Una columna de Emilio Sanmiguel, que desde hace un año ha escrito sobre música para esta revista, despertó la curiosidad de varios lectores que, durante todo este mes, nos preguntaban con insistencia cuál era la mirada del Banco de la República a calificativos como que la Sala de Conciertos, una de las más reputadas salas de América Latina para la música culta y contemporánea, se había estancado y ya no era la de antes. Para resolver las dudas, Arcadia entrevistó a Mauricio Peña quien está al frente de la Sala desde el retiro de Stella de Páramo, hace siete años. Peña es un hombre abierto al diálogo, a quien le parece que la crítica es necesaria y que piensa que son bienvenidas las opiniones como las de Sanmiguel, pues ponen en la esfera pública un tema que, lastimosamente, ha quedado relegado a especialistas.¿Cómo se elige el repertorio y las obras de la Sala de conciertos que, al decir de la columna, ya no tiene el mismo poder de congregación y de programación que en el pasado?Hay distintas maneras de entender una programación. Una es viéndola a través de sus artistas, otra, a través de las obras y estilos que presenta. Cada persona encuentra un valor en una programación de acuerdo a con lo que aprecia o valora más. Yo le propongo la programación a un comité asesor compuesto por Alberto de Brigard, Ellie Anne Duque, Guillermo Carbó, Luis Guillermo Vicaría, la subgerente cultural, Ángela Pérez, y el director de la Red de Bibliotecas del Banco, hoy en cabeza de Alberto Abello. Ellos evalúan la propuesta y juntos la ajustamos de acuerdo con diferentes criterios. Entre los criterios para avalar una programación está la búsqueda de diversidad de formatos, instrumentos y repertorios --contemporáneo, antiguo, compositores colombianos, latinoamericanos. También nos gusta que sea retadora para el público en su estética, en incluir formatos inusuales y compositores poco interpretados o hasta desconocidos, así como en mostrar facetas desconocidas de algún compositor. De igual forma, debemos tener en cuenta las condiciones logísticas y prácticas de los conciertos que seleccionamos. Cada artista se evalúa desde su trayectoria, su especialidad, su identidad artística y sus propuestas de programas, teniendo en cuenta cómo éstos enriquecen nuestra sala. Puedo decir con tranquilidad que como resultado de este ejercicio seguimos ofreciendo una programación que continúa atrayendo a un buen número de espectadores que nos acompañan a lo largo del año.
La Sala de Conciertos de la Biblioteca Luis Ángel Arango. Foto: Cortesía Banco de la República¿Qué opina del adjetivo rutinario para referirse a la programación?Creo que refleja lo que es la programación: nuestro trabajo durante 51 años ha sido tener una sala en donde se pueda adquirir la rutina de ver buenos conciertos. La rutina crea periodicidad, un ritmo. Si se refiere a qué opino del término rutinario en el sentido de aburrido, pues eso depende del gusto personal de cada quien. Para mí puede ser rutinario programar muchas obras de Mozart en una temporada mientras que para otras personas esta pueda considerarse una fabulosa programación por su afinidad con la obra de este compositor. Hay gente a la que no le gusta la música clásica, pero hay otra que va prácticamente a todos nuestros conciertos, incluso sin conocer compositores e intérpretes porque cree en nosotros. No me parece un mal adjetivo: en una programación hay picos y valles y a veces también decepciones--desde luego uno quiere que éstas sean pocas—y creo que ese ha sido el caso en estos siete años que llevo al frente de la Sala de Conciertos.Se dice que antes la programación era aguda, oportuna y atinada…Y lo era, pero creo que lo sigue siendo si nos ponemos a mirar a qué edad vinieron los artistas que se mencionan en la columna. Nelson Freire vino a los 22 años y no era el artista de inmensa trayectoria y calidad sostenida de hoy. Hemos apostado en ese mismo sentido. Continuamos presentando a pianistas jóvenes en quienes creemos. Lise de La Salle, que estuvo en enero en el Festival Internacional de Música Clásica de Cartagena, estuvo en la sala hace seis años. Así podríamos nombrar a varios. Pero para poner otro ejemplo concreto: el año pasado estuvo Alexander Ullman, un joven pianista inglés, que dio uno de los conciertos más exquisitos que yo haya escuchado. Seguramente en 20 años será uno de los grandes artistas de la escena internacional. ¿Qué opina usted de los ejemplos como John Pritchard, la Orquesta Orpheus, los Niños Cantores de Viena, ellos eran algo desconocidos hace muchos años?No, ellos eran excelentes y reconocidos artistas. No obstante, considero que la columna no le hace justicia al hecho de que inmensos artistas se han presentado en la sala estos últimos años. Eso equivale a descalificar a los cuartetos Emerson, Kronos, Calder, Quiroga o Diotima, al dúo de los hermanos Assad, a Eighth Blackbird, Evelyn Glennie, Alison Balsom, Jean-Efflam Bavouzet, Lara St. John, Fretwork o a Paul Meyer, por nombrar solo algunos entre los artistas que hemos tenido. Es gente que no llega a Colombia por ser amigos de alguien; llegan por un recorrido artístico que los avala y porque sus propuestas enriquecen la vida cultural del país. En ese sentido, la manera de programar ha cambiado. Ahora mismo, en la conferencia de IAMA, en París, se decía que antes, para programar, bastaba con contratar a una figura y ya. Hoy se programa sobre propuestas, sobre repertorios y sobre proyectos que impacten al público. Creo que la manera de organizar conciertos ha evolucionado mucho desde 1966 y creo que la Sala de Conciertos, desde entonces, ha hecho un esfuerzo por mantener su programación fresca y vigente.