Los fuegos arden en Australia, la tensión está al tope por cuenta de ataques militares en el Medio Oriente; en Colombia, la pausa de año nuevo no hace olvidar que hay profundos problemas sociales y políticos que, en gran parte, caen en oídos sordos por quienes tienen el mandato de hacer algo al respecto... Y mientras tanto, en esta ciudad de grandes contrastes que es Cartagena, retumba la obra de artistas como Beethoven y Schubert, capaces de conmover el alma humana y dolerse por un mundo tan hermoso como injusto. Se puede pensar que estos eventos estan desconectados de lo que se vive en la acualidad, y en cierta medida son una válvula de escape, pero esto es cuestión de perspectiva. Lo bello y lo sublime: Schubert, la tecnología y el saber impulsan el Cartagena Festival de Música 2020 La música es muchas cosas para mucha gente: espectáculo, un modo de vida y expresión, una compañía obligada para soportar el trajín diario. Como suele suceder en conciertos trascendentales, casi todas esas miradas confluyeron anoche en el Teatro Adolfo Mejía de Cartagena, un marco que no deja de ser inspirador. Allá, la Concertgebow Orchestra de Holanda, dirigida por el expresivo Christop Koncz, y el virtuoso Andrea Lucchesini en el piano (foto abajo), entregaron elevación y reflexión. Entregaron música que cada asistente absorbió por su propio filtro pero que todos agradecieron, por igual, dando pie a un mar de aplausos.
La noche empezó con el Concierto para piano y orquesta n.º 4 en sol mayor, Op. 58. Desde esta esquina, la de alguien que dista de un experto en estas artes pero que pudo presenciarlas, se vivió de manera sensacional. La composición de Beethoven sentó la base para que el pianista italiano mantuviera un muy especial diálogo con la orquesta. Lucchesini navegó las teclas blancas y negras con un virtuosismo que raya con lo presumido sin perder un ápice de expresivo y admirable. Quizás más a tono con los contrastes emocionales del presente, la Sinfonía n.º 8 en si menor, D. 759, "La Inconclusa" de Franz Schubert, llevó a la audiencia del sol al trueno y de vuelta. Para estos efectos, brillaron los integrantes de la Concertgebow bajo la conducción emotiva y enérgica de Christoph Koncz (foto abajo), uno de esos personajes que se ha sabido destacar en varias facetas de la música clásica y que, en su manera de actuar, se demuestra espectacular en sí mismo. No deja de ser asombroso ver a una orquesta de primer nivel hacer lo que sabe hacer. A manera general, es intrigante ver los matices de cada una de las secciones mientras callan y luego entran en acción; ver a cada músico vivir su interpretación de manera distinta, más fuerte, más intensa, más contenida, más desatada. Interpretaciones así demuestran que, en el fondo, la individualidad es clave para un logro de equipo. Desde ahí, enseña siempre y también inspira.
Notas extra *No es sorpresa que, en gran mayoría, el Cartagena Festival de Música congrega un público de edad. Por eso, quizás, resulta tan interesante ver a gente más joven involucrada con su desarrollo. En algunos asistentes, periodistas e integrantes del staff se ve a una generación de jóvenes que se dedican de lleno a escuchar, seguir y aprender de estos artistas de élite mundial. Además... *El evento tiene un público objetivo colombiano y extranjero que responde casi religiosamente a su oferta musical de alta gama y suele llenar los conciertos y charlas. Pero no se ha quedado quieto frente a esa crítica de ‘elitismo‘ y ha optado también por abrir espacios para otros públicos. Es el caso del Pabellón Suena Suramérica, que se toma el Centro de convenciones con concertos, talleres y actividades -muchas de entrada libre- enfocadas a la experiencia investigativa, académica y experimental, esa la que amplía horizontes a músicos de hoy y de mañana.