“¡Esperamos años por esto!”, dice Jesús Medina, al frente de una de las varias tiendas de comida que atienden este fin de semana filas interminables de clientes en el festival de Coachella, el cual está de vuelta en su primera edición después del parón de dos años por la pandemia de la covid-19.

La gigantesca fiesta de la música se celebra desde este viernes durante dos fines de semana corridos de tres días en el exclusivo Empire Polo Club, en la ciudad de Indio, localizada en el desierto californiano y de poco más de 90.000 habitantes.

Esta municipalidad acoge varios festivales que le generan un lucro directo anual de unos tres millones de dólares de acuerdo con estimaciones oficiales, sin embargo, con las restricciones sanitarias derivadas de la pandemia esta fuente de ingresos se vio afectada.

“Teníamos todo listo para venir en 2020, pero todo fue cancelado con la pandemia”, cuenta Medina, dueño de Cena Vegana. En la apertura, vendió más de mil burritos en el inicio del festival el pasado viernes 15 de abril. “Esto no para, las filas no tienen fin, es una oportunidad muy buena para nosotros”, remarca entusiasmado.

El festival recibe a más de 125.000 personas por día que llegan a presenciar los shows de decenas de renombrados artistas. Miles de asistentes se hospedan en Indio o Palm Springs, o acampan en lugares próximos al evento en el cual deambulan hasta 12 horas diarias.

Los hoteles de Palm Springs, bordeada por las montañas de San Jacinto y conocida por sus palmeras, campos de golfs y spas, celebran la llegada de miles de personas a la región. “Ha estado muy calmado durante un par de años, pero ahora estamos llenos. Estamos contentos”, señaló Char Pershind, gerente del hotel Zoso.

Casi todas las 162 habitaciones están ocupadas por asistentes o personal vinculado al festival, y está prácticamente todo vendido para el siguiente fin de semana.

Para Pershind, que trabajaba en otro hotel de la zona en 2019 cuando se había celebrado la última edición del Coachella, este año ha llegado mucha más gente. “La gente ha estado aguantando por tanto tiempo. Quieren salir y disfrutar del ambiente. Creo que vienen por la música pero también por mucho más”, dice.

Para Mitchell Car, dueño de una efervescente tienda de ropas y accesorios vintage, Coachella es una oportunidad adicional de expandir sus ventas. “Muchas veces la gente llega sin prendas modelo, así que siempre andan buscando lo que está de moda y es único”, comenta Car, cuya principal clientela está en Nueva York, San Francisco y Los Ángeles. Aquí les vende joyería, carteras en formatos únicos, zapatos de otra era y ropas que derrochan color y personalidad.

En el festival, el ‘look’ (aspecto) es algo pensado. Este año los tonos neón, así como la purpurina y los cortes de los años 1970 abundan sobre el gramado del Empire Polo Club. “La gente viene de compras en la mañana y luego se van al festival”, comentó Car.

Pero si bien casi todos están contentos con el regreso de los grandes festivales, no todos los sectores dicen verse beneficiados en Palm Springs.

“Es genial para los hoteles, pero los visitantes comen y parrandean en Coachella [a unos 45 kms de Palm Springs]. Ellos no comen ni festejan aquí”, dice Dan Grove, gerente del restaurante Oscar’s, que la mañana del sábado tenía casi todas sus mesas en el exterior llenas de clientes locales. “Igual es genial, estamos felices. La gente lo necesita”, afirmó Grove sobre la vuelta del festival.

*Con información de AFP.