Sus padres son de Guinea Ecuatorial, ¿qué conexión artística tiene con ese país?Supongo que la que tengo es la que me viene en sangre. No hay mucha oportunidad de colaborar con artistas de allá, porque es un país que, discográficamente hablando, no tiene mucha propuesta internacional y es un lugar con el que cuesta un poquito colaborar. Pero vamos, desde luego que en mi sangre sí está.Creció en una comunidad gitana, ¿cómo es eso?Mi barrio, en Palma de Mallorca, era bastante curioso. Había muchos gitanos y muchos payos (personas que no pertenecen a la comunidad gitana), había un chino, ¡uno! Así que lo tengo como un lugar muy variopinto, lleno de matices culturales y sociales. Fue muy entretenido crecer allí. Duro, pero divertido. ¿El flamenco fue el medio para escapar de esa rudeza y marginalidad?  Yo no sentía esa rudeza, era apenas una niña y como niño no vives todos esos conceptos. Solo recuerdo que me la estaba pasando bien con mis amigas, que éramos unas gamberras (risas). Esa rudeza o marginalidad aparece cuando empiezan los adultos a meterte esa palabra en tu cabeza, cuando empiezan a decirte: "tu haz tenido un infancia marginal", y dices, bueno: "¿me lo creo o no me lo creo?". Pero vaya, la cuestión es que en todas las infancias hay sufrimiento, alegría, dureza de crecimiento, hay incomprensión. Pero sí, de niño tienes que convivir con la marginalidad, independientemente de que barrio vengas. Entonces, ¿ser niño es vivir en cierto estado de aislamiento?Claro. Porque no contemplan tu opinión, no contemplan tu palabra, al ser niño da igual que crezcas en casa de reyes o en el barrio. No importa. El ser niño, de por sí, es vivir en un período bastante marginal. Yo recuerdo con mucha frustración esa época porque no se escuchaba mi opinión: no me hacían caso, no tenía dinero. Recuerdo eso, pero también, la alegría y la diversión con mi familia y amigos estaban presentes.Muchos artistas hablan de su mundo musical como el único existente, ¿le pasa lo mismo?No, para nada, esa decisión de concederme a un género jamás la tomaría. Yo no entregué mi vida a la música. El flamenco es un mundo muy chiquito: como el jazz, el blues, el rock, la electrónica y, la verdad, quiero estar en todos. Pertenecer al mundo grande de la música. Soy una suerte de nota musical libre y me parece que todos los géneros son cárceles de oro maravillosas, pero cárceles al fin y al cabo; de las que si te sales, los puristas empiezan a criticarte. La libertad de una nota (musical) es el estado más sincero y puro.Usted puede cantar en varios idiomas: hebreo, inglés, español, italiano...Ese es mi trabajo, yo lo hago porque creo que soy muy buen soldado, de los mejores y confío en mí. El castigo de la Torre de Babel y la confusión de las lenguas no fue una pena como tal, sino más bien una prueba para superarnos; para que llegáramos más lejos en la comunicación. Quiero pensar que de ahí nació el instinto de ir más allá de las palabras y contemplar las notas, las melodías, los ritmos como manera de comunicación. Que los idiomas no nos frenen, que sean justamente eso: un pequeño acertijo, una pequeña adivinanza, para que podamos superarnos y llegar más lejos. Yo no le tengo miedo a ninguno.¿Cómo es pasar de la música cantada a la electrónica?Son lo mismo. Son notas intentando entenderse y cuando lo logran aparece una armonía maravillosa. Todo depende del gusto, no tanto de un estilo u otro, sino de canciones bonitas o de temas que te llaman la atención; de ritmos, que de repente te atraigan o no, ¡y ya está! Pero yo no hago esa diferenciación porque entonces estás separándote de todo. Los géneros en definitiva sirven para expresar nuestras penas, nuestras alegrías, nuestros anhelos. La historia que hay detrás de un tema de amor japonés, es la misma que hay detrás de una canción de blues. ¿Todo es lo mismo?Para mí los estilos sonoros son los que producen el cambio. Pero en el fondo es la misma información.Compuso tres canciones para la película La piel que habito de Pedro Almodóvar. ¿Cuál es su relación con el cine?Siempre me gustó mucho el cine. Yo creo que todas las artes están relacionadas entre sí. El principio de la pasión por el entendimiento lo compartimos todos los artistas: existe la misma pasión en una actriz que en un cantante cuando está en el escenario. Me costó un poco, no es mi mundo, pero en el fondo todos los mundos son nuestros mundos. Pedro Almodóvar y Antonio Banderas son gente muy ‘nice‘ y cariñosa, fue relativamente fácil trabajar con ellos. Cuando vi La piel que habito me gustó muchísimo, el sonido de mi música protegido por esas imágenes ganó otra amplitud.Billy Branch dice que el alma del blues es la armónica, ¿cuál es el alma de su trabajo musical?El sonido, así de simple. Si tú puedes construir una catedral de sonido da igual las notas, da igual la armonía. Para mí el sonido es la institución dentro de nuestro trabajo, todo se reduce a la calidad sonora. ¿Catedral sonora, a que se refiere?Para que la melodía pueda funcionar, para que yo pueda cantar libre, necesito una estructura armónica y rítmica muy potente que sostenga mi tono: a eso me refiero con catedral sonora. La construcción del sonido a la hora de enfrentar un tema demanda el respeto de varios planos como entes sonoros y sus dimensiones. El sonido debe ser fiel al tema, antes que al músico, porque el cantante, tarde que temprano, termina hablando detrás de sus miedos. Pero el sonido es puro, es real, es libertad. Yo creo que si se construye con amor el esqueleto sonoro de un tema, al escucharlo, es prácticamente perfecto.Y cuando erige esa ‘catedral de sonido’ donde queda la letra del tema…Yo encuentro que cada canción guarda su secreto. Particularmente suelo ser bastante sincera a la hora de escribir. A los temas musicales no se les puede mentir, es imposible. Una canción es un contenedor de secretos maravillosos, que puedes utilizar para contar la verdad de tus vivencias y ella no te juzga. Así no hayas escrito la canción, si cuenta una gran verdad que necesitas escuchar, el milagro está hecho.