Bogotá, 20 de noviembre, noche. El Royal Center albergaba más de 3.000 almas que perseguían revivir un instante. Esperaron por 10 años volver a conectar con una banda que mezcla himnos pop contemporáneos, la vibra incesante de vanguardia y el sentimiento de baladas de rock alternativo que traspasan tiempo y espacio. Con sus sonidos británicos, los integrantes de Keane demostraron que las canciones de amor sin pretensiones siguen en el alma millennial que ya los había acogido con emoción el 3 de marzo de 2009. A las 8 de la noche, The Mills, la banda colombiana que abría la noche, sacó su arsenal de canciones para calentar la faena. Tocó temas como ‘Amor depredador’ y ‘Abran fuego’, que encendieron el modo cámara de los teléfonos de los seguidores del rock local. En la banda que se hizo famosa por su cover de ‘Lobo hombre en París’, estos seguidores reconocieron una de sus mayores influencias musicales a nivel local. El momento era propicio, le abrían a una gran banda y demostraron en ese escenario que vivos, presentes y que gozan de una fanaticada que los reconoce y estima. Personalmente, confieso mi prejuicio, esperaba una banda más contemporánea, quizás experimental, pero la noche era propicia para los rockeros.

The Mills abrió la noche y no desentonó. Foto: David Micolta Durante una espera no muy corta y no muy larga, en el escenario se vio el equipo técnico trabajar en perfecta sinergia para acomodar cada instrumento y micrófono. Entre las luces de los reflectores, las sombras y los cánticos de llamado a los artistas centrales de la noche, unas hormigas encarnadas en roadies y técnicos profesionales dispusieron todo para que la salida de Tom Chaplin y sus muchachos sucediera como debía y calmara la impaciencia. Así sucedió. Abrieron con ‘Disconnected’, canción de su álbum Strangeland (2012). El Royal se encendió en una sola voz, y podría decirse que la euforia de la gente con esta primera canción sorprendió al no tratarse de una de sus más famosas. Pero ese hecho marcó el desarrollo de la noche, una hecha de coreos multitudinarios a lo largo de todo el repertorio. Chaplin, un artista potente y ya canoso (en sus 40), se mostró conmovido por el calor de la bienvenida. No fue difícil ver ese halo de madurez y experiencia de un cantante que se ha posicionado como uno de los crooners de nuestra generación y quien hace unos meses protagonizó ‘Fridays Night is Music Night’ de BBC Radio 2. En ese programa tuvo la responsabilidad de interpretar los grandes éxitos de Queen con una orquesta filarmónica. Chaplin dejó que las voces se calmaran, pero tenía en su rostro una expresión anonadada y más que eso. Tan así que, a la voz de esos miles que en sí misma conformaba otra voz fuerte y poderosa, le propuso hacer parte de la banda para el resto del tour. El turno vino para ‘Bend and Break‘, una canción familiar para los fans más nuevos que hizo retumbar la estructura del lugar con los saltos de los asistentes que respondían a cada instrucción de Chaplin. “Gracias a cada una de las personas que están aquí y nos han acompañado por más 10 años. (...) No solo queremos volver, también quisiéramos quedarnos, (...) Esto es intenso, todo aquí es intenso…” declaró Chaplin al auditorio. Y qué bien que cayeron esas pequeñas declaraciones de amor y agradecimiento, sobre todo porque vinieron acompañadas de gestos simples y tranquilos propios del aplomo británico y de la confianza de una relación de años con un público cálido y amante. Con ese público la banda tuvo una constante retroalimentación emotiva toda la noche.

Por su voz, conexión y entrega, Tom Chaplin (crooner del siglo pasado y de este) pudo fácilmente haber rebautizado el barrio ‘Chaplinero‘. Foto: David Micolta El Club de fans de Keane en Colombia “probó finura”. Mostró lo mejor de la calidad humana de los admiradores de la música en el país, con una atención por el detalle que llegó al corazón de los artistas. En esta oportunidad se programaron para dos flashmobs sorpresa: el primero en ‘Love Too Much’ con avisos blancos con el número 10 evocando el videoclip de la canción, un detalle que sorprendió a la banda; el segundo en ‘The way I feel’, en el que usaron pulseras de neón para ambientar el teatro. Minuto a minuto, canción a canción, ese diálogo musical y emocional se iba fortaleciendo. Vendrían en su orden ‘Silenced by the night‘, ‘Phases‘, ‘Everybody´s Changing‘ (que enloqueció a la gente), ‘Is it any wonder‘, ‘Strange Room‘, ‘Spiralling‘, ‘Perfect Symetry‘, ‘She has no time‘, ‘Nothing in my way‘, ‘You are young‘, ‘A bad dream‘, ‘Love too much‘, ‘This is the last time‘, ‘The way I feel‘, ‘Bedshaped‘, ‘Somewhere only we know‘ y un encore con ‘Put the radio on‘, ‘Crystal Ball‘ y, para cerrar la maravillosa noche, ‘Sovereign Light Cafe‘.

Richard Hughes le dio una mano a sus amigos de Interpol al reemplazar a Sam Fogaruino, su baterista enfermo, la noche del martes. El miércoles se puso en sus propios zapatos. Foto: David Micolta Hace 10 años ví a esta bella banda en un concierto que todavía recuerdo (dos días antes de mi cumpleaños). Anoche recibí esa gran energía como un regalo de año nuevo, en medio de una grandiosa semana para la música en vivo en la capital colombiana (el que Interpol y Franz Ferdinand también sumaron su onda). Cuando supe que Keane venía, imaginaba esos momentos icónicos para este concierto: obviamente, imaginaba que las canciones de radio serían las más coreadas, pero lo que ví anoche en el Royal Center mostró otra cosa. El teatro se llenó de fans de Keane que conocían la discografía y entendían las canciones: las de amor, las de desilusión, nostalgia y las que trazaban un mapa de navegación en el que también estaban señalados los puntos bajos de la vida de Tom como su rehabilitación y recaída, como ‘A bad dream’. Eran suyas, las cantaba con toda la potencia de su voz e hicieron vibrar el lugar que a su vez entonó cada coro con amor y devoción. No con emoción histérica, con la de una relación de cercanía e intimidad con el sentimiento y las grandes canciones de toda su obra musical. Quizás porque ser admirador de Keane va más allá del glamour de seguir a una banda extranjera, sí, tuvieron su momento, pero canciones como ‘Everybody´s Changing‘ y ‘Somewhere only we know‘ pasaron de los conteos de radio a las bandas sonoras de películas. Eso habla fuerte. Más allá de ser una banda -a secas-, Keane se convierte en una experiencia cercana a los sentimientos, al contacto con otras dinámicas de mercadeo musical, lejanas a la excentricidad, al espectáculo de juegos pirotécnicos, al juego de las marcas, a lo que impacta por ostentoso. Una que se aleja de todo lo que hoy, 10 años después, consume el panorama. Son cuatro artistas que se mueven con una propuesta sonora y escénica amable, apacible y sofisticada que sigue en sintonía con públicos que tocan incluso a los veinteañeros que reclaman al final del show un setlist o algún recuerdo para inmortalizar una noche luminosa y emocionante. Keane merece festival en Colombia, una amable sugerencia para los empresarios y gestores. Necesitamos bandas así, los nuevos fenómenos están bien, pero necesitamos más ocasiones para acercarnos más a bandas que hacen parte de nuestra historia y de nuestra banda sonora.

Tim Rice-Oxley en una postal memorable. Foto: David Micolta Esos admiradores centennials son el mejor reporte de la noche: no fingían saberse las canciones porque se las sabían completas, porque sabían los nombres de Tom, Richard, Tim y Jesse, porque les arrojaron banderas colombianas y les gritaron saludos de afecto y admiración. Esos son, no nosotros los que crecimos con la banda, los que confirman el aporte de Keane a la cultura musical mundial. Los de Keane son nuevos clásicos que renacen una y otra vez (10 años después o cuantas veces sea necesario en el recorrido). Lo hacen entre la selva mercantilista que hoy transporta ilusiones, estilos de vida, activismos y el acto íntimo e introspectivo de percibir las historias de las que nacen esas canciones que se niegan a desaparecer. El Estéreo Picnic 2020 revela su cartel por días A sus 71 años, Rubén Blades derritió todo el ‘Plástico‘ de Bogotá

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