Con “Exploradora”, el melancólico y apaciblemente devastador sencillo de Rey (2015), su primer álbum de larga duración, Elsa y Elmar, la artistic persona de la cálida bumanguesa Elsa Carvajal, empezó a vibrar en los radares de la escena indie colombiana. Sentirnos bien (2014), su primer EP, tejido entre entrañables cantos de amor y duelo como “Inmadura” o “No, No, No”, había tendido los anzuelos a los oídos de los medios nacionales, a través de lo que alguna vez el periodista bogotano Sebastián Narváez describió como sus “dulces angustias” y “juguetonas nostalgias”. O, en palabras de la misma Elsa, su “pop espiritual”.
El proyecto Elsa y Elmar se concibió en el 2013, mientras Elsa estudiaba música en Boston. De la mano del productor colombiano Mateo Lewis, la otra mano detrás de sus sonidos, comenzó a escribir canciones para apaciguar el corazón. Como dijo hace unos años en una entrevista en El Tiempo: “Los primeros años fueron de completa ingenuidad, de ir descubriendo y entendiendo cómo funciona esto, organizando mis propios conciertos, conociéndome... Elsa y Elmar es el nombre con el que comencé a sacar mi música, pero desde que me conozco hago canciones”.
Después de vivir siete años en los Estados Unidos, de ganar en 2014 el premio John Lennon a Mejor Canción con su sencillo “Me viene bien”, de ser la telonera de Coldplay en 2016, de pisar algunos de los escenarios más relevantes del circuito musical colombiano (Estéreo Picnic, Rock al Parque) y mexicano (Vive Latino, Pal Norte) y de mudarse definitivamente a México hace un año, Eres diamante (2019), su segundo álbum de larga duración, finalmente vio la luz. Entre sintetizadores, tristezas afectivas, baterías digitales y gruesos bajos —y tras más de tres años de inestable trabajo creativo—, la trayectoria que condensa este disco ha incrustado a Elsa, de a pocos, entre las artistas pop más particulares de la música colombiana contemporánea.
Durante su más reciente visita a Colombia y previo a la gira latinoamericana que está planeando para agosto, nos sentamos con Elsa a hablar de sus excursiones hacia los sonidos del trap y el dembow, el duelo amoroso del que nació Eres diamante y las dificultades de no ser Shakira en el circuito musical gringo.
Las canciones de Eres diamante son desgarradoras: el disco traza una curva que empieza en un paulatino distanciamiento, una fuerza que separa a los amantes, y termina en una dolorosa liberación. Cuéntame sobre ese proceso que decidiste canalizar a través de él.
Eres diamante es el disco más personal que he hecho. Aunque todos lo son, este me acompañó de una forma muy particular. El disco iba reflejando lo que iba viviendo, de una manera muy inconsciente, mientras mi vida se iba volviendo mierda. Fue hasta el final que vi y dije: este disco es la foto de dos años de mi vida en los cuales comencé solo con la intención de hacer música, pero que en el fondo iba reflejando al tiempo temas personales que crecían como en una olla a presión: presiones, miedos, mi relación conmigo, con mi arte, con mi pareja, con la vida. A veces uno solamente tiene que pedir y permitir.
En este disco yo llegué al punto en el cual mi cuerpo mismo me exigió el cambio. Mientras lo estaba empezando yo sabía que quería hacer algo nuevo, algo distinto, interesante, pero no sabía hacia dónde. Al mismo tiempo quería buscar nuevos horizontes. Me enfermé, entré en unas crisis horribles, tuve que parar el proceso, irme a Bucaramanga, mejorarme, ir al psiquiatra, tomar pepas, enloquecerme y desenloquecerme, mudarme de país. Fue como si de verdad me hubieran cambiado absolutamente toda mi vida para que yo pudiera encontrar la fuerza de la que hablo ahí. Por eso terminó llamándose Eres diamante.
¿Cuánto tiempo pasó desde que compusiste la primera canción hasta el lanzamiento del disco completo?
Dos años y medio. En principio creía que iba a grabar este disco en tres meses, decía que ya tenía las canciones, que iba a hacer una par más rapidito, algo exprés y sencillo y que el disco iba a salir en 2017. Y... ¡hola, 2019! La vida me iba pidiendo cambios que hacían inevitable que el disco se viera afectado, entonces me tocó pararlo. La vida destruyó mis relaciones y me tocó rehacerme por un tiempo. La vida me hizo sentir que no podía vivir más en Estados Unidos, entonces agarré seis maletas y me fui a México. Llevo ya un año ahí, llevaba siete en Estados Unidos. Según yo allá iba a vivir y... pues no.
¿Esas mudanzas han cambiado la forma como te relacionas con tu música? ¿Has escarbado otras tradiciones sonoras?
Claro. El haberme mudado tanto y el haber vivido entre Colombia, Estados Unidos y México me ha hecho estar más conectada con Latinoamérica. Estoy cada vez más orgullosa de serlo, pero cada vez más abierta al cambio, a los nuevos lugares, a tener mi identidad pero no atarme a ninguna identidad. Más que a tradiciones sonoras, esto ha tenido más que ver con la forma como entiendo mi manera de hacer música. Después de ese enloquecerte y desenloquecerte, pierdes el miedo, pierdes el miedo al juicio. Te vas dando cuenta de que estás acá para gozar, para divertirte, para hacer un concierto y que la gente la pase rico durante una hora. Entonces si yo le quiero meter a mi canción el sonido de YouTube un rastafari peleando, se lo voy a meter, porque me importa un carajo.
En algunos rincones de la escena de la música “alternativa”, hay una resistencia a ciertos géneros comerciales como el pop. Sin embargo, tú has decidido abrazarlo y darle otras texturas. ¿Cómo te va con eso?
Me ha costado. Precisamente haber decidido en términos musicales no sonar “alternativa”, pero tampoco completamente “pop”, ha sido como convertirme en una adolescente rara. La gente siempre va a preguntarte qué eres. Lo bueno es que eso hace que mi proyecto requiera ser escuchado. No es como “Listo, ya, a la radio fácil” o “Listo, vas ya a cantar a ‘La Voz Kids‘” o “Listo, ya, vas acá al circuito underground y ese es tu circuito”. No es así. Mi trabajo, durante los seis años que llevo haciendo música, ha sido lograr que le pongan play a mi canción. Que digan que les gusta o no, pero que le den play. Ya hice las paces con eso. Antes, según yo, yo era re-pop. ¡Obvio no! ¡No soy Camila! Y está bien y escucho Sin Bandera y Reik y me encantan, al tiempo que también escucho cosas darks.
En esos intentos de definición has dicho que lo tuyo es “pop espiritual”.
Yo lo dije de payasa un día y me encanta, porque sí está complejo. Para mí la pregunta más difícil siempre ha sido "Y, ¿cómo es tu música, qué es lo que haces?". Y yo: "Pop... espiritual". El otro día dije "trance-pop". ¿Qué es el pop, además? Pop es popular, significa que le gusta a la gente, que es fácil, como un dulcecito. Me gusta. Y ahí a veces se cuelan cosas que no son tan fáciles como agüita con azúcar, pero que saben dulcecito también.
¿Cuáles canciones de Eres diamante son esos dulces más difíciles de comer?
Los más difíciles: "Millennials", "Baby Us", "No te canses" y "Puntos medios". En "Millennials" paré en medio de la canción y le puse un voice note del iPhone. Lo distorsionamos y seguimos luego con la canción.
Aquí incluiste también sonidos que son extraños en tu propia propuesta, como algunos beats de dembow y trap.
Ese era uno de mis grandes miedos. Me daba pánico que me juzgaran porque hacía reggaetón. Yo quería ser seria, súper profunda, sentimental, hablar del espíritu y la energía, que están ahí aún, pero no me permitía tomarme nada en broma. Me daba miedo ese juicio. No podía decir: "Sí, claro que sí, me gusta el trap y lo voy a hacer". Decidí arriesgarme en este y entender que al que no le guste, pues todo bien, no le gustó. Luego hago una balada.
¿Cómo ves esa relación de géneros como el pop desplazándose hacia los territorios del trap y el reggaetón?
Me parece muy interesante. Yo, como toda niña bumanguesa, crecí con La Factoría como unos de mis grandes ídolos. Los iba a perseguir al hotel Dann, al hotel Ciudad Bonita (jaja), literal fui a perseguirlos. Como colombiana eso está en mi sangre. Creo que uno como colombiano tiene un detector de trap y géneros urbanos muy bueno. Uno acá destruye facilito algo que no le suena bien de esos géneros. Eso fue algo que cuidé mucho. Yo decía: juemadre, no se trata solo de ponerle un dembow, sino de hacerlo bien. Ese fue mi mejor intento y para mis estándares, estoy contenta.
¿Y cómo lo ha recibido la gente?
Muy bien, apenas saqué la canción del disco, que la saqué hace un año, que se llama "Culpa, tengo", me llamó la atención que no causó resistencia ni incomodidad. También porque mantengo una letra que no habla de la discoteca, ni de cómo bailamos, ni "un guarito, dos guaritos", o sea, bye. Entonces mantengo al menos la poesía, las letras con su misticismo. Luego ya con el trap, con "Nadie va" y con "Puntos medios" sí la gente me dijo: "¿Se nos va a ir para allá? ¡La perdimos! ¡Se vendió a la industria!". Y yo: "Claro que no, ¡siempre he estado vendida!" (risas). Lo que pasa es que antes era menos evidente. Luego salió "Ojos noche" y ya con el disco creo que se entiende más mi mensaje: hacer lo que quieres cuando encuentras los motivos correctos.
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¿Y de otros artistas latinos en tu condición, a quiénes rescatas, de quiénes has bebido para hacer esos desplazamientos?
Como trabaja Bomba Estéreo me encanta, me fascina. Me fascina también que hayan firmado con una disquera y hayan dicho “Todo bien, me voy por el mundo, bye”. Lo mismo J Balvin, hablando de ese mundo.
Y luego está el otro lado, el de las artistas de pop latino, de quienes siento que se alimentan algunos de tus temas: Paulina Rubio, Selena...
Selena fue una inspiración muy grande en este disco. Sobre todo su sonido: con el productor estudiamos muy bien los instrumentos que usó cuando el hermano grababa las tecnocumbias. Yo me preguntaba por cómo hacíamos para, precisamente, usar esos instrumentos, que son muy específicos, como su sintetizador, para hacer, digamos, un reggaetón. "Culpa, tengo", por ejemplo, usa un beat que dialoga con ese sintetizador de Selena.
¿Qué más has aprendido de ella y de esa constelación de artistas pop femeninas?
He aprendido que se suben al escenario a hacer creer a la gente en ellas. No se suben a estar inseguras, no se suben en actitud de “Hola, perdón, pues hice esta canción en mi cuarto”. No: ellas se suben creyendo en ellas mismas, se suben a ser una diva. Eso me enseñaron Selena, Celia Cruz, Rocío Dúrcal. Todas estas mujeres que admiro se suben en modo diva, así cuando se bajen tengan sus vainas.
¿Y cómo te va con eso de ser artista independiente?
Es muy difícil, no sé cómo lo hago. Es muy liberador y también es muy satisfactorio. En mi caso ha sido que me digan diez veces que no y seguir jodiendo y seguir creyendo que vale la pena ese sí que me van a dar, para que cuando me lo den yo pueda colarme a la siguiente puertica. Ni hablar en temas económicos. No tengo ni idea cómo lo hemos podido hacer. Yo lo llamo “el dios del dinero”, porque precisamente con esto que te digo, la pregunta es siempre cómo hago que las cosas se vean de un nivel alto. Soy muy exigente, jamás estoy contenta. Como artista independiente se necesita ese nivel de exigencia, ponerse la camiseta y decir que va a estar jodido, pero sentirte como una empresa.
Me ha tocado tener dos caras: la de la creativa y la de la dueña de la empresa. Debo saber por qué nos gastamos cada peso, por qué no. Es más demorado pero tienes que hacer las paces con lo que tú quieres. Tú eres un gestor, debes hacer llegar las cosas o llegar a ellas. Ahora pienso en todas las payasadas que hice: irme a sentar en las ruedas de negocios a decir: “Hola, mucho gusto, ¿me compra mi concierto?”. Yo regalaba memorias USB con mi concierto (risas). Debes aprender a vivir con esa cosa de que todos digan que no eres Shakira, que estás perdiendo porque no eres famosa.
¿Y en Estados Unidos has sentido ese cierre de puertas por esa idea tan arraigada de que en el mainstream “solo hay espacio para una latina”?
Claro, total. En EE. UU. yo sentía que me iba a ir increíble y creía que si, como yo crecí escuchando a Britney me iban a escuchar a mí, y cuando se me abrían las puertas fue muy impactante. Porque sí hacíamos conciertos que me costaba conseguir cinco veces más que a una artista gringa, y me cansé de eso. Me cansé de tener que explicarme y que no tocaba cumbia por ser latina, que solo cantaba en español.
Aunque en algún lugar decías que lo que querías hacer era “un drama que uno pueda bailar”.
Claro, tan rico que es uno estar bailando, gritando y cantando lo que le pasa. Quería decir también que está bien sentir cosas, está bien que te hayan vuelto mierda, está bien que te hayan roto el corazón, está bien que te hayan puesto los cachos y te hayan dejado tu dignidad en el piso. Eso nos pasa a todos: hay que quitarle un poco ese sentimiento de quererlo esconder. Sí, hay que reconocer el dolor, pero no esconderlo.
Precisamente Eres diamante termina en una liberación, en una exposición del dolor: “Alma sola”. ¿Pudiste cerrar tu propio proceso de duelo haciendo el disco?
Sobre todo sacándolo. Sacarlo fue para mí lo más importante, yo dudé siempre se si eso iba a suceder. Pasaban y pasaban los meses, yo decía “¿Esto cuándo va a salir?”, y yo sufriendo con esta historia guardada. Entonces la liberación fue sacarlo, ponerle el nombre. El disco se iba a llamar solo Elsa y Elmar. Eres diamante se lo puse apenas hace dos meses.
¿Por qué tomaste esa decisión de cambiar el título?
Un día me cayó esa verdad: te digo, una vez me senté y vi el disco a los ojos. Me hizo reconocer lo real que era, que era mío, que es algo me pasó. Ese título fue mi manera de salir a decir: “Sí, me volví mierda y salí adelante”.
Aunque ambos tienen que ver con el amor y sus dificultades, ¿cuáles son para ti las diferencias fundamentales entre Eres diamante y Rey?
Este es un disco muy minimal, en el sentido en el que cada vez que teníamos una duda de decisiones musicales pensábamos en qué quitarle en vez de qué ponerle. Cada decisión en este disco es muy pensada: cada palabra, cada sonido. En Rey era al contrario: pensábamos qué más le metemos acá para hacerlo mejor, y no cómo mostramos más su interior, cómo llegamos más a ese núcleo. La otra es una diferencia muy grande: en este disco estoy feliz, tranquila, no tengo que probarle nada a nadie.
¿Y es que con Rey sentías que tenías que demostrar algo?
Claro, yo con este sí pensaba en que quería sacar un disco y volverme Shakira. Le ponía ese peso al disco. Más que un trabajo de expresión, seguía pensando mucho hacia afuera. Cuando me paraba en un escenario pensaba: “¿Qué estarán pensando esos manes hacia abajo viéndome? ¿Será que les gustó o no?”. Así pasaba también durante el show mismo. Soñaba con que mi papá o mi mamá me llamaran y me dijeran: “Ay, mira, me encanta tu disco, qué musicaza, la voy a escuchar en el carro”. ¡Pero la cosa no es así!
En ambos hay una diferencia también entre los músicos que participan. Antes eras muy tú y el productor y ahora hay un abanico de colaboradores.
Sí, colaboramos con Dan Bailey, el baterista de Father John Misty. Le escribimos, lo escuchó, le encantó y fue y lo grabó. Fuimos a Los Ángeles a donde él vive, y fueron baterías hermosas. Los vientos de “Mierda” y de “No te canses” fueron grabados en un estudio hermoso antiguo en San Francisco. También la masterización misma, que lo hizo un ingeniero que es muy top que se llama Dave Kutch, que es quien ha masterizado algunos de mis discos favoritos: el de Frank Ocean, el de Solange, el de Beyoncé. Después de masterizar nos mandó un mail diciendo: “Hola, solo quería contarles que me encantó”. Y yo no podía creer que este hombre que masteriza todo el día me estuviera escribiendo. En el arte también trabajé con un fotógrafo colombiano muy top que se llama Tawfick de la Espriella. Hicimos una sesión de mil looks y todo y en una de esas dice “Mira, Elsa” y da clic, y esa, la más espontánea, fue la que quedó.
¿Eso cómo nutre el tono íntimo que buscabas?
Yo estaba en un ataque de pánico ni el hijueputa. Si tú ves los ojos aquí, están vueltos mierda, porque estaba muy asustada. Está muy hermoso que la misma foto sea de mayo del 2017 cuando estaba yo en la mierda. Obvio lo afectó. Yo tenía la cabeza en la mierda y de todas formas tenía que hacer las fotos: me paré, lo hice y quedó capturado. Me veo toda flaca porque no me entraba la comida.
¿Y en algún momento has pensado que esa vulnerabilidad que expones en el disco va a llegar a oídos de tu expareja?
Es parte del riesgo de meterse con una artista. Ellos saben a lo que se enfrentan.