se presentaron sin el bajista Greg K., con el cual hay pleito. Para minimizar ese hecho, la revitalizada dupla de Dexter Holland y Noodles dejó todo ante el público que no les pierde la pista porque “ver a The Offspring es ir a la fija”. El Royal Center cantó las canciones que la banda regalaba con una entrega y fanatismo tales que por momentos acallaba al vocalista. Dieron inicio a su presentación con una canción mariachi y no pararon de provocar temblores en el teatro. Solo hicieron un alto para desear feliz Halloween, un hecho muy consecuente resultó dado que todos sus integrantes estaban maquillados con un estilo que parecía fusionar la estética del Día de los muertos con el arte de ‘La pesadilla después de Navidad’ de Tim Burton.
The Offspring también sorprendió con dos covers, Halloween de Misfits y Whole Lotta Rosie de AC/DC. El detalle más emotivo de la noche vino cuando un piano de cola apareció en el escenario y permitió a la turba gozar de Dexter Holland (arriba, foto de Esteban Vega) tocando y cantando Gone Away. Al final y luego del encore característico finalizaron con You‘re Gonna Go Far, Kid y Self Esteem. No hizo falta más euforia. En la madrugada del viernes 1 de noviembre, día de los santos, las calles de chapinero quedaron desoladas luego de una fiesta de “purificación” punk rock que pasará a la historia… y la frase cliché de cierre por supuesto, el punk no ha muerto.